domingo, julio 15, 2007

Anécdota de la corchea sinuosa que aún vaga en el vacío hasta que llegue su momento


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“Sentados en la mesa de una bocatería (ojalá quedara algo similar), las vivencias experimentadas hacen acto de presencia de muy diversas maneras. Aquella noche, minutos antes, la banda…(las polisemias siempre le dejan a uno con incertidumbres que duran milésimas de segundo) …de música, quiero decir, el ensayo de la banda de música fue escenario de un hecho de especial relevancia, que haría desentumecer los más tímidos órganos de la risa (no me tomen por mentiroso si mi prosa no les trasmite lo que ellos sintieron).
Durate el tiempo que era necesario para la confección de los bocatas, una cerveza o un refresco y una conversación eran los únicos alivios posibles para el estómago y la mente. Las risas durante toda aquella velada no dejaron de diluirse en el ambiente, pero como el auge de la intensidad de las carcajadas siempre se producía cuando la mente colectiva de esos más-que-compañeros recogía de la historia la anécdota producida minutos antes, me he tomado la libertad de hacer un breve impasse en el transcurso del relato de los hechos para regocijarme (todo no va a ser permanecer sentado y escribir, a veces los que dibujamos letras necesitamos hacer sacrificios al placer).
Resultó, pues, que hacia el ecuador del ensayo el director de la banda voy oportuno realizar ciertas modificaciones en las partituras de los instrumentos que en cierto pasaje de la obra realizaban las labores armónicas. La base rítmica de negras que sostenía a la melodía debía de ser más punzada y para acentuar este atributo giró su silla hacia la derecha para que los instrumentistas realizaran el cambio en la misma sustituyendo cada negra por una corchea y un silencio de corchea.
Y si la formación de la banda era más o menos en hemiciclo, en la posición más alejada y más a la derecha del director, ahí, estaba el desaliñado y pasmado Rafa…en la inopia (créanme, nunca es fácil apelar cualidades con un solo sintagma, pero en este caso Rafa era el arquetipo de la idea, es decir, si su cara apareciera en el diccionario junto a esta acepción no sería sorprendente –aunque sí jocoso–); con mirada crítica fijada en ninguna parte pensaba sobre no se qué tecnicismos cuando de golpe y porrazo el director giró casi noventa grados hasta mirar ese rostro perdido y embobado y preguntarle si había puesto la corchea, Rafa (más bien su cuello) asintió débilmente sin mediar palabra alguna.
No obstante, nada de esto tendría sentido si no imaginásemos qué ocurrió dentro, en su cabeza, y así fue (nota: la trascripción no es literal, pero la gracia de esto está en la personificación de las neuronas de su cerebro):

