miércoles, octubre 18, 2006

Sin una luna

No son tiempos para oradores, sin duda; ni para las personas que andamos cabizbajos, quejosos de una mala fortuna espiritual.
¿Por qué no hay nadie que quiera escuchar porque sí, sin buscar ningún vínculo con el orador, solo una forma distinta de comprender?
¿Es posible que sea el tiempo un recurso limitante?
¿No será, en contra, que no lo aprovechamos como es debido: sin mesura y con precipitación?
Si hay un factor común en nuestra conducta es sin duda la escased de juicio al analizar las situaciones que merecen cierto reconocimiento nuestro. ¿Por qué miramos más allá cuando intentemos buscar la fuente de la que manan las verdades?
¿Acaso no existe nada inherente a nosotros que no influya?
¿Hay alguien que pueda demostrarlo?
Estupefacto me marcho.

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