viernes, diciembre 30, 2005

La decisión desatinada

Ha pasado mucho tiempo –no según mi mente, sino tal y como lo percibe mi cuerpo congelado por el frío de tan difíciles altitudes que cada vez se hacen más inasequibles–. No volveré a pensar más en frescores cercanos a la tropopausa, pues demostré que eso podría solamente empeorar las cosas y yo no acostumbro a contradecir aquello que pienso acertadamente (al igual que un albañil no destruye lo que construye si lo hace de manera y gana buenas).

La situación durante todo el tiempo que ha transcurrido y me ha dejado sin escribir hubiera llegado al extremo fatal si no hubiera sido gracias a ricos líquenes que me encontré sobre la roca nevada, y es que la montaña no podría ser más limpia y virgen, a la vez que terminal. Pero como yo no soy eterno –pues así no sería yo– el alimento lo consumo mientras que sus energías me consumen a mí; siendo mis reservas cada vez más cercanas a mi metabolismo basal, el cual se ha visto –gracias a Dios– disminuido a causa de las irrisorias temperaturas.

Cegado por mi último logro contra los tergiversadores de mis principios, y viendo la cima a escasos metros y con un pequeño desnivel (en comparación con el que tuve que salvar en otras ocasiones); decidí reanudar la marcha. Extendí la pierna derecha y, de repente, noté frente a mí una fuerza invisible que me impedía avanzar un ápice, aunque mi necesidad de vida fuese extrema y la meta tan cercana e inequívoca.Entonces desistí aún no sin esfuerzo. Había algo que me faltaba para proseguir por última vez. Esto me hizo recapacitar y volver ilusoriamente sobre mis pasos (cortos, pero continuos) y mis comienzos. De esta forma poco a poco, siendo consciente de la poca vida que me quedaba y la gran necesidad que tenía de desistir en el intento, caí en cuenta de que no debemos olvidar nuestras raíces cognoscitivas, ya que sin tener en cuenta un fundamento no podremos nunca aprehender aquello se que soporta debajo. Pero el pensamiento que devino a definitivo y crucial llegaría de forma más espontánea, como debe de ser, al igual que las discursiones que me hicieron elevar y hacerme el corazón más altivo.

Desesperado, en voz alta, indignado por el bloqueo dije: «¿Por qué me traiciona la vida?». Y el cielo se burló de mí repitiendo lo mismo que dije, así que me dispuse a pensar y meditar de modo y manera que dejé la cabeza en blanco, procurando captar mi primer recuerdo y sorprenderme de él.

Y de esta manera, no sin mucho divagar, recordé a un viejo amigo que, aún muerto hace siglos y milenios, seguía teniendo algo que me podía ayudar enormemente. Procedía de la Grecia Antigua, mucho antes de que apareciera el hijo de Belén, y estaba desterrado al igual que yo por sus ideas utópicas y lunáticas. Pero tal y como he ido diciendo durante la ascensión, los lunáticos son los que saben y hablan de forma sintética, mas aunque esta denominación fuera desacertada y puesta en común por todos los burros y desviadores necios. Todo esto me sirvió para enmendar mi destino.

Resultó ser que aquel griego amigo tan querido y tan olvidado, tan antiguo de pensar, intentaba mejorar la sociedad basándose en Ideas, lo más real fuera de la verdad de los sentidos, y de lo que participa y, además, es imitado por todo. Y de aquí saqué las fuerzas que me permitirían dar el paso que, a continuación, debiera de dar: la vida es una idea, y como tal, todo lo vivo participa de ella y la imita. Con esto no pretendo decir que la vida no está repartida en trocitos (uno para cada ente vivo), la vida nos engloba a todos –como una tienda de campaña cubre a unos exploradores–, es decir, todo aquello que vive participa de la vida y del cambio como idea que participa de la vida, y es Dios porque la vida también forma parte de Dios como Universo, en su extensión y realidad.

