miércoles, diciembre 27, 2006

Razón para mentir VI – Histeria para terminar

—Aquí está bien. Terminaré en... una hora. Vuelva para entonces.
—Gracias por estar asistiendo a mi petición. Por favor, tome asiento. ¿Cómo dijo que se llama?
—No me gustaría tener que irme por donde he venido —replicó la joven curandera, la cual se movía torpe con una silla de ruedas—. Como respuesta a tu pregunta diré «Blanca».
—Yo, Andrés. Aquí me tiene —se levantó el hombre flacucho, con los brazos extendidos.
—No vaya tan rápido. No suelo aconsejar a quien no lo merece —dijo la mujer haciendo un breve gesto con la mano indicándole que volviera a posarse; hecho ejecutado de inmediato por éste sin incidir en ninguna palabra—. Vale, primero necesito conocer de cerca sus pensamientos porque muchas de las dolencias son provocadas y agravadas por la mente. Y para ello no hay mejor remedio que la conversación. Dime, ¿qué sabes de dónde naciste?
—No es normal que un sanador de su índole conozca tales artificios. Pero, como soy un buen enfermo, no rechistaré acerca de sus métodos.
—Por tanto...
—Toda mi vida ha transcurrido en la gran ciudad: ruido, gente, tiendas, bares, semáforos, bloques, cárcel, diputados,...
—¿Fueron buenos tiempos? —interrumpió la inválida
—Por supuestísimo. Tuve una buena infancia. Me conformaba con lo que tenía (que no era mucho) y eso me hacía feliz.
La joven tardó unos segundos en plantear la siguiente pregunta. Tras respirar hondo habló con una entonación relajante, musical al oído: —Entonces, ¿cómo llegaste hasta aquí?
—Una historia accidentada. ¿De verdad está dispuesta a escucharla?
—Para eso he venido, para ayudarle.
—En fin —suspiró—. Eee... Digamos que..., por algunas circunstancias, llegué a la conclusión de que en la ignorancia reside la forma más espontánea de felicidad. Ahora que empiezo a comprender cómo es todo lo que me rodea no puedo reprimir un sentimiento de rencor a la sociedad —dijo intentando contener con frialdad unas lágrimas de ira.
—¿Cómo llegó a esa conclusión? —preguntó con una voz armónica.
—Es difícil, los artistas estamos un poco «chalados», según dicen.
»El arte es la forma de conversar que tienen las almas. Hay unas que, por su habilidad, hablan más; otras prefieren escucharlas, pues sienten placer en estos quehaceres. El problema se hace patente cuando hay un alma que hace parada en una idea tan obvia, al tiempo que perjudicial para el resto, que siente la necesidad inminente de hablar con todas las almas para advertirlas del riesgo que les está acechando.
»Pero, cuando las almas más cercanas la rechazan porque el mismo mal las está virando a ser opacas para la verdad, todo le parece esperpéntico. Nada hay para hacer, aunque encuentre a una minoría que aún no ha sido cegada por el manto del alma de trozos de alma.
—¿La verdad...
—La mentira —y, tras estas palabras, se derrumbó: no pudo seguir con la farsa.
Blanca se deslizó con una rapidez que emergió de su instinto para consolarlo con alguna caricia. Al oír los gemidos, Basilia bajó las empinadas escaleras para observar qué ocurría: —Blanca. También está llorando. ¿Por qué?
Pero nunca respondió, pues se deshizo del abrazo de la vieja para rodar hasta la salida rápidamente. Sin embargo, desde aquel instante, nadie volvió a ver a la joven a pesar de que, montada en su silla de ruedas, era imposible subir la pendiente de la calle; a pesar de que, hacia abajo, tenía que pasar por la plaza de la iglesia, que al mediodía se encontraba poblada por nietos y abuelos.

miércoles, diciembre 20, 2006

Razón para mentir V – Evasión para conversar

«Entiendo que casi nadie me comprenda, pues en ocasiones ni yo mismo sé quién soy. Recuerdo un día, una tarde, rodeado de gente que se lisonjeaba...»
Abandonó el bolígrafo en la mesa y acudió a la puerta.
—Hola —saludó una persona algo mayor con aire retraído.
—Llegas un poco tarde, ¿qué te ha sucedido?
—Hoy el día está nublado y el sol, que cada mañana pasa por las rendijas de mi persiana, no ha sido capaz de despertarme. Perdóneme. No volverá a pasar.
—No te he contratado para que me cuentes tus problemas... Llevas sólo dos semanas trabajando para mí y esto no te conviene.
—Lo entiendo —dijo mientras bajaba la cabeza pausadamente.
No hubo ninguna palabra más. Se separaron: ella hacia la cocina; él hacia la silla. donde escribía.
«...sus risas me (tenían) daban miedo, eran provocadas por la más estúpida de las falacias.
»No es suya la culpa, la vieja engañadora de la sociedad, la mentira, estaba presente. Ahora pocos disfrutan de lo que es lógico, no quiero conformarme con la migajas. Me gustaría que nadie mirara absorto la televisión, que no fueran a esas mansiones nocturnas de gente seleccionada por su apariencia con (melodías) músicas que parecen (explotar) reventar en lo más hondo del encéfalo. Alcohol como adquisición de coherencia para suavizar las paradojas del mundo; no es la mejor de las sustancias.
»Veo un futuro rojo oxidado, con negras excusas para imaginar un eco...»
—Andrés ­—apareció la mujer al pasar una puerta—. ¿Qué quiere para comer?
—Lo que te apetezca está bien. De todos modos, no va a servir de mucho.
«...de falsedad.
»Llámenme chalado, loco o tarado porque (no) nunca...»
—No puedes seguir así —interrumpió al hombre—. No me importa que me eche sin más beneficio que el que da un escupitajo.
«...aprenhendieron lo que mi manera de (saber) entender la vida pretendía.»
­—Tiene que ponerse bien ­—prosiguió—. Dejar un poco atrás eso que está escribiendo.
«Yo tampoco los entiendo, y no por ello ando por ahí...»
—No se esconda. Aunque quiera fingir que no escucha. Comprende todo lo que le estoy diciendo. Mírese —y el despeinado hombre paró de súbito, aún con la mirada fijada en el papel—: sus ojos enrojecidos, su piel pálida y colorada, sus heridas a medio infectar...
—Cállate.
—Necesita... No sé... Vitaminas.
«Parecería extraño, en una época sin olimpo, que solo una persona se percatara del problema,...»
­—Mire. En la aldea vive una curandera.
«...por una casualidad que parecería divina.»
­—No será como el sacerdote de la semana pasada.
«Estoy deprimido porque viví de forma ingenua, al tiempo que usual, creyéndome todo lo que los (peces) gordos de espíritu decían.»
—No es una curandera al uso: lo examina y después le recomienda unas hierbas medicinales que ella misma trae del campo.
—¿Dinero?
—No pide nada, se siente agradecida al ver la mejoría de los enfermos.
—Yo no estoy enfermo. Tampoco me inspira confianza el altruismo de esa supuesta persona.
«No quiero una opulencia grasienta para (desvariar) desviar...
—Pero sí que está un poco cansado.
«...la atención de los abusos en otras esquinas.»
—Bueno. Un espectáculo cómico nunca viene mal. No me apetece oírte más. Avísela.
—Mañana mismo vendrá cuando le hable del problema.
«Debería sentirme afortunado, especial.»
—Nadie tiene un problema.
«Sin embargo; me encuentro aquí, rechazado, apunto de morir (por una) de inanición.»
—¡Oh! Por supuesto que no.

miércoles, diciembre 13, 2006

Razón para mentir IV – Llegada para vislumbrar

Era aquel un día de nublos cálidos y asfixiantes que ahogaban la luz y proyectaban el calor. Una mujer que caminaba sola junto a una gran mochila llegó a la aldea enclavada en la abrupta ladera. Accedió a la plaza de la iglesia, con el brío con que los senderistas recorren miríadas de metros, por la calle de abajo, aquella que apenas presenta inclinación.
En ese momento solo había una persona, además de ella, en alguna de las dos vías: un viejo, con su bastón asido por la base que observaba absorto los erráticos giros del mango.
Tras los saludos de rigor, la mujer preguntó al hombre por alguna persona que habría pasado por allí hacía una semana más o menos.
El anciano, tras una gran inspiración, no torció el gesto de su cara, simplemente se limitó a preguntar qué le había llevado hasta la aldea.
No medió palabra, solo desenrolló un papel y lo mostró al viejo.
«Entre tanto, no intentes seguir mis pasos para…», leyó entre dientes el final del escrito y, nada más alzar la cabeza, dijo que conocía, con toda seguridad, la persona a la que pertenecían aquellas letras tortuosas.
La chica se entusiasmó al oír aquello, pero sus ánimos decayeron cuando su interlocutor se interesó, nuevamente, por los motivos que habían provocado su llegada hasta allí.
Titubeó un poco, movió la cabeza y los ojos hacia todas partes de forma inquieta y, después de un breve balanceo hacia atrás, explicó que era una psicóloga en ciernes que practicaba el senderismo cuando encontró el manifiesto cerca del pie de una encina. Se sintió cautivada por aquella mentalidad, hecho por el cual decidió buscar al autor del papel que, como notó al principio, no tenía muestras de haber estado empapado, por lo que debió de ser escrito después de la «lluvia de barro» de la semana anterior. Todo esto, según expresó, fue lo que le indujo a pensar que no andaría muy lejos, dormitó al raso la ya pasada noche para dirigirse a la población más cercana, la cual no era otra que la aldea.
Por unos instantes, el anciano permaneció estático hasta que, como si de una trivialidad se tratase, dijo que sus conclusiones no eran válidas, pues la persona que buscaba vivía allí desde hacía un mes.
La muchacha, extrañada, extravió una ligera mirada entrecortada y volvió la cabeza hacia atrás.
«Mira esto», el anciano extendió la mano para mostrar un cilindro hecho con dos cartuchos de escopeta, desenrolló el papel que había dentro y se lo mostró.
Aunque en un principio se relevó recelosa, enseguida volvió la vista hacia el frente para observar aquello que colgaba de una mano.
Tras una lectura íntima, la mujer supo que era otro escrito de la persona misteriosa; no obstante la última frase coincidía con la equivalente en el suyo.
Lo recogió, se guardó el rudimentario estuche y le explicó que lo encontró en el campo, al pie de una encina. El suyo, que seguramente al principio estaría protegido de igual modo, se habría deshecho.
Creo que la conversación continuó unos minutos más. Después, el anciano la convidó para almorzar en su casa; pero no lo hizo por puro altruismo: era la persona indicada para llevar a cabo un propósito cuyo objetivo no era otro sino conocer, de primera mano, los pensamientos de aquella ininteligible mente.

miércoles, diciembre 06, 2006

Razón para mentir III – Regazo para una idea

Entre coscojas y olivares, entre sierras inexploradas, viajo por tierra a un lugar para quedarme.
Razones: pocas, pero aún así, muy potentes. Me marcho porque estoy apunto de rebuznar a la par de mis vecinos.
Me podrás llamar desquiciado, aunque para mí una locura sería continuar viviendo tal y como me encuentro ahora.
Me marcho, y, a pesar de todo, habrá personas cuyas actitudes me harán sentir nostalgia al principio; pero de las que, pasado un tiempo, ya no quedará nada por entre mis recuerdos.
Comprendo el sistema, precisamente por eso no me veo capaz de soportar esta humillación en mis carnes.
Ayer me vi en el espejo, flacucho y apenado, para evaluar mi estado; creo que estoy preparado para la marcha que siempre debí de haber hecho.
Como no tenía maleta, una bolsa de plástico podría hacer las veces de ella; no obstante, no quiero más artificio que aquel con existencia ilimitada en relación con mi vida, aquello que no se deshilache entre las manos. Con este motivo, lié en una cazadora de cuero todo aquello que debería acompañarme a mi destino, cerré la cremallera y con las mangas hice un nudo.
Todavía de noche, puse pies en polvorosa para arreciar mi marcha y para que nadie supiera de mi paradero y de mis pensamientos, porque, son tan incompresibles para los demás, que seguro intentarían convencerme de la forma más vana que supieran o hechizarme con alguna sutil tergiversación cómica.
Y, ahora, te digo a ti. Tú que has encontrado en el pie de esta encina, enrollado entre dos cartuchos de escopetas espirados, este fragmento de mi vida en un papiro de letras temblorosas, que no pretendas compartirla con nadie, pues yo nunca compartí nada con gusto.
Y si tienes unos minutos, por favor, sé mi confidente, porque nunca pude hablar con nadie y la amistad no nace de la tierra: hay que tener alma. (Perdona mi mala expresión.)
Odio la mentira, pero también odio que la mentira se ría de mí y me mienta.
Odio a la gente que me ayudó a mentir. Mi problema podría estar en todos o en mí, por eso me alejo de los demás, sin avisar, porque hoy las razones no convencen a las masas. Es más fácil que el inepto se marche. Me molestan las rogativas, la caridad; ayúdame, no tengas compasión por mí.
Yerro con paso lastimero porque estoy débil. Arrastro un pie porque me lo partió una aulaga. Pero lo que más arrastro es el ánimo decaído.
En la mente solo me cabe una idea: no seas embustero porque de la mentira es irreal y de lo fantástico solo salen ideas aturdidoras. No temas en que la mentira haga daño a los demás; cuídate de que no te siegue por los tobillos y te deje noqueado para toda la vida.
Existen cosas maravillosas allá afuera que me hacen ahondar en mi ignorancia y aullar al más mísero de los anabolizados.
Esta noche no tengo frío porque, a pesar de que en mi ocaso no hay alcohol en la venas, mi sangre es puro elixir.
Entre tanto, no intentes seguir mis pasos para…

miércoles, noviembre 29, 2006

Razón para mentir II – Estancia para un nuevo inquilino

—Cuéntame, Antonio, ¿cómo va la faena en el campo? —preguntó un hombre de ojos pequeños y caídos.

