viernes, agosto 26, 2005

El paso de Nietzsche

Era mediodía. El Sol en su cenit brillaba hoy ajusticiando, poniendo al mismo ras a todo lo que me rodeaba. Sin privilegios ni a nada y ni a nadie.

Y ahí estaba yo, comprobando por qué el hombre moderno de estas latitudes no puede permitirse el lujo de anestesiar la sensancion sofocante de calor, ¿sería un mecanismo de defensa de nuestros ancestros? Imposible.

Pero eso no importa el caso es que rodando, rodando, aprovechando la inercia lo mejor que, si puede, uno es capaz de realizar aquello que se proponga por muy ambiguo o difícil que sea, aún costando (y esto sí que es importante) más que sudor y lágrimas.

Parece ser que existe algo que te empuja cuando estás más parado, que te insufla aliento si te desinflas.

¡Oh éste eres tú, Zaratustra! Tú me has hecho recapacitar y revalorar cuanto tengo y soy. Tú eres el verdadero sabio entre los sabios, primero de los que esperan la gran aurora. Primogénito entre la vida.

Así hablaste, y el Sol se hizo rojo y su calor, fuego ardiente. Y así viniste a mí, como una estrella fugaz: rápida y contundentemente.

Llegaste a mí lado y tu aureola deslumbraba los astros y, cuando menos lo esperé, gracias a ti luna revelación que ni en el más útil y precioso de los deseos hubiera sido ni siquiera probabilidad.

Llegaste en pleno verano y te posaste con tu águila sobre mi encina, y eso me hizo sentirme especial, diferente.

"Sé que me estás buscando desde hacía mucho tiempo y aquí estoy", dijo mientras se acercaba a mí con paso glorioso, como caído del cielo azul."

¿Quién eres tú, quién tan exhibicionista le gusta ser?", repliqué cohibido, asustado por lo repentino de la aparición.

"Yo soy aquél a quien nadie comprende, yo soy aquel que nunca dice sí, yo soy quien viene a cambiar todo lo que, creías, era cierto. Vengo como un rayo de esperanza a tu morada y quiero compartir mi fulgor contigo", y así habló Zaratustra y así también fue cómo comenzó uno de los más asombrosamente vitales acontecimientos de mi existencia.

Juntos vadeemos montañas, subimos escarpados barrancos enzarzados, naveguemos contracorriente en esbeltos ríos, encontremos piedras y tropecemos en el camino, pero al final lleguemos a nuestro destino: la morada de Zaratustra, el lugar donde me fue obsequiado el más valioso camino hacia mi horizonte.

Y en mi camino hacia la vida recorrí otro tramo. Zaratustra me dio un pico par agarrarme a la sólida roca del precipicio y unas botas con púas para adosarme a ella como una ventosa y para tener algo fuerte en que sostenerme.

Y sus palabras fueron el ánimo que requería y me coloqué al pie de la pared y comencé a ascender por ella.

Cuanto más avanzaba, más empinada si cabe se hacía el trayecto. y todo el miedo se me acumulaba en los músculos y en las manos y el calor se hizo hielo. Y cuanto más y más atisbaba aquello que había ascendido, tanto más se me encogía y tanto más estaba de suelta la roca para poder sujetarme.

Y por fin logré llegar hasta un pequeño rebaje que a modo de cueva se mantenía en pie.

Subí, no sin fatiga, hasta la cavidad... "Bien lo has hecho, pero aún te queda mucho", dijo una dulce voz, "pero todavía no has alcanzado la escabrosa cima.", dijo Zaratustra.¡Zaratustra! ¡Es imposible, no es cierto! "Créelo, puesto que lo ves, aunque vas cargado de innecesario equipaje por la subida y he venido para que te despojes de él."

"De qué me estás hablando", me sorprendí. "Escucha bien lo que te digo: la piedra es menos piedra conforme vas ascendiendo a tu verdad, por lo que es más peligroso. Debes usar esta parada para reflexionar sobre qué cosas que te visten interiormente tienes y cuáles no son necesarias. Pero eso se lo dejo a tu criterio y a ti mismo."

"No."

"No es fácil, aunque sí que es el único método.

"Se esfumó. Aún no sé cómo, pero sí sé que lo hizo con razón, pues los días que pasé en el corazón de mi enemigo me hicieron recapacitar.

Mi enemigo es la vida. No el hecho de vivir, sino el hecho buscar una solución a su enigma. Quitándome todo el lastre: los conceptos son pesados como el plomo mismo y cerrados, pues no dejan ver nada en su interior; los valores todos se han perdido como un pájaro en el desierto, debo de rotarlos por unos nuevos que deben ser los contrarios a los marmoleados; y, por último; he de entender que todo lo que puedo ver y sentir es lo único que existe y es, lo demás es mera paráfrasis de la antigua imaginación.

Vitalidad necesito porque todo está en continuo cambio. La vida es la primera y primordial realidad y, como tal, únicamente puede ser explicada desde ella misma. No pido fundamentos biológicos para decirla ni para mirarla sin incongruencias, ni tampoco físico-químicos.

Algo es claro: la ciencia no es el camino. La vida es la verdad.

Este es el paso que di gracias a Zaratustra y pensado esto empezó a llover a fuera y me resguardé en lo más profundo de la cueva.

Todo se hizo oscuridad para mí y hasta que pare de llover, así será. Mientras tanto seguiré escalando pasito a pasito, evitando resbalarme.

Gracias Nietzsche porque gracias a ti la vida está más cerca de mí y veo el final más próximo, aunque todavía lejano siempre pensaré que me diste el empujón para construir mi pirámide.

No hay comentarios:

 

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons
.