Dicho esto, podemos deducir que cuando morimos dejamos de ser y de participar de la vida –dejamos de mamar de sus ubres–, perdemos el billete, la participación. Mas no nacemos y morimos de repente, lo hacemos progresivamente, como un crescendo o un diminuyendo en música respectivamente; hasta no ser oída ni sentida la vida en el segundo caso. La vida es el tiempo durante el cual participamos de esta realidad específica.

Tras merodear por la verdad, di en la diana y me sentí regocijado, además de libre de aquella presión que me impedía progresar, pero ya no era, se había disuelto con el viento plagado de cristalitos que abrasaban toda superficie.

Me puse en pie y traté de no expresar mi satisfacción con el menor esfuerzo, por ello, lo más que hice fue gritar al abismo. Seguidamente di los últimos pasos que me restaban y…«¡Por fin!», grité desahogado y el grito sonó como un Mi bemol.

Y llegué a la cima de la vida, cosa que llevaba intentando hacer durante bastante tiempo y me sentí pletórico. Y elogié mi saber subir por las escarpadas y blancas piedras. Y grité a los cuatro vientos para invitar, a quien fuera capaz de escuchar, a derribar las teorías que había obrado…, pero nadie contestó y fue entonces cuando las condiciones ambientales pasaron a segundo plano.De forma fugaz, algo robusto, fuerte, al mismo tiempo que delicado y hermoso apretó mi hombro con la mayor amabilidad y apoteosis.

«¡No puede ser cierto! Esa mano es de…», pensé, aunque la mente se me entrecortó. A pesar de que era lo que había estado esperando, no supe si lo quería o, en cambio, lo detestaba. Solté el pico de Nietzsche y le abracé.

Él era el principio como dije en alguna ocasión y él consiguió que mi visión de la realidad cambiara con…–¡sorpresa!–…la música.

Era otro maníaco, era el creador de lo que me creó como persona; no era Dios (sería incoherente que fuera el Universo), era…Dubois. Y vino con su hijo ‘Quatuor’ de la mano. Su cara amable, bonachona, cortés, brillante…no sabría describir como era, pues el tremendo fulgor que desprendía en contraste con la oscuridad que se iba cerniendo sobre nosotros de manera progresiva.

—Siéntete congratulado —me felicitó—. No exclusivamente por lo alto que has llegado, sino porque has sido tú mismo y has despreciado a aquello que desprecias, mientras que has adorado a aquello que adoras. Da la impresión de que has recibido el mensaje de mi obra en toda su forma e incluso lo has incrementado.

»También permíteme agradecerte que has pensado y además lo has hecho de manera correcta, poco a poco, con cohesión y coherencia, ya que, aunque por la acera te han mirado mal, has sabido decidir cuándo y cómo expropiar aquello que no pertenece justamente a su dueño y destrozar los pensamientos que hay en el mundo y que, como un gusano, lo están perforando y terminarán provocando que las enfermedades que le son patógenas le ataquen de la manera más rápida y trivial para destrozarlo y descomponerlo.

—Gracias. No me merezco tantos halagos.—No seas tan modesto. Pero no malinterpretes mis palabras, pues esta es tu primera aventura filosófica y, por el camino que discurres, no será la única. Ánimo, mas aguarda un poco para que hable de ti y de la música, y comprendas que lo tuyo no es cierto del todo, por lo que debes perfeccionarlo en sucesivos viajes.

—¿Cómo?

—Sí, la música. El filósofo griego que te ha ayudado, el de las espaldas anchas, ya lo dijo: “La música es la gimnasia del alma”.

»Si escuchas –y sé denotadamente que conoces la abismal diferencia con oír–, ya sea música, ya sea cualquier cosa, tu alma se alentará o se desalentará, pero en cualquiera de los casos será más viva, se agarrará más a la vida porque la música activa al alma para que cumpla su función de adherirse con más fuerza a la idea de la vida.