—Hombre, ahora mismo estamos un poco “paraetes”. Esperando a que la almendra abra.

—Pero veo que no vienes con las manos vacías —dijo mientras señalaba el cubo azul celeste intenso que portaba consigo el cuarentón que acababa de presentársele.

—¡Oh! Pues aquí llevo unas alcaparras de ahí arriba…, de las “tulpillas”, y unos tomatillos de estos rosados que he cogido en el huerto. ¿Le apetece uno, ahora, a media mañana?

—¿Tienes una navaja? —cerró con afabilidad la mirada.

—Sí… Tome usted.

—Gracias —dijo al tiempo que soltaba el bastón. Cogió con su rugosa y áspera siniestra un tomate y amarró fuertemente el afilado útil con la otra. Acto seguido, partió el fruto transversalmente primero y, finalmente, en su longitud —. Cógela —y entre tanto repartió los cuatro trozos entre los ahí presentes: el hortelano, él y los otros ancianos que le acompañaban, sentados, en su charla al fresco de la sombra de la iglesia.

—Bueno, si no quiere nada más… Que tengo al chiquillo con sus hermanos. Hasta luego. Espere… ¿vendrá a la merendola de mañana a la noche? ¿No?

—Si mis pies artríticos me dejan, allí me encontrarás —sonrió mientras extendía la mano libre, con lentitud, para recibir una calurosa despedida recíproca.

—Eso espero. Que Dios os guarde.

—Igualmente —respondió el viejo con felicidad, a la par de las voces de los otros dos, y, acto seguido, dio un mordisco al jugoso trozo.

—Hasta luego, señora.

—¡Mira! —sonrió el viejo—¡Qué mozuelilla más “apañá”! ¡Basilia!

—¡Y qué tres galanes más bien avenidos!

—¿Sí? ¿Y eso…? —ironizó el viejo del bastón.

—Era una tontería.

—Te quería decir —atemperó el canoso su tono de voz—… ¿Qué sabes de tu nuevo vecino? Sí, ese que vive por encima tuya.

—No sé nada. Más bien, nadie sabe nada de él. Ni siquiera Beatriz, la más cotilla de la calle de arriba.

—De todas formas, me resulta un hombre extraño —dijo con la tranquilidad que dan los años—. Lo vi llegar a la aldea a pie, sin nada, solo con una llave. Su mirada era fría y distante, tal vez, un poco distraída. Pero, a pesar de todo, sabía hacia dónde ir.

—Unos niños que jugaban en la calle fueron interrumpidos cuando el hombre pasó por medio de su juego y ante las quejas de los muchachos se puso a maldecir «como un loco», sin mirar a nadie, cuchicheando para sí, con la mirada perdida. Luego dijeron que su acento era como el de los forasteros que vienen a la aldea llegados de la Ciudad.

—¡Hola! ¿De qué habláis?

—Qué tal, Beatriz —saludó el único viejo con ganas de conversar esa mañana.

—De… el nuevo vecino.

—A mí no me digáis nada de ese hombre. En la semana que lleva por aquí, no he podido sonsacarle nada: he ido a su casa a traerle unas magdalenas que, luego, rechazó; he intentado interrogarle una vez que salió a la tienda para comprar una lechuga; e incluso, he estado tirando chinos a sus ventanas para que asomara al balcón con aire enfadado. Pero no he conseguido ni un tosido. Y no creo que la hospitalidad sea acto de malas intenciones.

—¿Sabes una cosa? —sonrió levemente el viejo mientras saboreaba el segundo y último bocado— Yo tampoco te diría nada.

—Estúpido viejo, cállate.

—Es lo que hago, desde que has llegado no has hecho más que hablar.

—Pues, entonces, no tengo más que decir.

—No te enfades… En fin —frunció el ceño—… No tiene solución. ¿Tú que opinas, Aquilino? —miró al anciano de su derecha, el cual tenía el ojo de la izquierda hecho de cristal.

—¿A qué te refieres?

—Sí de esta singular persona —se exaltó—. El nuevo vecino introvertido y solitario que camina cabizbajo con aires de serenidad contenida.

—Ya me gustaría poder pensar algo. Sus ojos dicen que llevan días sin dormir; su rostro, que el sol no es amigo habitual; su caminar, que la vida no le ha sentado muy bien, que digamos. No se me ocurren más cosas.

—¿Y tú? —miró al tercer viejo, que destacaba por faltarle parte de la pierna derecha hasta la rodilla y se encontraba postrado en una silla de ruedas— No te esfuerces por hablar, veo en tu boca la quietud del ignorante. Basilia —miró a la mujer—, tenemos que actuar.

—¿Cómo? Algo ha de ocurrírsenos —dijo pensativo.

—Esta noche podríamos reunirnos.

—Bien. En su casa estaré tras la hora de la cena —y su cara en esta ocasión tornó a indiferencia.

—Hasta la noche, Alfonso.


miércoles, noviembre 22, 2006

Razón para mentir I - Diálogo para un fracaso

A: Por fin has venido. Has llegado más tarde de lo que acordemos.
B: Lo puedo explicar. He estado preparando lo que me pediste durante los dos últimos días.
A: No importa. Lo que es verdaderamente trascendente para ti son los resultados.
B: Aquí está, conmigo.
A: Acércate para que la vea.
B: Egregor, ya ha oído... Para, aquí está bien. Ya puedes marcharte, Egregor. Gracias.
A: Ahora que estamos solos, me gustaría verla.
B: No te molestes por esto, pero... preferiría, antes de nada, saber para qué la quieres.
A: Cállate y dame aquello que me pertenece.
B: Nada de eso. Antes quiero saber qué escondes tras esa máscara de cartón.
A: ¿Repito que eso no te incumbe?
B: Mucho he sufrido hasta terminar tu pedido e, incluso, me resultaría difícil volver por donde he venido, pues ante todo estoy comprometida con mis clientes. Pero... Por otra parte, su demanda es lo suficientemente buena como para buscar otro comprador en menos de doce horas.
A: Cierra tus ojos. No me lances esa mirada insípida.
B: Eres un necio. Tanto tú como yo sabemos que no me iré hasta que este frasquito esté en tus manos. No insistas.
A: Apártalo de mi vista y dámelo. Toma el dinero antes, si lo prefieres.
B: Parece que mis sospechas son ciertas. Tienes miedo, ¿No es así?
A: Tómalo.
B: ¡Oh, se ha caído! Sabes que no sería capaz de levantarme de esta silla para alcanzar un dinero tan oscuro.
A: ¿A qué viene tanta ironía? No eres más que una sucia embustera.
B: Jah, jah. Ahora es cuando me amenazas con matarme si no lo hago.
A: Quizá. Todo...
B: Pero no lo harás. Lo sé. No harías daño a nadie por algo en lo que, ni siquiera tú, confías: en ti mismo.
A: No quisiera hacer de tus pensamientos mentira, porque en mis huesos se grabó una apariencia que encerraba una gran razón.
B: Qué exactamente.
A: El corazón tiene razones que el cerebro no entiende. Ahj... Confiaba en la gente. Cre... Creía en la honestidad. Antes de llegar a esta pequeña aldea incrustada en una montaña entendí que la verdad no existe, que en su lugar hay una infinidad de ambigüedades para organizarlo todo, pero ninguna de ellas absoluta o real.
B: Y, entonces, ¿para qué te marchaste?
A: Porque pensaba que alejado de mi pasado podría evitar algunos atisbos de los prejuicios que se acumularon.
B: ¿Y lo conseguiste?
A: Sff... No lo sé. No entiendo nada de lo que ha sucedido.
B: No llores. Quítate esa máscara, un río la está ahogando.
A: Bueno.
B: Estos ojos merecerían otro trato.
A: No me beses. Dame el frasco y vete.
B: No quiero entristecerte más. Toma. Acéptalo como si de un regalo se tratase.
A: Nunca podría agradecerte todo lo que quisiera.
B: Te equivocas. Esto puede utilizarse con malos fines. Solo me sentiré agradecida si en su mente no aparece esta idea.
A: Y no sabes cuánto apreciaría yo que eso no ocurriera.

