miércoles, noviembre 22, 2006

Razón para mentir I - Diálogo para un fracaso

A: Por fin has venido. Has llegado más tarde de lo que acordemos.
B: Lo puedo explicar. He estado preparando lo que me pediste durante los dos últimos días.
A: No importa. Lo que es verdaderamente trascendente para ti son los resultados.
B: Aquí está, conmigo.
A: Acércate para que la vea.
B: Egregor, ya ha oído... Para, aquí está bien. Ya puedes marcharte, Egregor. Gracias.
A: Ahora que estamos solos, me gustaría verla.
B: No te molestes por esto, pero... preferiría, antes de nada, saber para qué la quieres.
A: Cállate y dame aquello que me pertenece.
B: Nada de eso. Antes quiero saber qué escondes tras esa máscara de cartón.
A: ¿Repito que eso no te incumbe?
B: Mucho he sufrido hasta terminar tu pedido e, incluso, me resultaría difícil volver por donde he venido, pues ante todo estoy comprometida con mis clientes. Pero... Por otra parte, su demanda es lo suficientemente buena como para buscar otro comprador en menos de doce horas.
A: Cierra tus ojos. No me lances esa mirada insípida.
B: Eres un necio. Tanto tú como yo sabemos que no me iré hasta que este frasquito esté en tus manos. No insistas.
A: Apártalo de mi vista y dámelo. Toma el dinero antes, si lo prefieres.
B: Parece que mis sospechas son ciertas. Tienes miedo, ¿No es así?
A: Tómalo.
B: ¡Oh, se ha caído! Sabes que no sería capaz de levantarme de esta silla para alcanzar un dinero tan oscuro.
A: ¿A qué viene tanta ironía? No eres más que una sucia embustera.
B: Jah, jah. Ahora es cuando me amenazas con matarme si no lo hago.
A: Quizá. Todo...
B: Pero no lo harás. Lo sé. No harías daño a nadie por algo en lo que, ni siquiera tú, confías: en ti mismo.
A: No quisiera hacer de tus pensamientos mentira, porque en mis huesos se grabó una apariencia que encerraba una gran razón.
B: Qué exactamente.
A: El corazón tiene razones que el cerebro no entiende. Ahj... Confiaba en la gente. Cre... Creía en la honestidad. Antes de llegar a esta pequeña aldea incrustada en una montaña entendí que la verdad no existe, que en su lugar hay una infinidad de ambigüedades para organizarlo todo, pero ninguna de ellas absoluta o real.
B: Y, entonces, ¿para qué te marchaste?
A: Porque pensaba que alejado de mi pasado podría evitar algunos atisbos de los prejuicios que se acumularon.
B: ¿Y lo conseguiste?
A: Sff... No lo sé. No entiendo nada de lo que ha sucedido.
B: No llores. Quítate esa máscara, un río la está ahogando.
A: Bueno.
B: Estos ojos merecerían otro trato.
A: No me beses. Dame el frasco y vete.
B: No quiero entristecerte más. Toma. Acéptalo como si de un regalo se tratase.
A: Nunca podría agradecerte todo lo que quisiera.
B: Te equivocas. Esto puede utilizarse con malos fines. Solo me sentiré agradecida si en su mente no aparece esta idea.
A: Y no sabes cuánto apreciaría yo que eso no ocurriera.

No hay comentarios:

 

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons
.