»Además, como una forma de arte que es, sirve para comunicar unas almas con otras, para enriquecerlas y transformarlas de manera que hagan más eficiente su labor. Ya lo dijo el maestro Falla: “la música no hace falta entenderla, hay que sentirla”. Esto se puede referir a cualquier arte, porque todas las almas hablan un lenguaje universal que va mejorando con el hombre y cada vez se hace más complejo y sofisticado hasta tal punto de que es una exquisitez para algunas y un horror para otras. Esta evolución no entiende de adaptaciones a escala global, aunque sí que en poblaciones grandes ha asumido cánones de belleza.

—Sí, escala de valores, creo que la llaman.

—Y este es un peligro, pues no podemos saltarnos decenas de miles de años de evolución para establecer unos gustos predeterminados a nuestras almas, este es el mayor de los sacrilegios que ocurren hoy día y mucho de lo que está ocurriendo se lo debemos a ese afán globalizador.

»Así, puede ocurrir que nuestras almas sean incompatibles y no soporten los consejos que mutuamente se traspasan. Por eso también quería decirte que la música no es ni buena ni mala en sí, nosotros somos los que la hacemos buena o mala; nuestras almas así lo sienten. La música es grande entre las grandes, pero no es idea. Y al igual que nosotros, las almas no son, cambian y según su estado de ánimo pueden agradecer una música o un arte del mismo modo que pueden hacer lo contrario referido a la misma música al cambiar dicho estado.

—Bien, pero la música se siente y las almas no lo hacen; eso es cosa de los sentidos del cuerpo.

—Ya, aunque tienes parte de razón –ya que el alma no tiene ojos ni oídos– te equivocas en cuanto el alma usa el cuerpo como tapiz donde se reflejan los estímulos.

—Sé que nadie te creerá excepto yo, para quien tú has sido mi maestro en las artes y mi inspirador en la corta fracción de vida que ha pasado por mí.

—Desgraciadamente pocos habrán que entiendan tu arte o el mío.

—La última pregunta: ¿Hasta qué punto una música es tal? ¿Son música algunos ruidos que se escuchan cerca de mí, que pertenecen a modas del ‘marketing’ o a reivindicaciones destructivas?

—Por supuesto que no, ya que no llegan a la vida, no son arte. La una es querer optimizar tanto los recursos que al final hacen olvidarnos a todos (y ellos son los primeros) la dignidad y los atributos para conseguir el mayor de los bienestares de la ingente masa poblacional: el dinero (pero eso es algo que debes de madurar tú); no es más que un negocio y la economía es experta en no saber qué es ella misma siempre y cuando tenga este detestable caballero entre las manos. La otra utiliza una máscara musical para hacer llegar a las almas testimonios llenos de errores conceptuales de gente que solo protesta aquello que odia, pero –y aquí radica el error conceptual– sin aportar soluciones; su música es una falacia para que sus ideales vuelen a pesar de no tener alas, en vez de pensar en que lo que les haría volar verdaderamente son unas buenas y aerodinámicas alas.

—¡Oh, qué experto eres a tenor de estas reflexiones!

—Gracias, pero mi crítica te escocerá un poco. Pues tienes que reflexionar sobre la naturaleza de las cosas. En esta ocasión te has equivocado en la velocidad con la que reflexionar (aunque tus pensamientos merecen más de una alabanza). Te has dejado atrás la naturaleza de las Ideas. No has seguido por una vez el axioma de avanzar pasito a pasito y has dejado de contestar la pregunta básica: ¿qué son las Ideas? Y después podrás deducir qué es el alma que tanto nos ha servido para describir.

—Lo haré con el tiempo. Es mi interés.—Sí, pero este recordatorio no es suficiente para provocar reacción severa en ti.

»Verás, te he estado siguiendo desde que diste tu primer paso y me duele mucho decirte que, aunque has madurado mucho durante la subida hasta la vida –y no lo has hecho mal, créeme– , no has escogido el camino correcto para llegar a ella.

»¿Por qué precisamente subiendo puede uno estar más cerca de la vida si la vida está donde están los vivos? Alejándote de la vida, no vas a estar más vivo. Todo esto es una alucinación provocada por las condiciones extremas que, eso sí, te han servido para evadirte de los prejuicios que dominan ahí abajo.