«…teniendo en cuenta el algoritmo de Lenny para las trasposiciones quánticas durante la transmisión de impulsos…Corchea, ea…, ea…, ea. ¿Qué ha sido eso? …piezoeléctricos reconducidos por una manifestación…¡Eh! Un momento. Eso no ha sonado a informática. Recuerda eso último. …transmisión de impulsos…Corchea, ea…, ea…, ea. Desde luego, eso no sólo no ha sonado a informática, sino que…–no, por dios–…¡no es informática! (¡Ah! ¡Seguro dental!) Alerta a todas las unidades, necesitamos recontextualizar la memoria. ¿Dónde estaba yo? ¿Corchea? ¿Saxofón? ¿José Pablo (el director)? No será que…¡estoy en el ensayo de la banda! (¡Seguro dental!) Atención buscad una corchea en la partitura. Sí hombre, pa’ eso estoy yo. Eh, no te quejes. Primero que si unos impulsos y no sé qué más, y luego…¡¿que busquemos una corchea?! Andas tú listo si esperas que en centésimas de segundo vamos a reordenar nuestros impulsos nerviosos de manera y modo que busquemos una corchea. Pues algo hay que hacer y ya. Bueno…podríamos acelerar el proceso si…Si qué. Eh, tranquilo, aquí el único que tiene prisa eres tú, nosotras…O hacéis algo ya, o os prometo que esta noche la botella de anís que tengo en la casa…No serás capaz. Sí, y lo que es peor, minimizaré mi metabolismo al máximo, así la eliminación del alcohol será más lenta y progresiva. No, eso nunca. Pues arregladlo ya. Bueno, la solución más inmediata te causaría un pequeño perjuicio durante unos segundos. Y de qué perjuicio estamos hablando. Simplemente una parálisis regional del cerebro: dejaremos de transmitir impulsos nerviosos durante unos segundos excepto en una zona interna del cerebro cerca del hipotálamo que hará las veces de memoria auxiliar, donde, además de la información referida a la situación actual, se establecerán instantáneamente los recuerdos más antiguos. Ahí se pondrán las coordenadas necesarias para retomar la situación y entonces buscaremos la corchea. Un momento, ¿es peligroso? A ver, si no es peligroso para un ordenador, ¿lo es para ti? ¿acaso una máquina te puede sustituir? Es cierto, si no se interrumpen las interconexiones neuronales en esa zona baja del cerebro, no hay ningún peligro. Pues entonces, ¿estás dispuesto? A cualquier cosa, pero rápido, no debemos perder ni una infinitésima más. Entendido, esto te va a doler un poco.»

Y la deliberación y lo planificado tuvieron lugar tal y como discutió Rafa consigo, durante unos instantes su rostro permaneció impasible y dejó de parpadear. Pero lo que él nunca vio fue la cara tan…expresiva que mostró durante esos segundos inexistentes en su memoria, y cuando comenzaron a reiniciarse todos los vínculos electroquímicos entre sus neuronas. De manera armónica sus ojos –aún absortos– comenzaron a deslizarse por entre la partitura buscando una corchea que nunca iba a aparecer. Lo que pensaba sería algo así:

«Mierda, hay algo que falla, pero ya no recuerdo qué. Y lo que es aún peor, no sé por qué estoy buscando una corchea. Será posible. Utilizaré el plan b: mirar lo que hace el de al lado y buscar sus corcheas».

Tras unos instantes mirando compañero y partitura, ninguna corchea encontró y el director dio la señal para continuar el ensayo. Pero ya no sería el mismo hasta que o bien la corchea apareciera o bien se desvelara su fracaso mental.
Mas lo que no averiguó nunca hasta que el ensayo se dio por concluido fue que durante todo este lapso sicótico dos personajillos clarinetistas (en la primera fila de la izquierda) se percataron del conflicto que dentro de Rafa se desató. Fue tal la risa potencial que llegaron a desarrollar y tal la cohibición por no interrumpir el ensayo ni llamar la atención del director (para no complicar la existencia a su compañero focalizador de ira) que la silueta de sus rostros era tal que su mueca gestual pertenecía al más esperpéntico mundo: la risa contenida sería monstruosa si en la oscuridad una luz cenital se escurriera por entre sus ojos, sus labios tensados, sus pómulos…(Y tanto, y quien no crea que la realidad es una grotesca forma de manifestarnos que me lea los labios.)
Y aquí concluye la aventura. Lo único que me queda por ocurrírseme es que durante la noche el grupillo de amigos disfrutó recordando más de una vez esta anécdota y, como cuando recordamos un hecho excesivas veces en un breve espacio de tiempo, deformamos el mismo a nuestro antojo, me tomé la libertad de escribirlo antes de que me produjera agujetas en los abdominales para recordarlo por siempre de la forma menos edulcorada.
Pero el recuerdo más importante que quedó en algunas mentes es el de la desenfrenada y desmesurada jocosidad con que se vivieron aquellos hechos, eso sí es algo que nunca olvidarán.”

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Nota mental: estos conspicuos hechos aquí presentados son reales, cualquier tesitura fantástica, irreal, falsa o ficticia está provocada por un relato repetido de los hechos y por tu tendencia intrínseca a disfrazar la realidad.

 

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