domingo, noviembre 12, 2006

Del no-ser

Es un hecho más que consumado sentir picor en la parte del cuerpo en la que uno no es capaz de rascarse. También está lo suficientemente constatado que de los momentos más incómodos salen los máximos razonamientos a los uno puede llegar. No me gustaría abusar de paralelismos, pero también existen trivialidades que ciertamente no son tan obvias como, por su naturaleza atribuida podría parecernos.Precisamente algo parecido sintió cuando el día en de montaje de su gran nacimiento. Mientras transportaba uno de los pesados tablones que hacían en la alegoría de fragmento de superficie terrestre quiso enterarse de que detrás de la oreja sentía un leve cosquilleo. Sensación que tornó cuando fijó su atención en un simple picor, cuya intensidad con el tiempo fue incrementándose.
Fueron muchas la veces que pensó en dejar la pesada madera en el suelo, ya lo creo, pero no lo hizo porque, además de que si lo hacía el trabajo dejaría de ser eficiente para dos personas -él y la que estaba cogida al otro extremo-, no quería que un sentimiento le volviera histérico. Mas cuanto más giraba en su cabeza esa idea, mayor se hacía el picor y esto volvía a retroalimentar todo el proceso llegando hasta lo más rayante el estúpido delirio.
No obstante, como todo tiene que acabar y, sobre todo, porque el almacén estaba a menos de dos minutos de camino entre el lugar de exposición, pudo soltar el tablón sin ninguna otra opresión. Y ahora llegó el momento de los instintos y pudo rascarse tras el apéndice con sumo alivio.
Demasiado; eso lo comprobó después, ya que su oreja empezó a enrojecerse como lo hacen las frutillas del tapaculos en otoño. Por contra, esto ya no era tan gustoso, más bien molesto y, tal vez, un poco peligroso, porque su oreja estaba pasando de madura un el pellejo se le hizo delgado.
Del mismo modo que una piedrecilla sale despedida con más fuerza si se lanza una vez con un tirachinas bastante estirado que si varias en una disposición apenas deformada le ocurría: había sido tanta la apetencia por rascarse que cuando lo hizo fue con tanta reiteración que no pudo frenar ese ímpetu en el momento en que ya le estaba conduciendo por el camino de lo perjudicial. Pensó que debía reprimir ese arrebato de forma progresiva hasta que no se sintiera con anhelo de estimular esa zona. Así, sustituyó el clavarse la uñas en la piel por frotar intensamente con el dedo índice (cual arco de violín), y luego, ya que se cansó de tener el resto de dedos encogidos, comenzó a frotarse con la misma costumbre usando la yema del anular por la parte basal opuesta.
Y en este momento percibió algo en lo que nunca incidió: eran distintos los ruidos que su oído captaba cuando se frotaba con las uñas o con las yemas y también según la zona en el último caso; quizá no lo recordó, pero en su mente, a esta evaluación de sucesos se unió la percepción del cambio de la piel del cartílago. Aunque esta brillante deducción no mitigó las palpitaciones de su oreja marchita, sí que le distrajo en unas abstracciones y, parcialmente cesó en ese rozar tras rozar.
Pensó en eso, en cambio, en devenir, en el discurrir de un río. Pensó en su oreja, cayendo después en la cuenta de que si el cielo no era siempre azul, no se podía decir que es azul, sino que está azul en un determinado momento. De igual manera, tampoco existen dos manzanas que sepan igual (separando las sintéticas, que no saben a nada). Y entre sus razones se encontraron los más sutiles cambios como sutil era la diferencia entre el restregar de un dedo en un lado y el otro en el contrario (que hoy serían fútiles en este relato), pero lo que más quiso entender fue que él mismo también era cambio en muchos aspectos. Claro que no en todos -como seguía teniendo dos brazos-, pero se sí que se sintió distinto en unos minutos.
Entonces, se preguntó, si era un cúmulo de variables en constante oscilación cualitativa, ¿estaría bien hecho atribuirse alguna forma de ser ante algún estímulo? Cuando cuestionó esto no dudó. Evidentemente, como mezcla de factores que mutan en cada instante y en cada momento se presentan en un combinado distinto que no es otro que él mismo; no sería de utilidad lo absoluto de una persona (que no de partes por separado), y como la formación del ser de una persona es abstracción insegregable del resto de una persona, en realidad, el ser no existe.
Los convenios sirven para administrar la sociedad que no necesita a personas, sino a características. Lo entiendo, pero deberíamos dejar atrás los requerimientos de esta estructura cuando salimos a la calle.
Por tanto, recapituló, calificar es hablar del momento de parecer, no hay que extrapolar atributos más lejos que del presente. No somos altruistas, tenemos actos altruistas y estos actos tampoco son, sino que, según las consecuencias y sus efectos podrían tornar, por ejemplo, a egoístas. Uno no es alto ni bajo absolutamente, su altura es mayor o menor a. Nuestras decisiones no deberían condenarnos porque son consecuencia de cambio...
No supo explicarse a sí cuán inmensidad entrañaba la cuestión, y tal vez no fuera excesiva la importancia, pero para darnos cuenta de nuestro cambio es preciso simular lo extremo.
Al momento de ocurrírsele esto último ya había terminado de llevar los tablones junto con su compañero. Pidió que le dejaran decidir la posición de las figuras, para que pareciera todo lo real y vivo posible, e incluso exigió que al menos una vez al día se cambiara su posición.
Pero como saber no da felicidad siempre, decidió olvidarse de todo lo que pensó para no convertirse en un inadaptado. Será cierto que no más allá de la imaginación existe el delirio.

sábado, noviembre 04, 2006

Efectos del azar en las relaciones entre humanos

Entre entrada y entrada pasan cosas que amagan un poco a ser dibujadas, pero cuando llaman a la puerta, es necesario abrirlas para que dejen de inquietar mi cerebro.
Las ideas son egoístas y lo único que quieren es parasitar, y parasitar cerebros y más cerebros.
Hoy debía ser el día en que esto saliera a la luz, aunque son pocas las antorchas que se funden en este espacio virtual, ya lo sé. Pero si algo me lleva a continuar es el influjo que tienen para otras personas, para bien o para mal.
Ahora acabo de volver de una práctica de campo en las sierras de Huetor y Baza. Por el camino apareció esa idea y se me presentó ya cocinada, como el campanazo que dan los microondas cuando la comida está lista... bueno, no siempre.
El caso es que en contra de otros intentos frustrados de conseguir teorías acerca de la vida, en esta ocasión mi tesis tiene bastante aceptación en la calle y ha título práctico ha resultado ser lo más real que ha pasado por este blog (y pasó desapercibida en mi blog sobre sociedad). No obstante, no me gustaría lanzar campanas al vuelo (porque uno no ha de temer a los objetos, más bien a su estado de movimiento), pues esto podría significar de pecar de trivial. Por eso esto es una nueva prueba que deberá pasar esta teoría: su publicación.
Ahí va.
Hoy la luna llena se está alzando sobre mi ventana y mi ordenador está dando palmas a golpe de teclado. Todo vive en la apariencia y eso es lo que vengo a demostraros.
Dándole vueltas y vueltas casi me creí que era una modificación de la teoría del caos (esa del efecto mariposa, buena película por otro lado), pero ahora comprendo que no y que, aunque la mayoría de mis ideas rotan sobre la depravación de la sociedad, está tiene individualidad de ser pensada y amasada como algo alejado de lo demás.
La idea torna bajo la base práctica de que existe una aleatoriedad que nos rige. Ya el origen de lo orgánico (y del Universo) fue azaroso: unos átomos formaron pequeñas moléculas que formaron macromoléculas, etc... Pero aunque nuestro origen individual no sea del todo azaroso (en la mayor parte lo es; y no quiero tomar la postura de que todo es azar en su naturaleza), pues es harto improbable que metamos unos átomos en una caja y salga un hombre insumiso, sí que el proceso evolutivo se debe, casi en su totalidad, a la combinación no dirigida de sucesos.
Sería interesante que asentáramos las bases de nuestro crecer-como-personas en hechos rotundos para buscar salidas lógicas a lo que sucede a nuestro derredor. Pero como no impongo criterios, solo aconsejo, no voy a insistir en mi método.
Así, pues, partiendo del hecho (bueno, seguro que hay por ahí algún americanito que tiene tantas ansias de poder que se engaña para escandalizarse) anteriormente citado, en esta ocasión lo intenté extrapolar a otros ámbitos, como fue al ámbito de las relaciones humanas y saqué las conclusiones que al final de todo este viaje os encontraréis.
La pregunta a desvelar sería la clásica ¿por qué adoro a algunas personas y detesto a otras?. Quizá haya abusado del lenguaje, pero todo será solucionado.
Entonces, para desvelar esta entramada pregunta decidí observar detenidamente como si fuera un narrador omnisciente las reacciones de otras personas con relación a las demás. Y después de hacerme este propósito dejé que las circunstancias se formaran parte de mí y en mi interior vi júbilo, llantos, indiferencias moderadas, amagos de ajustes de cuentas, silbidos en la lontananza, abrazos, conversaciones en bares, besos, botellones infestados de personas, calles somnolientas, casas que se derrumban, puertas que se dejan a medio cerrar, colchones que esperan dormidos a una persona brillante, aristas que no se pueden limar, ácidos y bases, dientes engarfiados, amapolas de Sevilla, susurros al alba, desprecio, Delicatessen, una arcotangente,... y la lista seguiría hasta llegar a lo inmensamente aburrido y tacaño, pero la idea está clara: existen reacciones distintas no solo frente a estímulos diferentes, sino que frente a iguales estímulos enmarcados en situaciones distintas también existe una inmensa variabilidad.
Con todo esto lo que quiero decir es que el contexto de las situaciones es un factor importante en nuestras reacciones como si de un estímulo oculto más se tratase, por lo que no le damos importancia. Pero esto es precisamente lo que nos hace depender en buena medida de lo imprevisible. Quiero decir con esto que en ese contexto confluyen tantas variables entre sí que podríamos decir que ese conglomerado (sistema) de sucesos simultáneos crea unas relaciones entre todos ellos que cambian constantemente. Por ejemplo, el hecho de que una niña se compre una piruleta puede influirme a mí que no pueda presentarme a un examen si entre estas acciones hay un efecto encadenado (imagínense alguna historieta) que es tan probable como que ocurra que ustedes salgan de sus habituales domicilios por la mañana.
Sí, ya lo sé, esta es la teoría del caos, pero solo me apoyo en ella ¿vale?
El siguiente paso en la escalada es combinar las inferencias universales con las particulares al hecho en cuestión. Pues entonces alguien pensaría que es azaroso el caracter de las relaciones entre personas, no del todo. Pues que uno no se enamora de una imagen, lo hace de una persona...
Pero es aquí el punto de razonamiento donde encontré la tergiversación. Siempre pensamos en querer u odiar a las personas en realidad estamos queriendo u amando a ciertos estímulos que nos infiere esa persona, es decir, así como de compatibles sean con nuestras actitudes las actitudes de otros, así nos sentiremos cuando los veamos.
(Quizá sea por mi temor a encasillar a las personas y añadir definiciones en el diccionario de gentes que ni uso ni tengo, pero esto es una maravilla lógica para mí.)
Por tanto, si las relaciones no son absolutas, están sujetas a un azar contextual, nunca podremos decir que estuve tomando café con tal, sino con la persona que un día concocí en un pasa de cebra y le dí mi teléfono... Pero esto sería estérilmente absurdo hablar de esa manera, pues damos por sobreentendido dicho contexto que de esta forma permanece escondido; el problema radica en que nos olvidamos de él siempre y a la hora de la estadística olvidar variables tremendas puede ser fatal.
El dolor ante la muerte se explicaría, según esto, en el dolor ante la ausencia para siempre de los estímulos que esa persona nos dirigía de forma directa o indecta gracias a los cuales entablemos ciertos vínculos afectivos.
Para finalizar el proceso de síntesis de tesis necesitamos enunciar una frase que reúna toda la substancia de ésta, y sería algo así: "En nuestra relación con los demás no valoramos a las personas, sino a las sensaciones que nos producen los ciertos estados en que se encuentra, según la situación, su actitud."
Ahora es el momento de dormir un rato, y luego hablar con alguien para comprobar la veracidad de esta hipótesis, para ver si crece a teoría y te hace orgulloso.
Y tras bailar con la más fea me toca esquivar las cuestiones que me embargan procedentes de todas las mentes más provechosas y, como no hay situación que se le escape al observador externo, he recordado que este último paso ya lo di y mi hipótesis dio la talla y no se arrugó al ver hachas en todo lo alto.
Y como el sobre está calentito, me tomo un respiro para ver cómo crece mi pequeña teoría y se hace adulta.
Recibirán noticias, seguro.
Pero piensen, no cambien de pensamiento, piensen y serán más consecuentes. Seguro que eso no hace mal a nadie.

miércoles, noviembre 01, 2006

Alucinaciones de madrugada

Llegó la hora de sincerarse, de coger unas alas y ponerse a volar, de postrarse ante las damas; porque, aunque ya no es tiempo de oradores, seguirá siendo tiempo de amor hasta que el hombre fenezca.
Ahora bien, aunque ya queden pocas damas (y menos aún que me quieran y puedan escuchar). Desde mi primer y único amor de un verano desaparecido nadie me ha contestado. Y cuando uno llega para pedir la mano se ha esfumado y entre las tinieblas de la gran ciudad blando una espada para cortar cabezas que insinúan cópula placentera a cambio de morbo.
Despierto aquí y soy feliz entre canciones de poesía, mas el viento que me ciega era una brisa mentirosa. Creo que he perdido el respeto a la sociedad como medio entre el que nadar.
Creí que había amigos entre tanta verdad para comprender que no soy insignificante y solo recuerdo la promesa que dediqué en un día espléndido a una vieja compañera.
Esto se acabó. Necesito otras soluciones para resolver mi vida. En ocasiones creo que debí de nacer unas décadas antes, pero en tal caso no sería el alma atormentada en la que he estado obligado a convertirme, en lo que siempre he odiado y cuando más necesito una ayuda no hay nadie que me devuelva favores que de pequeño creí que eran el banco de la amistad. He perdido coordenadas para adaptarme al amor.
Hoy soy hoja prisionera del aire otoñal, mariposa enjaulada. Busco porque el frío impulso de la naturaleza me necesita. Quizá Dawkins dijera la verdad hablando de genes egoístas que nos utilizan para su uso y disfrute. No soy poeta, soy un trobador despistado que intenten hiperbolizar mi locura para que trascienda en los demás.
No, no me hables. Es bastante probable que entre las esquinas esquive mis penas, que no soy bueno para ti y tus consejos, pues nadie quiere a un enfermo de compañero.
En ocasiones pienso que debí recoger las migajas que un día me ofrecieron y yo rechacé porque mi ingenuidad esperaba algo más perfecto.
Y si ahora estoy llorando es gracias a la vida, para que si me escuchas me recuerdes, pues el norte se quedó detrás mía y las mujeres que amo siempre me rechazan porque no estoy de moda.
Esta es la sombra que despliega mi horizonte de sucesos que comparto con mi soledad. Ayer conté estrellas y ahí apareciste tú.

