lunes, julio 14, 2008

Intelecto

Las aldabas temblaron de pánico tras la estela que dejaba mi prisa al abandonar la casa. Zigzagueaba frente a contenedores en calles estrechas, extenuaba a perros con mala uva, simulaba no tener interés a los repartidores de publicidad, entornaba la mirada cuando las pelusillas que escupían los árboles se acercaban, trotaba sobre los coches aparcados en pasos de cebra, invadía fuentes para limpiar mis zapatillas llenas de barro, compraba hielos para rebajar la inflación de mis tobillos recién torcidos, saltaba sobre mantas atiborradas de discos en la acera, hacia brincar las alcantarillas, tropezaba con un hombre de traje azul, era agarrado por hombres de traje azul, era detenido por hombres de traje azul.
---¿Qué haces corriendo?
---Llego tarde.
---¿Te importaría acompañarnos?
---Sí.
---¿Sabes que en tanto en la zona urbana como periurbana quedó prohibido correr en zonas no habilitadas para ello?
---No.
---Entonces, imagino, que tampoco sabrás que «el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento».
---¿Qué quiere decir con ese lenguaje tan arcaico? ¿Cuántas personas de las que hay aquí pueden entenderlo?
---Múlteme de una vez. Tengo prisa.
---De eso nada.
---¿Qué?
Me llevaron hasta el interior del supermercado Ahorro más cercano. «Solo personal autorizado». El pasillo oscuro conducía hasta una habitación en la que aguardaba un hombre con camisa a cuadros. Nos dejaron solos. Desenvolvió una piruleta y la chupó.
---Verás. Sé que lo que tengo que decirte no es moral. ni tan siquiera estoy de acuerdo, pero la ley...
---No entiendo nada.
---Las empresas como la nuestra perdían mucho dinero a causa de los pequeños hurtos que quedaban prácticamente impunes. Para suplirlo, teníamos que aumentar los precios de nuestro productos, lo cual les hacía perder poder adquisitivo a nuestros clientes. Para solucionarlo se decidió que todo aquel que estuviera corriendo cerca de algún gran centro de consumo o simplemente era sospechoso de haberlo hecho, fuera llevado solo a los supermercados Ahorro y se le extrajera todo el dinero y los objetos que llevase encima.
---No soy de aquí, pero me da la impresión de que acorta la libertad. ¿Es lícito robar a los que corren? ¿Esto soluciona el problema?
---Ah. Sí. Eso. Hace unos años se comenzaron a hacer leyes que solo unas ínfimas minorías comprendían... hasta hoy. Aquí la ética solo sirve para hacer poesía. El pueblo no legisla. Las leyes nos están superando. Y todo porque nadie quiso aplicar la ley. Porque no supieron buscar alternativas a su propia ineptitud. Lo ofensivo pasó a ser absurdo y lo absurdo pasó a ser ridículo y lo ridículo pasó a ser nuestra sentencia de muerte.
---Se me ocurren cientos de maneras menos nocivas para resolver el problema.
---Ante la diversidad de caracteres, lo que había que hacer era mantener la concordia, nada de enfadar al personal.
---Si hay alternativas, ¿por qué esta?
---Eso me explico yo. ¿Por qué solo a esta cadena de supermercados? ¿Por qué a la gente que menos tiene? ¿Será porque no necesitan comer? Quizá sea porque es lo que da dinero más fácil, lo que requiere menos imaginación. ¿Por qué el gobierno concede privilegios a unos pocos? Me dan ganas de enloquecer.
---Bueno, tome. Nueve botones, cuatro clics y dos hilillos ¡Ah! Y un montón de arena que tengo dentro de las zapatillas.
---Es lo que me obliga a vivir. No me gusta...
Salí de la habitación, tras la oscuridad, mis pupulas se contrajeron. Al recuperar la mirada, desperté, miré la bandeja de entrada y vi un correo de los señores de la SGAE. Si no gestionan literatura, ¿cómo diantres se imprimen estas letras sin arrastrarse ante la estupidez humana? No quisieron responder.

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