—Te entiendo, pero mi cabeza no quiere hacerlo, pues ve absurdo extender un gran esfuerzo para luego decirle que ha subido contra corriente y alejándose del destino.

—Creo que más de una vez has dicho que “uno sólo se arrepiente de las cosas que no hace”, y si no hubieras subido hasta aquí, no hubieras comprendido que el error es una de las formas con las que más se aprende a aprender. Otra conclusión, la cual te servirá de mucho, es la irte despojando de los prejuicios y equivocaciones que nacen en tu barrio para hacer justamente lo que quieres.

—Lo sé. Me siento muy afligido.

—Lo que no te mata te hará más grande, joven. Ahora es el momento de que te marches. Parte con sumo cuidado, pues la bajada es más costosa aún que la subida, pues debes de salvaguardar tu cuerpo de la fuerza gravitatoria, que al irte acercando al centro, se irá incrementando.

»Vuelve ahora a pies de la montaña y recuerda: “las apariencias deforman las esencias”.

Aquel gran hombre se despidió con un consejo. Quedé un momento cohibido por la velocidad de todo lo que me estaba ocurriendo, pero agité la cabeza y, con la noche como enemigo, decidí emprender le camino al contrario de cómo lo seguí, no sin olvidarme de todas aquellas gentes que me alumbraron para bien o para mal en el recorrido.

Todo está dicho por el gran maestro de maestros, y ya no me queda ninguna potestad para luchar contra palabras de nadie, pues hoy he quedado K.O. para un buen tiempo. Por eso me despido pidiendo que cuando baje haya asimilado todos los conocimientos que de deparó esta montaña de las desilusiones, de manera que me sienta distinto para acercarme más a la vida e interpretarla mejor de lo que hasta el momento he hecho.

He dicho.

jueves, noviembre 17, 2005

Para los tergiversadores

Se hizo el día en la montaña. Un grave estruendo perturbó mis sueños perdidos, y es que entre las alturas el terreno es más quebradizo y débil conforme vamos subiendo, cuanto más cerca estamos de la vida. Cada vez existen menos facilidades, pues formar un criterio tan íntimo va contra las leyes de la democracia.

Anoche hizo mucho frío y, como consecuencia de ello, mis músculos –siendo el corazón uno de ellos– se encogieron y se agarrotaron aún más que en otras ocasiones, aunque no tanto como el día en que encontré a un amigo.

Como hacía mucho tiempo que estaba en el lugar donde me encuentro y tomando como verdad que el mejor remedio para aliviar los estragos de este rufián es ignorarlo (ya que a veces nos creamos un círculo vicioso al pensar que la temperatura es tan baja que sigue siendo tan extremadamente baja que luego bajará más para ser aún más baja y entonces el quejarnos será nuestro único consuelo: la desesperación) y crear, en contra, una burbuja calentita donde estemos aislados de cualquier comentario y pensamiento monologuístico y hecho que atente contra la creatividad sensacionalista.

Por estas razones, y porque hacía mucho tiempo que venía arrastrando de mi compañero en el juego inesperado, decidí emprender mis dianoias discursísticas con uno de mis últimos pensamientos antes de conocer a Zaratustra (aunque él no compartiera mi discursión y se riera de mí) y comenzar esta aventura que rompe huesos rígidos, pero fortalece almas erráticas. Algo que, a pesar de tener la capacidad de proponer las más estupendas decisiones, desde hace un tiempo se ha ido desplazando a una de las creencias de fe con más telarañas que existen.

Para esto hablo: para liberar a este concepto del más puro escepticismo –tanto negativo como positivo– que cae alrededor de Él y echarlo a volar libre entre sí mismo.

Así, reentrometiéndome en uno de los aspectos en los que más avancé antes de encontrarme en este lugar y con la intención de buscar una porra más resistente que con la que di debida cuenta a esos hilos de acero, no sin antes someter mis teorías a la crítica más ingente y controvérsica; decidí ser más tortuga de las Galápagos que colibrí de un río.

