jueves, enero 04, 2007

Consejo para leer "Razon para mentir"

Para leer los post de la serie "Razón para mentir" os recomiendo una música que podéis escuchar en esta dirección:

http://newface2244685528.faces.com/TuneFeeds/740803/

Como veréis hay varias canciones. Están en orden inverso (como las entradas), es decir, que la primera canción corresponde con la última entrada, etcétera.

Espero que os guste.

miércoles, enero 03, 2007

Razón para mentir VII - ¿Por qué mentir?

Era una casa en ruinas. Allí llevaban reuniéndose cada noche Andrés y Blanca desde aquella tarde.
Ella, siempre acompañada por Tulpas, le traía una infusión caliente hecha de las hierbas más relajantes de los alrededores y él se sentía congratulado por su sabor y el estado de conciencia que le confería.
Pues bien, fueron tantas las veces que allí se vieron y tan bueno el trato que llegaron a tener que sus conversaciones se extendieron más allá de lo puramente objetivo.
Así, a la semana y pico del relato anterior tuvieron lugar unos hechos tremebundos. Perdonen, porque las limitaciones de mi pluma y mi palabra no reflejan lo que allí ocurrió en verdad:
A: Deja ese brebaje a un lado. Hoy no tomaré nada. Ha llegado el tiempo de sincerarse y salir a volar.
B: ¿A qué te refieres?
A: ¿Qué es real? ¿Qué es verdad? ¿Qué es un sueño?
B: Eh...
A: ¿Qué? ¿Y la mentira? De qué manera distinguirlos si, en cuanto los pensamos, requieren de un mismo esfuerzo integral, su naturaleza es la misma.
B: Supongo que será gracias al contexto.
A: Sí, pero ¿qué hacer si tu ámbito te miente?
B: ¿Y cómo estás tan seguro?
A: Luego te lo diré. Te plantearé un ejercicio mental: qué pensarías si fueras la persona más ingenua que conoces y un día alguien te aconseja mentir para salvar una situación complicada.
B: Mentiría, soy ingenua.
A: Y si, unos embustes más tarde, caes en la cuenta de que todas y cada una de las mentiras tornan a ser verdad. ¿Acaso no tendría problemas de concepción y todo el Universo se haría un ovillo que te aplasta las sienes?
B: No crees que eso es un poco... drástico
A: Drastico sería no darse cuenta y tú ahora tienes problemas de percepción.
B: Tranquilízate. ¿Por qué no te acercas más a mí? Y te quitas esa máscara. Ayer lo hiciste, ¿recuerdas?
A: Pero hoy voy a acabar con esta farsa.
B: Venga.
A: ¡He dicho «no»!
B: ¡No me toques!
A: Mientes, no puedes querer a alguien que no conoces. Porque yo ni siquiera estoy aquí y tú solo eres una creación de mi mente enferma.
B: No intentes saltar al Olimpo.
A: Te lo demostraré. Basilia me dijo que tú recogías las plantas para tus cocimientos. Cómo, me pregunto, una inválida mete en el campo su silla de ruedas.
B: Las recogían para mí.
A: La mentira solo atrae a mentiras, no quieras recuperar lo que se ha caído al abismo. Cómo tú, que te manejas tan mal con la silla, conseguiste subir la pendiente sin ayuda.
B: Me ayudó Tulpas.
A: Pero si no pasaron diez minutos y le dijiste que volviera en una hora.
B: En realidad bajé.
A: Imposible, no te vió Antonio, el adorable anciano.
B: ¡Tulpas! ¡Ven!
A: No intentes llamarlo. Tulpas es lo mismo que Antonio en cuanto yo puedo pensarlos. No va a acudir si yo no lo imagino.
B: Estás loco.
A: Levántate, no estás discapacitada, subiste la cuesta con la silla debajo del brazo.
B: Estás delirando.
A: Yo soy el escritor de esta historia, tú eres uno de mis personajes y no quieres aceptarlo.
B: Chicos, ya podéis ir por él.
A: Sé que mientes, cuando tengas el suficiente valor, para demostrártelo, estos orangutanes me soltarán.

Y lo cierto es que después de esto nada recuerdo, despertó en una habitación blanca, en el suelo había una mujer. Intentó ayudarla pero estaba atado de pies y manos. El olor a hospital era nauseabundo para un olfato delicado. La mujer era Blanca, esta vez sentada en una silla de ruedas. No obstante, su cara estaba más arrugada y envejecida mientras el día se colaba por las rendijas de la persiana.
Pero en un instante, desapareció para convertirse en su sombra y las ventanas se hicierona pared y el día, un tubo fluorescente y él mismo, tornó a ser vetusto y cansado. Y en ese momento cayó en cuenta de que se encontraba en una casa para enfermos mentales y la cazadora que utilizó para marcharse a la aldea, devino en una camisa de fuerza.
Despierta ahora, no para soñar, sino para ser persona, pues es de humanos mentir porque la mentira es parte de la vida. No es moral, pero tampoco es perjudicial. Todo depende de sus consecuencias y la interpretación de nuestro monóculo. Aunque esto podría ocasionarnos dolor de cabeza, ya lo creo.
—Antonio. Ya está la cena.
—Un momento, estoy terminando la historia.
—¿Qué haces?
—Escribiendo.
—Vamos, que te espera un tomate rosado con sal.
—Estoy acabando.
—¿Y yo salgo en la historia?
—Sí, como siempre, Basilia.
—¿Y de qué hago?
—De lo que somos: unos ancianos encantadores.

 

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