martes, octubre 31, 2006

Un biólogo

[pulsa aquí]

jueves, octubre 26, 2006

Mentira

Con una palabra podría destruirte. Con una palabra podría hacer que rebuznases. Con una palabra con prenderías en qué te has convertido.
Así funciona todo. Somos palabras: las palabras nos riguen. Una alteración en la secuencia de letras supone cambios drásticos al igual que en el ADN.
Hemos creado una nueva forma de evolución que se rige en palabras.
Si esto fuera así -habría que discutirlo entre la mejor bebida isotónica- más de uno se habría colado por el retrete.

miércoles, octubre 18, 2006

Sin una luna

No son tiempos para oradores, sin duda; ni para las personas que andamos cabizbajos, quejosos de una mala fortuna espiritual.
¿Por qué no hay nadie que quiera escuchar porque sí, sin buscar ningún vínculo con el orador, solo una forma distinta de comprender?
¿Es posible que sea el tiempo un recurso limitante?
¿No será, en contra, que no lo aprovechamos como es debido: sin mesura y con precipitación?
Si hay un factor común en nuestra conducta es sin duda la escased de juicio al analizar las situaciones que merecen cierto reconocimiento nuestro. ¿Por qué miramos más allá cuando intentemos buscar la fuente de la que manan las verdades?
¿Acaso no existe nada inherente a nosotros que no influya?
¿Hay alguien que pueda demostrarlo?
Estupefacto me marcho.

sábado, octubre 14, 2006

Conspiraciones

¿Qué podría hacernos dudar entre la veracidad de una ciencia?
Algo así se preguntó mi colega Alfonso en clase. Y la consclusiones a las que los dos llegamos fueron sin duda disparatadas. Será culpa de Peter, sin duda.

Para

Durante la noche acontecen las más extravagantes ideas:
perros que hablan, ordenadores autoportátiles, móviles guías, matrimonios tecnológicos...
Y dicen que en la noche solo hay alcohol en las venas y es precisamente mi sangre la que es un embriabador elixir.
Pobre de aquel que reciba la sangre que doné.

miércoles, octubre 11, 2006

... por no llorar

Es gracioso. Le debemos mucho a la evolución en general y a la selección netural en concreto. No es cruel, es natural. Juzgad por vosotros mismos.

Culturilla general

Chistes para biólogos

jueves, septiembre 28, 2006

Valores y valorados

Reconozco (no sin cierto reparo) que en ocasiones muy esporádicas veo los programas de televisión que ni conozco ni entiendo para hacer sondeos entre las personas a hurtadillas.
También me veo obligado a decir que son numerosas las ocasiones en que desisto sin sacar nada en claro. No obstante, en una ínfima parte de ellas sí que no puedo hacer caso omiso a las consideraciones a las que llego, dando total fiabilidad a ellas aún a pesar de la escasa eficacia del método.
La cuestión se centra en l@s jóvenes adolescentes y las motivaciones de hoy día. Y la conclusión con la que espero no defraudarles, es que sus sentimientos están deviniendo a homogeneizarse y mecanizarse. (No, si Valle-Inclán no andaba tan errado cuando el esperpento llegó a nosotros.) Grotesco, realmente, y unas almas formando ese cerebro tan (permítanme la licencia) estereotipado por los ramalazos de las modas seguramente no sentirán placer por casi nada propio de ellas. No se abrumen (aún), por favor, cuando analicemos la situación, ¡echen a volar!
La escena (al menos como yo la entendí atisbándola de vez en cuando mientras resolvía problemas de estadística) de una serie cuya acción transcurre en un colegio de pago de niños bien era como sigue:
En clase de EPV (plástica en mis tiempos), la profesora (estereotipo de profesora amable pero ingenua) plantea al comienzo de la clase cambiar los útiles comunes de pintura por cáscaras de naranja desechadas para enseñar que existen tantas técnicas en el arte como planteamientos originales que uno tenga y, además, inculcarles valores ecológicos y cívicos sobre la reutilización de los recursos. Era de esperar la sorpresa de los chavales, pero no hasta un punto jocoso, y ni mucho la reacción debiera ser arrojarse unos a otros pinturas y cáscaras y harina (es un misterio saber de dónde apareció, a quizá hubo algo que me perdí).
Total: que con todo el barullo que se armó en segundos, mejor salir pitando a buscar a otra persona que impusiera más respeto como, por ejemplo, el director cascarrabias (arquetipo fantasma para mí). Y la pregunta retórica de la entrada: ¿por qué frente a un director irritado no luchan individualmente por su integridad como lo hicieron frente a la profesora ingenua?
Y lo que es más desconcertante (al programa de fenómenos paranormales llevaremos el caso), ¿por qué cuando el director pide la responsabilidad a la niña-liberal-que-siempre-está-en-todos-los-fregados (la promotora del motín) ésta se acobarda, y sale a cubrir su culpa otra compañera?
¿Será que en un mundo de pupitres las almas carentes de placer solo se calmen con amistad incondicional? ¿Será que la educación ha dejado de ser atractiva en el entorno? ¿Será que para apoyarse en un hombro hay primero que caer de bruces y dolerse? ¿Será que entienden el compañerismo como un acto de rebeldía contra la ética que la sociedad tiene más o menos tomada? ¿O podría ser, acaso, que construyeran sus proposiciones morales a través de lo que la sociedad capitalista les imprime? ¿Será que la única abstracción que pueden llegar a manipular es el amor? ¿O tal vez que entienden la vida como una lucha incesante contra todo (sí, el viejo cuento del eterno inconformista)? ¿Será la pubertad?
Decidid por vosotros mismos, pero lo que está absolutamente claro es que una juventud con preocupaciones o materiales o amorosas no controladas a su propio albedrío (no, lo que es peor: se someten –paradójicamente– con su rebeldía contra los valores antiguos tal y como el capitalismo les transmite silenciosamente) solo nos llevan a la batalla psicológica más importante entre dos mundo hermanos: jóvenes (o similares) y adultos; que más que complementarse se solapan, pero ¿hasta qué punto?
Si la historia sirve (entre otras cosas) para aprender de los errores, la sabiduría de los cuentos y el resto de la literatura parece que no (ya hablaremos del caballo de Troya moderno).
En definitiva, son gente manipulada para cambiar el mundo, ellos forman la base poblacional de occidente para mañana, si la situación no cambia, el planeta olvidará los más exquisitos manjares para la mente.
Las izquierdas políticas se fortalecen buscando nuevas soluciones a problemas ya solucionados: ya no existirán guerras, ya no necesitaremos cárceles ni iglesias, ya no pleitearemos con el prójimo, la justicia se hará in situ bajo el criterio de zombis zumbados,…; el mundo será maravilloso entonces, pues parece que si suprimimos los valores que imperan alguien con mucho poder se beneficiará, y éste no será –curiosamente– el que debería hacerlo: el pueblo; y cuando todos me reconozcan muerto tendrán el síndrome de cualquier-tiempo-pasado-siempre-fue-mejor y los que detestan a Platón y Sócrates por utópicos caerán en la cuenta de que de utopías también se vive, y de arquetipos en que convertimos el pasado desde el futuro teorizando esto primero será santo de nuestra no-vivida nostalgia.

Y por si fuera poco, el deterioro de la religión como parte de la integridad personal que está llevando a cabo la juventud actual hace fomenta nuevas paradojas en mi fausta materia gris. Y lo que más me duele es que la ciencia está siendo utilizada para explicar lo metafísico y que no hay mejor ciego que el que no quiere ver, y que no hay mejor iluso que el que basa su fin en métodos incongruentes.
Apoyo a la ciencia (me refiero a las ciencias que estudian la naturaleza, las que frivolizan al hombre son parte de la mente envenenadora de la sociedad) como mejor forma de conocimiento, pero no como la mejor manera de salvación moral. ¿Acaso me tranquiliza saber que existen síntomas crónicos como el de la elefantiasis? ¿Acaso alguna divinidad puede interceder en ello en cuanto piensa si no en cuanto forma parte de nosotros y, en general, de todo el sistema?
Si Lavoiser ya dijo que la religión hacía más dóciles a las personas, ¿por qué la juventud sin rumbo espiritual tiene comportamientos tan similares? ¿Será que acaba de nacer una nueva religión que oculta bajo el nombre de ciencia se llama sociedad del consumo?
Alguien está moviendo los hilos que nos evocan a tiempos de lucha por los principios, ahora solo hay ideas y gritos en los botellones y he rescatado a Einstein para que se refugie en mi búnker, pues probablemente solo existan dos cosas infinitas que son, a saber, el Universo y la estupidez humana, y ya son muchos los astrónomos que han suprimido la relación del primer elemento con lo infinito.
No me gustaría acabar triste estas palabras, hablar del presente como materialización del futuro debería ser un regocijo, pero en un sistema tan perfecto como es el planeta tierra, la opulencia de unos no es gratuita para el resto, y quizá cuando ésta se canse de nosotros y estornude, ya será demasiado tarde, y la historia de una especie será la historia de una decepción.
Por favor, si soy lo suficientemente inteligentes como para ser egoístas, no os torturéis.

Notas extremas

Desde hace mucho tiempo me estoy soñando con música que de romántica pasa a empalagosa, pero para conocernos a nosotros mismos es necesario simular los extremos y sus consecuencias para nosotros, esto me ha conducido a comprender que los sueños son meras extrapolaciones de la realidad y el alma mera extrapolación del sueño.

lunes, septiembre 11, 2006

Entre las masas

Me he divertido mucho. Por qué será que cuando miras hacia los ojos de alguien que se cruza contigo mientras caminas entre aglomeraciones de gente te mira tan raro si no te conoce.

Nuevos tiempos

Debe ser que por las noches no duermo bien, debe ser que por el día parezco un zombi, deben ser las necesidades que me he creado, debe ser que la nostalgia ha vuelto a casarme con una mirada fausta, debe de ser por el efecto contrario al placebo que me provoca adentrarme en mentes esquizofrénicas… no puedo adivinarlo. Pero lo que sé seguro es que me sobran ideas y me falta tiempo para desarrollarlas todas. Unas son geniales, otras son una auténtica bazofia; pero no puedo retenerlas, pues, al fin y al cabo, son ideas, y como todas mis ideas esperan hacerse en la más fina literatura no dejan de aprisionarme en el cerebro: quieren salir, repartirse por entre otras mentes privilegiadas. En mi cerebro son pequeños bebés que por la noche no pueden dormir si no hay nadie que las mime, que no dejan de llorar si no encuentran una mano amiga que les dé ricos manjares, que son tan vulnerables a los ataques de víboras viperinas sin un hogar donde morar. Las ideas son como hijos para su autor, como sobrinos adolescentes para el primer pensador, como tíos para el que las interpreta dos veces y como abuelos si alguien es tan temerario como para enfrentarse a ellas tres o más veces, notando que maduran con él.
Quise dejar un tiempo de escribir en Discursiones acerca de la vida, y no voy a volver a publicar nada de forma habitual sobre ellas en el blog por las razones que dije, por no conseguir el efecto que deseaba al comienzo; por esto se han convertido en un borrador de libro maravilloso, donde recuperaré el sentido original de la idea, el cual se fue degradando conmigo, pero que aún así encierra un jugo que debidamente exprimido primero y luego colado, será sin duda tan dulce como amargo, porque la naturaleza de las creaciones artísticas no se pude tornar de un extremo a otro tan sencillamente.
Pienso que así, lo que antes fue un blog cascarrabias madurará con mi dedicación y con la de alguna gente que ha tenido comentarios poco indiferentes al caso (que son los que me hacen seguir adelante) será algo digno de recordar para mi memoria.
Pero despreocúpense aquellos que ha percibido en toda esta parafernalia depresiva un cierto tono de despedida, pues están tan equivocados que si vivieran dentro de un cómic, seguro que una gran exclamación sorpresiva aparecería al lado de sus cabezas. No debo deletearlo solo cambiar y así me divertiré mucho más.
Este humilde espacio seguirá abierto a las grandes ideas que tengan lugar en mí; y si me idolatran tanto como yo a mí, no borren de sus favoritos el enlace que os lleva a esta página o uno de aquellos correos electrónicos que mandé a mis más allegados amigos y camaradas.
Seguiré discurriendo porque sigo sin comprender la vida en su extensión y totalidad. Detesto decir esto, pero es el problema que me ha dado más jaquecas en mi caminar, pero me está inspirando tanto que espero que mi superyo no esté tramando y ejecutando ningún juego con mi yo para apoderarse de mi mente, lo cual se traduciría en la locura que muchos alegan contra mí.
De todos modos, espero seguir en antena como homenaje al blog donde me siento más a gusto y quizá, si Lummerland se hace realidad, me dé el capricho de devolver las clásicas entradas a la luz con un poco más de lustre, pues tanto a las personas bellas como a las obras bellas, cuanto menos se edulcore, más podremos nadar en su belleza.
Gracias a todos, ilustrísimos lectores.

