viernes, agosto 18, 2006

Entre el alba y el amanecer

El sueño forma parte de nuestra vida, incluso me atrevería a decir más que la propia vigilia, siempre hay sueños que se convierten en obsesiones (sueño en sentido amplio).
Quien no haya soñado, que coma el primer mendrugo, el resto que se emocione.
Pero en nuestra cabeza el bien y el mal están como disueltos y es este el hecho de que sintamos más buenas que malas emociones y viceversa tanto durmiendo como durante el resto del día.
Y si hay emociones de diversa índole, lo mismo ocurre con los sueños.
Siempre intento ser buen anfitrión, es decir, intento tratar lo mejor posible a los que se hospedan entre mis palabras, mas sería una quimera el no hablar con la vida como momento (en sentido físico).
Por estos motivos quiero acondicionarme para haceros ver que no existen sueños agradables ni sueños abrumadores, solo existen sueños; y si hay algo agradable o abrumador en todo esto, es sin duda nuestra relación con ellos.
Hasta la fecha no he hablado con nadie sobre sueños que no haya tenido alguna vez alguna pesadilla.
Y si lo estáis buscando, marchaos a otra estación para bailar con algún otro que pase por allí, porque quien os habla ha disfrutado con pocos recuerdos de sueños, pues (ya por azar, ya por finalidad) mis recuerdos tornan siempre a desagradables (aunque esta situación fomenta que mi imaginación se desplace por lo quebradizo).
Como cualquiera de vosotros, yo he tenido algún sueño que se alargaba por el día y algún día que se alargaba por el sueño.
Desde hace mucho tiempo un sueño lleva atormentándome, elevándose por la vigilia y taponando el sol del mediodía.
Sueño y cuando sueño pienso y cuando pienso soy y cuando soy estoy sobre un fondo oscuro; como un tornillo sinfín me enrosco en la trama aunque mi alma consciente conoce cómo va acabar.
Me dejo llevar, ingenuo, por los sucesos, como niño que siempre fui y me encuentro atrapado sin saberlo en lo más maravilloso de mí: en la máquina donde lo real se hace abstracto y lo abstracto, real para alimentar a la evolución de grano con las manos sucias.
Cerré los ojos y lo próximo que recuerdo es estar en una cómoda nada oscura donde lo único soy yo y lo que en mí acaece.
Y ocurrió de mi lado izquierdo, a la altura de las costillas, se ma apareció un pequeño bulto que con el tiempo creció y se transformó en una especie de gusanillo enroscado, unido lado con lado a mí. Era yo, pero cuando quise acordar se separó de mí y fue otro, pero vitalmente idéntico a mí.
Era un niño, el niño que había sido se manifestó, salió de mí para mí.
Todo lo que sentí fue espantoso mientras "me expulsé", pero si el sueño en vigilia, la vigilia es sueño e influye a la hora de ser. Y no me extrañaría que un biólogo en ciernes piense por el día en vida y, como los animales son lo más semejante a nosotros, en qué "piensan" los animales cuando se reproducen asexualmente.
Tal y como un pólipo, cuando se clona por gemulación me sentí.


En días no pude dormir y en las calles me encontraba ausente y sin destino fijo, errando a la luz. No sabía qué quería decir eso, porque a todo en la vida hay que buscarle su significado y si no lo haces, te desvanecerás como una mota de polvo que llega a un horizonte de sucesos.
El shock que siempre al principio nos supone duros perjuicios se me fue haciendo débil, aunque mi duda permaneció allí. No obstante, el choque volvió a atacarme de nuevo por las noches hasta en dos ocasiones más, pero ni aún así lograba desencriptar por qué ese temor seguía en mí.
No pienso en milagros, pienso en casualidades y coincidencias que se hacen dignas de mención y subjetivación, pues al final di con la respuesta a mi malestar interno.
No fue horrible porque reproducirse por gemulación sea una actividad terrible, sino porque es una actividad incongruente para un vertebrado y mi terror no manaba del miedo a lo incoherente, sino el miedo a Darwin y a contradecir sus teorías.
Esta era la señal, inequívoca y severa señal y desde entonces intenté encontrar una respuesta a todo lo que me atormentaba desde su propia naturaleza y encontré que, salvo los miedos enfermizos, todo temor a corto plazo se disuelve si lo analizamos, si evaluamos consecuencias.
La pesadilla (mal llamada): no me ha abordado de momento y, sinceramente, no creo que se atreva, pues mi mente ya no tiene que manifestar inquietud ante ese respecto.
En fin, esta experiencia me ayudó a apreciar los sueños como espejos donde se reflejan los problemas que son ajenos a nuestros ojos; y lo que es más importante, me hizo aprehender cuán maravilloso y esencial es el sentido evolucionista que dejó Darwin como legado; esencia de la biología.
Podría seguir con el tema (pero para eso ya esta uno de mis otros blogs), pero como soy consciente que más de uno se está empezando a aburrir con esta imprevista disertación me iré a echar una cabezadita para ver si lo que acabo de escribir es una falacia o una realidad.
Y antes, dejo una palabra escrita antes de dormir:
Namárië

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