Cuando adopté la actitud necesaria para afrontar la climatología y la envergadura magnífica del tratado del que me disponía a tomar tajada y parte para poder abarcarlo entero, en toda su amplitud y extensión (del mismo modo que a un elefante no se le puede comer si no se trocea); cuando me conciencié para ello me puse en pie, y cogí un pedazo de la primera nieve del otoño y la comí con gusto, pues era la única agua que podía tomar para poder hacer que mis constantes vitales se mantuviesen y no bajaran del mínimo, dejándome insatisfecho y abandonado a las estrellas que durante tanto tiempo me han acompañado.

Con fuerzas renovadas ayudé a mi compañero a reponerse y le di uno de los trozos de nieve para que la comiera. Mientras hacía esto le dije:

—Compañero, hoy quisiera hablar contigo de algo que, sé, no te interesará, pues parece algo que debe ser o bien virtud y dogma de fe para contrariar a las Ciencias y para alargar a la Filosofía, o bien una mentira peligrosa y rotunda que no deja satisfechos a los representantes de su doctrina.

—¿Y qué es ese algo? —preguntó atontado mi compañero.

—Es DIOS, amigo mío, y lo digo utilizando las mayúsculas porque mi hablar no puede realzarlo más énfasis. Pero ten cuidado cuando lo oigas o lo pienses: no es un ídolo, un ser supremo, trascendente, único y universal, creador y autor de todas las cosas, principio de salvación para toda la humanidad que se revela en el desarrollo de la historia; tampoco es un no-Dios, la broma más antigua que no existe. Aunque, espero, te habrás fijado, todo esto son cosas idénticas en cuanto uno las puede pensar. Es una misma línea invisible e irreal en la que debemos posicionarnos para bien o para mal.

»Éste es el momento en el que debemos romper esa línea mugrienta para formar un cubo tetradimensional que abarque decisiones amplias y modernas como la gente de hoy. Ellos no se merecen frases hechas como los politiqueros quieren que tengan para llenar sus bolsillos de dinero negro e ingenuo. Por eso, y como existen pocas personas que sean lo suficientemente reales conceptualmente como para llamar la atención a ellos, capitalizados zombis zumbados, necesito algo que sea nuevo en su comprensión o en el esfuerzo reflexivo que requiere. Necesito cambiar actitudes y aptitudes de la gran mole, cosa imposible a corto plazo, aunque si despierto el interés de los sistemas nerviosos más comprensivos del momento, quizá entre todos ellos sea capaz de deslizarse, no sólo esta idea, sino este modelo perfecto (hasta la fecha) de pensamiento, midiendo su tolerancia y su capacidad de aunar los extremos de la vieja línea, para hacerlos que revoloteen en el reluciente cubo de cuatro dimensiones.

—Son simplezas las cosas que te dedicas a decir, ¿no crees?

—No se trata de creer ni de hacer fieles, artistas, titiriteros, sacos adinerados,…de todo esto lo único importante, que es preciso extraer, recae sobre el arcaizado debate sobre nuestra existencia y nuestra posición, en definitiva, sobre la vida.

»Por esto cuando termine este discurso, tendré la fuerza suficiente como para ascender un poco más arriba y acercarme a la vida, porque, como te demostraré más adelante, tú eres un pedazo de aquello cuya existencia niegas. Lo cual es un infinitamente contradictorio, pues nadie en su sano juicio proclama su no-existencia.

—¿Acaso me estás despreciando?

—Así te quería yo ver (y no es que esté cayendo agua de las nubes). Si te digo la verdad tú mismo eres quien está despreciándote. Pero tranquilo, lo comprenderás desde este instante, en el que comienza la verdadera búsqueda de Dios.

»Hace tiempo, una de las críticas que intentaban falsear la integridad de mi pensamiento razonado decía: “¿Qué es eso que, opinas, es Dios? Dios no existe y punto”. ¿Qué critica merece de tu parte?

—Estoy totalmente de acuerdo.