La vida sigue

Y como todo lo que hay detrás de los bastidores de esta montaña es realidad insuperablemente veraz –desde las situaciones hasta los personajes, sin olvidarme de las reflexiones (amigas, ¡cuánto os quiero!)­– en cuanto me ocurre, quiero dar noticias sobre un amigo que encontré en la montaña, quien me inspiró una teoría una noche de otoño que fue fundamental para encontrarme con Dubois y uno de sus hijos. Ahora todo le va bien, bueno, si no todo, seguro que ya no tiene necesidad de preocuparse por lo que antes desvariaba, y en estos momentos soy yo quien siente envidia sana en ese aspecto con él. Bajó de su cueva cerca de la cima de la montaña y es más feliz que antaño (paradojas de la vida) en su tierra natal.

Los que se enfrentaron a mí en el juego inesperado… Han madurado y, aunque todavía tienen los efectos de la edad del “canastón bocabajo”, su comportamiento ha dejado de avergonzarme tanto; aunque de momento sacan a relucir la actitud que es inherente a su naturaleza, pues eso es algo que difícilmente podrá cambiar.

Y, ¿qué decir sobre mi compañero en el juego inesperado, aquel que difamé tanto y abandoné a su suerte en la montaña? Pues lo único que me ha llegado al oído es que ya sigue poco mis apuntes y que, afortunadamente para mí, no descendió a ninguna cloaca para lamer el fondo ni siguió el ascenso por cuenta propia. Tampoco erró indefinidamente, pues con el tiempo logró encontrar el camino de vuelta y llegar a los pies de la montaña, cerca del encinar. Simplemente volvió a sus orígenes como yo volví a los míos y guardó hostilidades con su indiferencia; también intentó reflexionar, aunque unas veces porque le engañaron, otras porque no supo escribir, se equivocó de pleno con sus razonamientos en círculo, que incluso a mí me confundieron en primera instancia; y por último (y me parece normalmente lamentable) se introdujo en el mundo de los diablillos que ganan o pierden casos, pero eso último solo es reprochable a él en una pequeña fracción de culpa.

De las personas que perdieron el significado no puedo decir nada, porque ni yo las conocía en compañía ni ellas a mí; y si se cruzan en el camino ni ellas responden a mi llegada, ni yo a las de ellas.

Sobre el caso de la conclusión estrafalaria solo quiero decir que aún se está escribiendo y que pronto continuaré la historia de “C”, el vecino loco y del resto de compañero.

Para los tergiversadores, solo les pido que no sean tan tozudos y que la ciencia explora campos distintos a los de la filosofía, y que la política no puede ser superior a ellos, su dios escondido en la penumbra.

Con la justicia de las falacias sí que perdí el norte y no le mando ningún mensaje, y su caminar sigue describiendo una espiral que le llevará infinitamente al centro de nada.

Del que huyó de la justicia porque era inocente a toda costa sé que al final pagó por algo que no compró, aunque dice que en prisión la vida es muy confortable y que si se siente con necesidades cuando salga, no duda en delinquir, esta vez de veras.

El mago sigue con sus truquillos, como siempre, y siendo tan impertinente que cuando lo conocí. Hasta creo que tiene doble personalidad.

No me olvido de los que entrevisté para elaborar mi segunda entrada, pero nada tengo que decir, porque sus ideas siguen tan indeformables que se oxidan con los orines que los bándalos rocían sobre ella.

¿Nietzsche y Dubois y Quatuor? Después de su aparición durante la escalada he aprendido mucho de ellos, especialmente de Quatuor, con el cual tuve tiempo suficiente como para hablar durante un breve delirio de mi personalidad.

Lo dejo ya porque esto se está pareciendo al final de una de esas películas basadas en hechos reales que emite antena 3 los sábados por la tarde, en el que la voz de los personajes aparece cuando tiene la boca cerrada y desaparece cuando la tienen abierta, fruto de un descuidado doblaje.

Gracias nuevamente a todos porque sin vosotros no hubiera desarrollado en mí la escasa parte que adoro de lo que Lou Marinoff escribe en sus libros.

Bajo la penumbra

A veces pienso que no debería pensar tanto, que las cosas no son tan complejas como quieren nuestros ojos ver… pero, de repente, caigo en la cuenta de que esto ya es pensar y que en mi profesión es pensar.
A veces me arrepiento de ser yo, de ser como soy. ¿Por qué tengo que tener unos ideales? Ser esclavo del siglo XXI es muy cómodo, ¿por qué querer que le salgan alas a uno?
Me miro al espejo y mi alma se burla de mí. Fue divertido, pero en la fantasía recorrimos el camino paralelo a la realidad, asintótico a la razón. Soy espectro difuso de lo que debería ser.
Salgo a la calle y todo lo triste se derrite como el chocolate bajo el calor de los rayos del sol que concentra una lupa.
Miro las nubes y temo no estar compartiendo el momento con nadie.
Veo sombras donde antes había un parque con un lago, ranas y nenúfares. Tengo el presentimiento de que mi vida se despide del cáncer atinado, del sendero de oro.
Veo el horizonte y se me hace empinado y quebrado. Nunca entendí a los que no son como yo quiero que sean, por el Gran Hermano del pueblo de la ciencia y el conocimiento de lo cierto y necesario.
Si fui algún día dictador fue por no ser flexible, por no soportar lo losa de granito y nácar que pasa rodando por entre mis espaldas.
«Utopía», dice mi cabeza. «Evasión», dice la pureza. «Moderación», dice la soledad. «Evasión», para dar un contemplar.
Aunque ahora muera en mí, entiende que, desde donde esté, siempre me asomaré al balcón perpetuo de las malvas. Siempre te vigilaré.
¡Oh! ¡Qué hermosura me infieres! Y me obligas a plasmarte en cada letra de mi habitación.
Cavilo y doy vueltas al corazón para decirle que pare, pero no me hace más caso que el contrario de la indiferencia. Veo estrellas.
Siento que todo se acabó y me llevarán al viejo encinar y a unos amigos de oxígeno, pues el libro de la conducta así lo dicta.
Llevadme al encinar, a volver a ver a piris y estuvis y ronmis, por favor, llevadme al frío suelo de la luna, bajo la que rezo muchas noches.
Dame el bastón mágico para crear vida por mí. Vosotros quisisteis marchar a la recogida, ahora recogedme y llevadme al encinar donde los triquinosos campan a sus anchas y las ovejas vadean buscando un final que llega tarde; ahí donde el agua es capaz de ahogarme en sudores y escalofríos vespertinos.
No quiero tener menos vida, quiero tener la que me pertenece y aunque haya muchos que se rían de mis enigmas, seré el más sano y de seso sésil.
Dejadme ver columelas en plena vida y setas que pueda comer sin cavilación. Discurre entre mis dedos filosofía y dejo que sea tan volátil, alcohol de los lunáticos, embriaga de sabiduría a toda el agua, con membrana semipermeable.
Cambiar el mundo es lo que un niño pequeño soñó y ayudarle es lo que hizo a su amigo mayor, los sueños son ilusiones, pero muchas de las ilusiones son rayos verdes de un quirófano para animar el mundo.
Es imposible crear, solo quiero ser feliz, y esto sí que es increíble, pues es cierto y no es necesaria ni una pizquita de fe festiva.
«Cinco», no sé por qué se ha posado en mi cerebro aleatorio, pero los primos son siempre buenos alentadores, camaradas de buenas noticias; aunque no exista la bondad (tampoco existe el idilio), el hombre necesita ideales para comenzar a crecer.
Llevadme al encinar donde conocía a Nietzsche y Asimov, ven conmigo y nos llevaremos bien. Sal de la inmundicia, amigo, soy tu razón reveladora. No te deprimas más, no alcances la gloria que no existe. Sigue aquí con pies en el suelo plomizo de color caoba.
Lleva un haz de linterna al fin de los pensamientos. Soy la estrella que te ilumina, sé noble y fuerte frente a la adversidad, un colorante edulcorado no puede hacerte fatal. Comprende que la casualidad es dios y tú eres causal. No me importa que un día no salga por la mañana, esperaré a que la tierra tenga la oportunidad de girar.
Aquí concluye la noche enfermiza de uno de los más lunáticos, colgados, que vagan por entre las sombras. Feliz día, ya no me queda nada que compartir.

domingo, septiembre 10, 2006

Recuerdo... un problema

He vuelto a recordar la infancia y mientras lo hacía he podido contemplar ciertas actitudes, ciertas formas de ser de las personas que se paraban cuando caminaba, pero no recuerdo a la gente en sí: sus caras… tal vez, sus voces… son solo esbozo, sus nombres… solo los más relevantes.
Recuerdo infinidad de las anécdotas que cualquiera puede contar, pero solo atisbo su compañía. ¿Será que durante la infancia mi visión de la realidad estaba un poco desenfocada? ¿Será culpa de que durante esa época no me cruzado con gente que no fuera digna de recordar? ¿Será ocasionada por una prolongación de la amnesia infantil? ¿Será acaso por el amor propio que tengo hacia?
Dejo las preguntas en el aire y no quiero que nadie me las conteste, ni mucho menos un psicoanalista o un psicólogo o un psiquiatra o quien se preste a serlo, porque creo que la mejor psicología está cerca de la filosofía de uno.
No ha mucha distancia de la confusión persiste la duda, por esto no quiero estropear mi encantadora locura.

sábado, septiembre 09, 2006

Problemas mentales

Me denominan loco, pues la vida fluye en mí.
Me llaman loco, pues la vida es mi amor.
Me llaman loco porque creo en la filosofía como la mejor psicología.
Me dicen loco porque en vez de paranoias sufro de dianotas.
Me dicen loco porque las gentes en estado de embriaguez me repugnan.
Me llaman loco porque creo que el Sol desprende energía de la fusión nuclear.
Me llaman loco porque la naturaleza evolutiva humana es diferente en cada uno de los estados de mi vida, mi momento.
Me llaman loco porque veo un futuro peor.
Me llaman loco porque la camaradería es amistad.
Me llaman loco: vivo sin vivir.
Disfruto viendo lo que hacen los demás sin intervenir, solo por poesía.
Loco soy, aunque no lo pienso.
Me llaman loco, o si no raro.
Me llaman loco porque los exámenes son como trámites.
Me llaman loco porque creo que el esfuerzo es facultad de todo lo que tengo.

viernes, septiembre 08, 2006

Tridimensional

Os aviso que si tenéis sueños en tres dimensiones, debéis dejar de bizquear frente a estereogramas por un tiempo. Yo lo he hecho y me va muy bien. Ahora solo tengo sueños con melodías que me envuelven.

jueves, agosto 31, 2006

Una experiencia: la Experiencia

Quizá sea atrevimiento y solaz tildar a esta entrada con el tema principal de la banda sonora de la película Requiem for a dream, pero como esto es un experimento, si fallo estrepitosamente tendré margen para mejorar, así que, si alguien me está escuchando, le aconsejaría que si dispone de este tema que lo reproduzca mientras lee lo que sigue abajo y que después cierre los ojos y reflexione. Si no disponéis de él en este momento, siempre podéis pensar que suena y acompasar las palabras junto con la armonía. Si no la tenéis en mente, pensad simplemente en una música que rinde tributo a los sueños como extensión de la realidad. (Me he inspirado en una versión orquestal de 6'34''. Podéis intentar recitarlo como pronto yo lo haré). Así, sin más prolegómenos comienzo mi discurso:

http://newface2244685528.faces.com/TuneFeeds/723174/

Mira a tu alrededor. 6.28
Comprende lo que ves.
Ahí estás tú.
Y tu vida, de la mano. 6.18

Acorrala el aire temeroso.
Sigiloso corre a buscar
un destino que no es tuyo.
Y una golondrina en el mar. 6.06

Las ideas flotan
tanto en agua como en mal.
Atrévete y aventúrate
en esta historia total. 5.58

Hay caminos que no puedes evitar.
Abrazos que te da la adversidad.
Silencios en una noria
que más enferma que marea. 5.45

Aquí esta, ¿no lo ves?
Tu sueño te persigue
aunque nunca llegue
a buen puerto. 5.38

¡Vamos! Alza los brazos
en libertad
todo sueño de noche
es verdad. 5.29

Aprecia lo que tienes
entre las manos
y nunca pienses
que se esfumará. 5.22

Es espléndido conversar
con uno mismo
para entender
el color que de lo que ve.5.16

Todo es maravilla
si lo quieres presentir.
Duerme ahora y
mañana sueña. 5.09

Cómo acabará
no es asunto tuyo
el momento se escapa
si lo dejas partir. 5.02

Autorízale
a embriagar
el sabor de lo rojo,
el olor de lo dulce. 4.54

Continúa avanzando
por tu vida y
demuéstrate
lo que vales 4.48

Al otro lado,
lo que quieras estará
solo tienes que
convencerte. 4.42

Cierra los ojos.
Adéntrate.
Sé fuerte.
Este rumbo es. 4.36

En popa se empiezas
a atisbar
un círculo
sin color. 4.30

Ya es más grande.
Crece sin parar.
Te acercas o
se acerca. 4.24

Ya está cerca.
Un paso hacia
delante dar,
a un mundo nuevo viajar. 4.18

Llegó la hora.
Ya estás allí
Todo es tremendo.
Se acelera. 4.12

No puedes parar
lo que se te avecina.
Ni demostrarte
qué eres. 4.06

Este es tu sueño.
Sin saber por qué
le rindes un
tributo gigante. 4.00

Y disfrutas
sabiendo
que el frenesí
se desata por tus calles. 3.54

Has vivido mucho.
Comprendo que
manifiestes
un estado eufórico. 3.48

La obstinación
te ha traído hasta aquí.
Es tu premio.
¡Síííí! 3.42

El rededor
es idea
convertida en
sueño veraz. 3.36

Un paso tras
otro para disfrutar.
Una alegoría sin fin
y sin ti. 3.30

No es bien,
es portentoso,
todo lo que deseas
en la mano lo ves. 3.24

Todo lo que te quiere:
Un hombre o una mujer,
el agua o el viento,
justo o ilegal. 3.18

Comparte el momento
contigo
porque es tuyo,
es tu sino. 3.12

Lo que siempre amaste
está contigo
y nunca se irá
Es el momento. 3.06

Al frente.
No mires lo que fuiste.
Eres el rey
de tu vida. 3.00

Recuerda el pasado
solo para hacer
una ofrenda
a tu sueño. 2.54

¡Atención!
Solo en un segundo
vas a descansar.
Ya está. 2.48

Estás flotando.
Nadie te incordia.
Todo es maravilloso
en este lugar. 2.42

Arriba el cielo.
Abajo el mar.
En ti la estrella
que brilla más. 2.36

Corres y no te
aceleras:
así es como eres tú.
Detente. 2.30

Escucha los coros
que te acompañan.
Anuncian la aurora
de tu bienestar. 2.24

Has llegado al culmen
de la fantasía
hecha verdad.
Anímate. 2.18

¿Por qué estás triste?
¿Es la emoción?
¿Eres feliz?
¿Algo va mal? 2.12

Perdona.
La cima se
va elevando contigo,
con tu persona. 2.06

Cada vez
te abalanzas más.
Las alturas te
acompañan. 2.00

Pareces un dios
con totalidad.
Eres mago para
los demás. 1.54

Sigue regocijándote
en tu inmensidad.
Nadie ha visto
donde tú vas a llegar. 1.48

Seguiste un sueño
y ahora
estás guardando
su memoria. 1.42

Es su agradecimiento.
Un tributo al azar.
Cuando te da.
tú lo agradeces. 1.36

No eras nada y fíjate,
has devenido en una máquina
magnánima,
crecida más y más. 1.30

Sube. La cima te acompaña.
Tu ego aumenta
y se alimenta de ti
para avanzar. 1.24

Paso implacable
al son de una tambor.
Se desarrolla
dentro, en tu interior. 1.18

Corres y ya no sabes
qué te impulsa a hacerlo
y tu mente
se ha vuelto a enamorar. 1.12

Pero en un amor que
no es recíproco
el amante siempre
acaba mal. 1.06

Sientes algo que
te duele.
Una costilla
no está donde debiera. 1.00

Y poco a poco
el dolor deja atrás
lo que eras antes
y serás. 0.54

Todo se ha desvanecido
mientras la noche caía.
Una pena.
Ha cambiado el juego. 0.48

Te levantas
y compruebas que
permaneces
tirado y desamparado. 0.42

Ya no eras lo que eres
Eres un soplo de aire.
Un hálito por destapar.
Un globo estrellado. 0.36

Miras a una luz
y ya no te importa.
Eras enorme y
el batacazo es mortal. 0.30

Ya solo piensas en llegar
a un destino final.
Eres consciente de que
el hielo es resbaladizo. 0.24

Mas ya resbalado
no puedes frenar
la inercia que tienes
te ha estocado. 0.18

Cierra los ojos, tu vida
se acaba.
Y mientras piensas
tu memoria te delata. 0.12

Quisiste ser estrella.
Lo fuiste: era una quimera.
Nunca ames a un sueño.
Nunca te ames a ti. 0.00

(Gracias por interpretar vuestro destino)

martes, agosto 29, 2006

Realidad y demostración

Desde pequeño he temido a los fanatismos de corazón y los fanatismos de masas; aquellas actitudes que provocan a personas sentir adicción a las hormonas con que su cuerpo se prepara para situaciones de riesgo como podría ser la famosa adrenalina.
No soy practicante de ninguno de estos fanatismos, porque el saber que las más trepidantes sensaciones son vestigios de antiguos mecanismos de defensa, me produce una grima incontrolable. Por eso, llegado el momento busco el placer con éxito en las relaciones y en el saber. Cuando te introduces en este horizonte de sucesos, vas cayendo en espiral, acelerándote poco a poco hasta (espero no ver nada en ese momento) que las radiaciones te consumen y ya no eres nadie. Y éste es el riesgo que hace emocionante al conocimiento como algo superior a un individuo, pues pertenece a la realidad humana; por este motivo no me agradan los usos poco consecuentes de la episteme.
Pero no he venido aquí para opinar sobre lo que opino, solo digo que deberíamos con mayor frecuencia ver nuestro perfil en un espejo y lanzar una pregunta: "¿Cómo soy?"; y abramos bien el oído y notemos qué quiere el cerebro decirnos.
Hace poco tiempo, mientras desempolvaba el primer cuento que escribí apareció una frase que escribí para que me sirviera de premisa durante la confección del mismo. En la cartulina que abrazaba los corridos manuscritos había escrito:

"Una de las escasas formas de
darnos cuenta de cómo somos
es tomar parte en los extremos"

Y desde entonces he intentado simular las más esperpénticas situaciones en mi mente, para cumplir esta premisa de escritor.
Podrán criticarme de excéntrico, pero nunca de inconsecuente, porque mis sensaciones están a caballo entre lo subjetivo y lo objetivo: todo es cuestionado metódicamente y para contarlo, utilizo la gaya ciencia, es decir, la poesía (según nietzsche), todo lo que implique un arte escrito con musicalidad y ritmo; la metáfora (y la alegoría) es la técnica de expresión que nunca envejece, permanece impasible al paso del tiempo.
Y esto es lo magnífico de todo esto, pues ahora que llevo media hora abriendo mi mente estoy sintiendo que esto no era lo que yo quería escribir y que la vida me ha vuelto a gastar otra broma, mas cuanto antes me ría, antes me levantaré.

Como iba diciendo, los hechos a los que yo me aferro son conscientemente criticados en mi lóbulo frontal y solo dejo un lugar a lo abstracto para contarlo.
Por esta razón me gustan las intenciones de una serie que actualmente se emite en Canal 2 Andalucía y cuyo título es S.O.S. Estudiantes. Para quien no haya oído hablar de ello, que sepa que es una de las pocas series que, además de haces una representación de la sociedad (esto lo hacen todas: es una moda transitoria), hace una reflexión sobre el hombre como ser social: sus penas, sus fantasías, sus hábitos, sus formas, sus relaciones, su yo, etcétera; pero siempre de forma exagerado, grotesca en ocasiones.
Quizá sea por esta razón por la que se haya esfumado la audiencia poco a poco conforme el enfoque de la serie ha ido tornando del primer al segundo estado, pero, aunque yo nunca voy a pretender que veáis la serie, sí que me gustaría hacer alusión a uno de los mejores diálogos de la misma.
La suerte es para quien la busca, por eso me ha sorprendido encontrar unos videos en una de esas páginas donde uno puede difundirlos por la red. Si queréis una muestra de lo que os digo (aunque para mis divagaciones serían interesantes otros pasajes) podéis pinchad aquí y continuad leyendo luego.

Por las razones antes dadas, me todo la libertad de hacer un arreglo de un pasaje de la serie, en que se nos presenta a un vendedor de enciclopedias (V) llamando a la casa del inquilino loco con la camiseta ensangrentada (I) que aparece en los videos. El resto sigue así más o menos.

I: ¿Qué..., qué quiere?
V: (Se asusta al verlo) Hola, soy vendedor de enciclopedias. (Sonríe forzadamente)
I: Oh, nunca ha venido un vendedor a esta casa.
V: Pues mira, hoy ha coincidido que usted y yo estemos aquí.
I: (Calla)
V: ¿Está el dueño de la casa?
I: solo está mi madre, pero el dueño es mi padre, que está... muerto.
V: Vaya, hombre, pues lo siento.
I: (Acerca su cara a la del vendedor) ¿Cuánto?
V: (Asustado) Pu... pues lo normal en estos casos.
I: (Enrabietado) No es suficiente.
V: (Hace ademán de llorar)
I: (Grita) ¡Más!
V: (Finge que llora)
I: Está bien.
V: (Se siente aliviado)
I: Y... y para qué había venido usted.
V: Vendo enciclopedias. ¿No necesitará una?
I: No.
V: Bueno pues entonces... (Hace intento de escaparse, pero el inquilino loco lo coge de la chaqueta cuando se da la vuelta)
I: Eh. ¿Quién le ha dicho que se puede ir?
V: No pero si yo no me iba.
I: Pues entonces... ¡salta!
V: ¿Qué?
I: (Enfadado) Que he dicho que... ¡salte!
V: (Se pone a saltar)
I: (Se ríe inquietamente) ¡Salta! ¡Salta!
V: (Para de saltar asustado)
I: Bien. ¿Por qué saltas?
V: (Entre el espanto y la incertidumbre) ¿Qué?
I: (Enfadado) Que por qué saltas.
V: Porque tú me lo has dicho.
I: (Acerca su cara y enseña los dientes) Y si yo te digo que te claves un cuchillo, ¿tú te clavas un cuchillo?
V: No
I: (A punto de estallar) Y entonces, ¿por qué saltas?

Y aquí acaba el pasaje, nadie sabe lo que pasó después por la cabeza del vendedor porque los testimonios de la serie nunca vuelven a hablar de él.
Espero que ahora hagan reflexión sobre esto, y a ver si entre todos logramos que la razón esté más presente en nuestras vidas.
Hasta la próxima.

miércoles, agosto 23, 2006

Un tema infinito

Todavía existe mucha gente a la que no puedo comprender.
Más que a la gente (es cruel calificar a las personas por ciertas acciones o pensamientos sobre determinados temas) a ciertas actitudes ante ciertos temas.
¿Por qué ante todo lo que las leyes nos prohíben queremos presentamos una actitud de sufrir ofensas por doquier?
¿Será porque nos obligan a cumplir leyes que desconocemos (un estudiante de algo poco parecido al derecho no paraba de decir que el desconocimiento de las leyes no exime de su cumplimiento) o que si intentamos entenderlas desistimos de la labor porque si lenguaje es tan pedante, obsoleto e ininteligible que es necesario ser docto en la materia?
¿Por qué la gente de a pie, la que va a cometer errores debe de ser más que inteligente para vivir en la ley?
¿Por qué las leyes no nos amparan, mejor que eso, nos castigan?
¿Es que todos merecemos ser castigados?
¿Por qué a este estudiante le examinan sobre complicados hechos a los que debe sacar solución de algún libro de más de mil páginas?
¿Acaso para vivir necesitamos libros que deben definir nuestras conductas?
A partir de ahora les animo, se unan a una religión o secta o hermandad que acabo de fundar.
Nuestro libro sagrado estará formado por libros llenos de leyes, normas, etc... Aprenderemos a leerlo, aprenderemos a venerarlo, aprenderemos a cumplirlo a rajatabla.
Y cuando a cada uno de nosotros nos llegue el día final, y no podamos reunirnos a rezar, llegaremos a la conclusión que hemos desperdiciado nuestras vidas y a partir de ese momento lo que nos tocará será vivir la vida auténtica como nos plazca.
Es un canto a la muerte como forma de renacer.
¿A quién se apunta?
¿Por qué parezco un estúpido?
¿Acaso este no es el camino por el que debemos plantearnos las cosas?
¿Por qué si queremos sobrevivir (al menos dignamente y sin que nos pisoteen el trasero o se aprovechen de vacíos legales) debemos tener dos profesiones?
¿Por qué me siento agobiado mientras pienso todo esto?
¿Acaso vivir no debería ser un hecho?
¿Por qué las ciencias humanas son tan frías con el hombre, será porque somos sus conejillos de indias?

Ahí me voy, a otro lado, con mis dudas metódicas, a vagar por el oxidado inframundo, que es lo mejor.
Quizá porque sabes qué puedes hacer.

martes, agosto 22, 2006

Incongruencias

Todavía existe mucha gente a la que no puedo comprender.
Más que a la gente (es cruel calificar a las personas por ciertas acciones o pensamientos sobre determinados temas) a ciertas actitudes ante ciertos temas.
Alguien dice que la gente que coordina estos temas de medio ambiente hace mal en proteger al lince ibérico sin conservar su hábitat y que protege sobremanera a los pajarillos (aves passeriformes en su mayoría. No penséis que hay una e caprichosa por aquí) que el atrapa con sus trampillas.
Solución que propone: que se extinga el lince ibérico.
¡Oh, sí! No sé que premio Nóbel otorgarle. ¿Alguien sabe para qué sirve un biólogo?
Pero, podría "entender su recelo" por todo el romanticismo que se está dando a nivel mediático en el país (o lo que sea, ¿qué más da?).
¿Este es el precio que pagamos a la sociedad de la información: desinformación?
¿Qué nos mueve a hablar sobre lo que alguien desde arriba quiere que hablemos?
¿Por qué los beneficiados en la sociedad de la información no son los informados?Una vez más los que nos quedamos atrás.

viernes, agosto 18, 2006

Entre el alba y el amanecer

El sueño forma parte de nuestra vida, incluso me atrevería a decir más que la propia vigilia, siempre hay sueños que se convierten en obsesiones (sueño en sentido amplio).
Quien no haya soñado, que coma el primer mendrugo, el resto que se emocione.
Pero en nuestra cabeza el bien y el mal están como disueltos y es este el hecho de que sintamos más buenas que malas emociones y viceversa tanto durmiendo como durante el resto del día.
Y si hay emociones de diversa índole, lo mismo ocurre con los sueños.
Siempre intento ser buen anfitrión, es decir, intento tratar lo mejor posible a los que se hospedan entre mis palabras, mas sería una quimera el no hablar con la vida como momento (en sentido físico).
Por estos motivos quiero acondicionarme para haceros ver que no existen sueños agradables ni sueños abrumadores, solo existen sueños; y si hay algo agradable o abrumador en todo esto, es sin duda nuestra relación con ellos.
Hasta la fecha no he hablado con nadie sobre sueños que no haya tenido alguna vez alguna pesadilla.
Y si lo estáis buscando, marchaos a otra estación para bailar con algún otro que pase por allí, porque quien os habla ha disfrutado con pocos recuerdos de sueños, pues (ya por azar, ya por finalidad) mis recuerdos tornan siempre a desagradables (aunque esta situación fomenta que mi imaginación se desplace por lo quebradizo).
Como cualquiera de vosotros, yo he tenido algún sueño que se alargaba por el día y algún día que se alargaba por el sueño.
Desde hace mucho tiempo un sueño lleva atormentándome, elevándose por la vigilia y taponando el sol del mediodía.
Sueño y cuando sueño pienso y cuando pienso soy y cuando soy estoy sobre un fondo oscuro; como un tornillo sinfín me enrosco en la trama aunque mi alma consciente conoce cómo va acabar.
Me dejo llevar, ingenuo, por los sucesos, como niño que siempre fui y me encuentro atrapado sin saberlo en lo más maravilloso de mí: en la máquina donde lo real se hace abstracto y lo abstracto, real para alimentar a la evolución de grano con las manos sucias.
Cerré los ojos y lo próximo que recuerdo es estar en una cómoda nada oscura donde lo único soy yo y lo que en mí acaece.
Y ocurrió de mi lado izquierdo, a la altura de las costillas, se ma apareció un pequeño bulto que con el tiempo creció y se transformó en una especie de gusanillo enroscado, unido lado con lado a mí. Era yo, pero cuando quise acordar se separó de mí y fue otro, pero vitalmente idéntico a mí.
Era un niño, el niño que había sido se manifestó, salió de mí para mí.
Todo lo que sentí fue espantoso mientras "me expulsé", pero si el sueño en vigilia, la vigilia es sueño e influye a la hora de ser. Y no me extrañaría que un biólogo en ciernes piense por el día en vida y, como los animales son lo más semejante a nosotros, en qué "piensan" los animales cuando se reproducen asexualmente.
Tal y como un pólipo, cuando se clona por gemulación me sentí.


En días no pude dormir y en las calles me encontraba ausente y sin destino fijo, errando a la luz. No sabía qué quería decir eso, porque a todo en la vida hay que buscarle su significado y si no lo haces, te desvanecerás como una mota de polvo que llega a un horizonte de sucesos.
El shock que siempre al principio nos supone duros perjuicios se me fue haciendo débil, aunque mi duda permaneció allí. No obstante, el choque volvió a atacarme de nuevo por las noches hasta en dos ocasiones más, pero ni aún así lograba desencriptar por qué ese temor seguía en mí.
No pienso en milagros, pienso en casualidades y coincidencias que se hacen dignas de mención y subjetivación, pues al final di con la respuesta a mi malestar interno.
No fue horrible porque reproducirse por gemulación sea una actividad terrible, sino porque es una actividad incongruente para un vertebrado y mi terror no manaba del miedo a lo incoherente, sino el miedo a Darwin y a contradecir sus teorías.
Esta era la señal, inequívoca y severa señal y desde entonces intenté encontrar una respuesta a todo lo que me atormentaba desde su propia naturaleza y encontré que, salvo los miedos enfermizos, todo temor a corto plazo se disuelve si lo analizamos, si evaluamos consecuencias.
La pesadilla (mal llamada): no me ha abordado de momento y, sinceramente, no creo que se atreva, pues mi mente ya no tiene que manifestar inquietud ante ese respecto.
En fin, esta experiencia me ayudó a apreciar los sueños como espejos donde se reflejan los problemas que son ajenos a nuestros ojos; y lo que es más importante, me hizo aprehender cuán maravilloso y esencial es el sentido evolucionista que dejó Darwin como legado; esencia de la biología.
Podría seguir con el tema (pero para eso ya esta uno de mis otros blogs), pero como soy consciente que más de uno se está empezando a aburrir con esta imprevista disertación me iré a echar una cabezadita para ver si lo que acabo de escribir es una falacia o una realidad.
Y antes, dejo una palabra escrita antes de dormir:
Namárië

Destellos del ocaso al alba

Dicen que cuando el sol se esconde no devería de volverse oscuro. Pero ocurre y a veces es fascinante dejarse de contradicciones y vicisitudes esperando a que algo maravilloso ocurra. Ser espectador partícipe es lo más hemoso que existe.
Ayer soñé con la vida. Ayer soñé con pájaros que surcan cada día cientos de quilómetros de cielo para alimentar a sus crías.
Hay algunos Phoenicopterus ruber que crían sus polluelos en la laguna de Fuente Piedra, se van a Doñana a comer por el día y regresan por la noche.
Dicen que es espectacular cruzarse en este último trayecto con ellos si la mentirosa luna está un poco oscura.


Ayer soñé y me pareció que aún quedaban unos rayos del sol que anocheció hacía largo tiempo que se hacían extraviado y buscaban un lugar donde refugiarse del hermetismo.
Sus colores rojos, rosas, fucsias se deslizaban titilando por entre las nubes de espumas hilvanadas por el viento.
Quedé tan atónito que ya no tengo más poesía para cantar, pues lo excelso no necesita descripción, es una entidad por sí solo.
Desperté y cuando miré por la ventana, habían conseguido llegar con el sol.
Mas, aún así, me sentí agradecido por la vista de sus juegos que me regalaron.
Desde entonces, cada vez que miro el sol más grande del día me pregunto cuál de esos rayitos serán aquellos flamencos que me tuvieron en vigilia durante el sueño.

jueves, agosto 10, 2006

Cerrado por reforma

Cuando descubrí el mundo de los blogs por casualidad me pareció una buena idea para discurrir, para reflexionar, pero un camino tan largo solo se hace pesado y arduo. Y como no he conseguido poco que llevarme a la boca para tomar aliento y continuar, he decidido volver con las discusiones a los bares.
Pero como sé que son muchos los prudentes lectores que han pasado y se sentirán apenados mientras leen esto, volveré pronto con otra excursión, pero esta vez, enfocaré todo lo que escriba para divertir y aprender, no intentaré faltar a quien no lo merezca como al final casi ocurre.
Y para mis incondicionles, simpre podéis visitar mi resto de blogs sobre:


No obstante, dedicado a la gente que mencioné más arriba dejo una historia y (si pudiera ser) una canción.

Hasta más ver.

Réquiem para un hombre del campo

Desopucado lector: sin más dilación pasaré oportunamente a contar un fragmento de la historia de un hombre que, ficiera cualquiera de las cosas que ficiera, siempre concurría algo que le importunaba. Nunca estuvo sobrado de fechos que le agradaran, pero sus grandes ganas de vivir eran suficientes razones para sonreír bajo la inoportunidad. Siempre fue así, hasta los últimos días en que andaba más jorobado que de costumbre, gimiendo a cada paso y sin conocer a nadie, ¿será porque dejó el cortijo y se mudó al pueblo con su familia? Yo juraría que sí: perdió sus hábitos, perdió su vida.
Vida de aventura sin duda la de este hombre, pero entre el compendio de sucesos que le acaecieron en su momento y que contaba a mi padre en las tardes del estío en que iba a realizar transacciones a mi pueblo desde su cortijo (a más de 15 km de distancia y ascendiendo escarpadas pendientes polvorientas o enfangadas) siempre hubo una de aquéstas que me impresionó; no se me ocurre si ora por lo que en ella hay de fantasía, ora por lo que de verdad esconde.
El caso es que este suceso sobrevivió al expolio que realiza de forma autómata mi memoria cada cierto tiempo y por esto es digno de contarla. No hace mucho que Morfeo le atrapó para siempre en sus brazos y cuando esto acaeció, me encontraba lo bastante lejos del pueblo como para que fuera la excusa ideal para eludir estos trámites; pero si no hubiera sido de otra forma, no me hubiera molestado en absoluto.
Estas son las razones, y aquí abajo la historia; mi réquiem por él, para que sea recordado:

La presente historia trata de la aventura de un joven, procedente de una familia que estaba dedicada al cultivo y labranza del campo, y cría de ganado caprino. El cual durante la guerra entre paisanos, sin llegar a la mayoría de edad, tuvo que enrolarse en la zaga de uno de los bandos (¿cuál?, eso que importa). Ahí arriesgó su vida en más de una ocasión y más de otra fue apresado por los contrarios; pero siempre salió ileso ayudado por su fuerza vital y su inteligencia (por qué no decirlo): historias de las que recuerdo nubladas narraciones y por ser bastante desagradables éstas me veo forzado a no mentarlas, al menos, en esta ocasión.
Sucedió que una de las veces en que fue preso, logró escaparse de su encierro gracias a una redada que organizaron todos los compañeros para salirse del camión que los llevaba al lugar de fusilamiento, y llegada la hora una marabunta de personas se abalanzó y los candados cedieron, fecho que entre los enemigos incitó a que apuntaran contra ellos. Muchos cayeron nada más salir, unos murieron nada más salir, otros fueron feridos y murieron en cuestión de días, otros vivieron feridos o no; y Dios y la suerte quisieron que nuestro homenajeado corriera tanto que no fuera alcanzado ni tan siquiera por un perdigón.
Todo aquel que pudo corrió y se dispersó hasta perderse por entre los árboles de un no muy denso bosque por el que en ese momento la comitiva pasaba, y entre encinas todos se guarecieron y se alejaron del lugar. Y, como ya la guerra estaba al borde de su expiración muchos de éstos no lograron volver a sus bandos; no obstante, a nuestro protagonista tampoco le importó, pues nunca se sintió complacido por participar el la lucha. Sucedióle, por aquel entonces, que anduvo solo por el bosque sin encontrar compaña alguna, sobreviviendo de las bellotas y cualquier frutilla; hasta que el azar se topó en su camino conduciéndole hasta un cortijo de aspecto distinto al usual.
Cuando decidió acercarse a la era que se encontraba como antesala al edificio ya era de noche y se percibían las luces de una velas dentro, así que llamó a la puerta y en la ventanita enrejada de la misma aparecieron los ojos de una mujer joven como él y de tez "del color de la tierra" (dijo) tapada por una tela (a pesar que era primavera) que impedía verla, aún sí intuir que era fermosa como "el campo o la libertad". Sus rasgos moros eran prueba inequívoca, pero su lenguaje ininteligible para él lo confirmó más que sobrado. Estas palabras que la muchacha pronuncio no tenían más intención que la de avisar a alguien del interior. Acto seguido ojos de un hombre algo envejecido se posaron por entre la ventanilla y le observaron; pareciéronle hablar entre dientes, desatrancar unos pestillos y abrir la puerta. Apareciendo, inmediatamente, un hombre bastante obtuso ataviado con trajes propios de "moros", como había oído escuchar alguna vez a su padre o al ídem del ídem.
Entró haciendo gesto de agradecimiento y dentro (no sin antes quitarse las botas embarradas por cruzar un río de cauce mediano antes de llegar a la era), tras cruzar un recibidor y un estrecho pasillo, se halló a la mujer bella y a otra que se encontraba a su lado, la cual tenía una edad algo mayor. Ambas se encontraban sentadas en una mesa pequeña “paticoja” –dijo– y comiendo las más extraordinarias comidas; las cuales, aunque oían un poco extraño, sí que desprendían un olor muy elaborado y rico. A la luz de las velas también se vislumbraban objetos decorativos que emulaban a infinidad de formas geométricas. Mientras el hombre hablaba de una manera que le parecía rápida, inentendible, pero melodiosa, se sentó en el suelo pese a que le costó más de una gota de sudor cruzar las piernas. Ya todos mirándole, ofreciéronle comida y éste accedió. Después le dieron unas mantas para que no se fuera a dormir sobre el suelo desnudo, aunque no le gustó la idea y expresó su deseo de dormir en el montón de paja que vio en la entrada y que servía para alimento del ganado.
El hombre no accedió a que fuera así (entre otras cosas porque la paja estaba mojada por las últimas lluvias). Pero eso no pudo decírselo a nuestro amigo, por lo menos, no lo entendió a pesar de que los gestos que ambos hacían eran bastante precisos. Así que esa noche no pudo dormir, más que por el suelo (pues, al fin y al cabo estaba entarimado), por el pensamiento que le suscitaba la negación del moro, pero aún así (y es lo más importante) se sentía más seguro que los días que se encontraba en el frente: eso fue un alivio.
Otro día, ya por la mañana, el moro le despertó, le dio fruta de comer y ya fuera de la casa le señaló la senda que debía de coger para ir a trabajar. Él no protestó porque pensó que esta parte del trato ya se la habría comentado en algún momento, pero no tuvo lugar el acto de la comprensión. Subió por donde le indicó y a los dos minutos llegó a un huerto tan llano como la palma de la mano, tan grande como un pueblo, y tan frondoso y espeso que parecía el vergel desaparecido de la Granada en la época de la reconquista. Todo este espacio venía regado por un río mediano que formaba en la roca un pequeño cañón; era primavera y el agua estaba a punto de salir de su cauce. Ahí se encontraban trabajando desde hacía rato las dos mujeres que estaban en la casa cuando llegó. De inmediato se dispuso a imitar la faena que ellas estaban realizando sin mediar palabra alguna, pues ninguno estaba por la labor de llevar la iniciativa.
El tiempo pasó y pasó de forma idéntica desde el primer momento: las dos mujeres y nuestro amigo trabajaban sin conversar entre ellos una pizca ni contar un chiste aunque no se entendieran mientras que el moro estaba en el cortijo y de vez en cuando subía al huerto para comprobar si su cuadrilla era eficiente en el trabajo y cuando veía que una de las dos mujeres no realizaba bien su trabajo les castigaba por la fuerza y ellas sólo callaban; a nuestro aventurero solo le gritaba, pero como no le entendía ni tenía planes de aquello, no le importaba, era feliz en el campo.
Así transcurrió el tiempo hasta que un día de verano nuestro homenajeado se quedó solo en el huerto con la mujer joven, de la cual solo había visto sus ojos, lo que hizo que le sorprendiera el gesto que tuvo ella cuando desveló su rostro por completo: era fermosa y esbelta, como se la imaginaba. A pesar de todo, lo que más le impresionó fue lo que ocurrió seguidamente: le digo en un claro español "ven conmigo" y lo llevó hasta la sombra de una higuera. Fue ahí donde le digo lo mucho de amor que corría por sus adentros inspirado por él. Y éste, contrario siempre al mestizaje, se negó en rotundo, En ese momento la mora salió de la higuera con las lágrimas en los ojos y continuó trabajando. Pero desde ese momento todo el juego cambió de rumbo: acosado por la hija (supuestamente) debido al amor (que quizá fue incitado por la falta del mismo, ¿quién sabe?) y por el moro obeso (al que temía que le cogiera, sobre todo la hoja del sable que llevaba consigo a cualquier lugar); ya solo le quedaba como recurso escapar de allí a la más mínima oportunidad que se le antojase como buena.
Y así sucedió que un día de principios de otoño, un momento que se quedó solo con una de las bestias que servían para el laboreo decidió usarla para escapar subida en sus lomos; pero sus esfuerzos fueron vanos no porque era una bestia lenta, sino porque el único camino fácil y seguro pasaba ni más ni menos que por enfrente de la casa y, aunque fuera muy deprisa, coincidió que el moro, que estaba en la era hablando con otro de su mismo origen, lo vio acercarse, se escondió en la esquina de la casa, y asestándole tal sablazo al animal en el pescuezo que paró en seco su carrera y dio de bruces con toda la esperanza; terminándolo por rajar toda la panza de la bestia, saliéndosele todas las tripas y las vísceras por el suelo; mientras que el moro le señalaba con el sable y le indicó el camino de la huerta.
A los dos meses, tuvo una nueva oportunidad que se la brindó la naturaleza; y es que aquella mañana de frío intenso se levantó una niebla espesa que impedía la visibilidad a la distancia, gracias a la cual, podría escapar sin ser visto. Pero a esta vez tampoco fue posible, porque la mora vieja fue a la casa a avisar al moro de lo que ocurría, pero no lo logró, pues él, precavido, se plantó al ver el panorama en el camino de salida, lo que ahuyentó a nuestro sufridor en lo que se convirtió en su nuevo intento frustrado.
Los días pasaban y la desesperación ya se acumulaba desde casi un año. Y ya pensaba que esa iba a ser su tumba aún en su juventud: deseaba esquivar a toda costa el trabajo al que el moro le tenía sometido, que con el tiempo se fue haciendo más y más pesado, más forzado; por otro lado, la mora joven no dejaba de acosarlo gestualmente y con el tiempo cada encuentro con ella se hacía más y más insoportable; y para el acabose de su paciencia, llegaron noticias (a través de la mora joven) de que la guerra había acabado hacía tiempo, y concluyo en que sus allegados no pensarían otra cosa que no fuera en su muerte a manos de las milicias (ya que fueron las que le cautivaron); ya se imaginaba a su madre y hermanas vestidas de negro riguroso en señal de luto: había que hacer algo.
Nunca fue nuestro amigo muy religioso, por cierto, pero al final del invierno, tuvo lugar un milagro para la gente inexperta en la vida como él. Sucedió, pues, que en esta mañana la niebla que había era tan y tan espesa que era necesario el uso de un machete o algo cortante para abrirse paso. No era una niebla normal por aquella zona y por aquel tiempo, pero esto no se le pasó en aquel momento por la cabeza. En su idea estaba solamente el salir de allí entonces. Ya no volvería a tener en tiempo una oportunidad tan perfecta como esa; era el momento y él lo sabía. Así que hizo lo que pensó que debía haber hecho en la primera ocasión: tomar el río mediano abajo desde el huerto hasta el final de la finca. Subió al huerto y se dirigió corriendo hacia el río mediano, el cual estaba al final de aquél con la seguridad de que era casi imposible que le descubrieran. Llegó al susodicho lugar y se dio cuenta de que el muro que había colindando con el río era demasiado alto. Su sueño se esfumaba. Pero entre la niebla apareció una persona con el rostro tapado: era la mora joven, la cual le digo que ella le hacía la zanca para que se saltara, pues era tal el amor que tenía hacia él que no le gustaría verle sufrir ni verle en peligro por el moro por más tiempo. Y así le acaeció que ayudado por la mora joven consiguió salvar el muro hasta el río. Pero la ayuda estimable no fue solo esa, sino que le dio su turbante para evitar que, si era visto por alguien, antes de ser reconocido, debería pasar algún tiempo. No cabía en sí de alegría, por eso le lanzó un beso desde lo alto y ella sonrió.
Nunca la volvió a ver, y aunque hubiera ocurrido, seguro que estaría tras un turbante y tras una historia que impediría reconocerla. El caso es que gracias a ella logró escapar por el río entre la espesura de la niebla casi buceando y nadie con la suficiente vista hubo que lo reconociera entre lo blanco. Así escapó de ese lugar. Y al ver lo que había fuera de aquella cárcel, se encontró la miseria. No sabía qué era peor: si la esclavitud del rico, si la esclavitud del hambre.
Pero como siempre fue un pajarillo que amaba volar a sus anchas y amaba el trabajo para sobrevivir, no se le hizo pesado. No obstante tenía que comer lo que fuere, y para ello se las ingenió para que le contrataran en una taberna del pueblo al que llegó a los pocos días. Y así, cuando reunió los reales suficientes como para pagar a alguien que fuera para el lugar donde moró desde que comenzó la guerra, en algún camión antiguo, en algún carro de bestias (no lo especificó); no dudó en despedirse y marchar se de allí.
De aquesta forma consiguió llegar hasta su cortijo, donde su gente (como presupuso con anterioridad) estaba rezando aún por su alma perdida, que aunque –en verdad– no fue en guerra, sí en dignidad. Y aquí se instaló de buena gana y recobró su vida antes de la guerra, aunque con menos solvencia que por entonces. Pero en aquel entonces –dijo– se sentía afortunado, pues un pedacillo de tierra donde cultivar unos tristes granos de trigo era considerado un tesoro porque al menos se tenía algo en qué comer.
Y a todo esto, en un cortijo no muy lejano de allí, con el tiempo, desposó a una buena moza, con la cual tuvo una hija, que crió con el sudor de su frente, “regando –como decía– los tomates con el polvo del verano”.
Otras historias habría que contar que le acaecieron, pero creo merecerán más atención, por este motivo no descarto seguir hablando sobre éste y otros personajes reales como la vida misma.
De momento me conformo con que esta historia y este hombre tan fabulosos no se encuentren perdidos por ningún cerebro, sino que siempre permanezcan en la memoria de la Humanidad.
Este es mi homenaje a un hombre que siempre se mereció algo más, pero que siempre se le fue rechazado.

Hasta pronto.

 

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