—Venga, y qué te queda decir “y punto”. Lo único que te falta añadir es que usas para eliminar tu fe otra fe. ¿No te avergüenzas de promulgar en contra de algo que te sirve para esa misma función? Con esos razonamientos circulares no llegas a ningún lado solo a rondar cerca del horizonte de sucesos de tu autodestrucción.

»Permíteme un consejo: no vaciles en tus comentarios, pequeño de espíritu y grande de personalidad. No te mires el ombligo y creas que el hecho de que Dios sea alabado por prestidigitadores y su amplitud estorbar como un insulto al estúpido pathos de la automagnificencia del Homo sapiens.

—No soy orgulloso, simplemente no creo en aquello que no veo o de lo que no tengo experiencias que avalen su existencia.

—Hombre de fe en no tener fe te llamo. Deberías de analizar tu ética y tu moral para separar la paja (perjuicios) del trigo pesado (verdad). Éste debería de ser tu primer axioma para entender todo aquello que intento hacerte aprehender.

»Tus miras estrechas te hacen perecer ahorcado en las arenas movedizas de tus conceptos desechos y desnaturalizados. Al final comprenderás que tus ideas sirven para definir lo que buscamos. Pero primero debe de desaparecer tu creencia en que no existe Dios –y con tres palabras sería capaz de hacértelo demostrar–, aunque lo interesante es que por ti mismo intentases comprenderlo –y este pronombre enclítico no se refiere a Dios, sino a ti.

—Me jacto de tus pensamientos pedantes y zafios.

—Con esas palabras tan groseras e impersonales estás corroborando mi tesis.

—Sabes que si hay alguien que está aquí desvariando eres tú.

—Incongruente eres en verdad. Y ese es tu problema: no apartas la vista de aquello que siempre ves. Haces de la ciencia una religión –que de forma paradójica detestas– y esto deforma tu razón. Aunque tienes otras creencias y valores, que no detestas, que son más religiosos que la religión misma. Estás ebrio por ello. Pero lo que no sabes es que cada una de las verdaderas ciencias son cristales que permiten ver parte de la realidad. Yo soy científico también, pero ¿no puede la Ciencia sustituir a la religión? No en cuanto el modo de explicar una falsa realidad, sino en cuanto a explicar una parte de la realidad que no está explicada y que está enyesada con religión y filosofía.

—Y ahora eres tú quien está contradiciéndose. Acabas de perder el juicio.

—¿Y te quedas así de fresco, no piensas aportar ningún argumento? ¿O tal vez tu argumento se muestre tan trivial que sea ofesivo mencionarlo "y punto"?

»Veo que ni así puedo hacer que te quites esas lentes que tanto te evaden de realidades que ellas mismas no están preparadas para observar (cosa que no se hace con los ojos, sino con el seso), pues están manchadas por las falsedades equívocas que están resquebrajando la sociedad y la más importante de ellas es el dinero. ¡Oh! ¿Cuántos males nos quitaríamos si desterráramos el concepto parásito que el dinero tiene entre nosotros?

—El dinero. No me hagas más la “pirula”.

—Sigues con tus frasecitas hechas. Está bien. Se acabó. No oirás mis pensamientos a menos que tengas la suficiente fuerza vital como para subir por la montaña, cosa que realmente dudo, pues has estado todo el rato contrariando por contrariar. Yo he sido el médico que te ha intentado anestesiar para operarte del “síndrome del olvido de los significados”, aunque no te has dejado inocular anestesia, por consejo de tus principios antitéticos y pasionales que no redimen a nada.

Y así fue como coloqué un pie en la pared de rocas desprendidas y seguidamente el siguiente, encorvándome para llegar con las extremidades superiores a ella. Ayudado por el rozamiento y unas piedras puntiagudas que me sirvieron para ascender al clavarlas sobre el terreno arcilloso llegué a una oquedad oscura que me sirvió para descansar y ensimismarme como nunca lo había hecho antes.

Mi compañero del juego inesperado…nunca volví a saber nada a cerca de él, quizás se haya quedado pudriéndose en la montaña lentamente por los siglos o quizás ascendiera tras de mí o incluso bajó a alguna cloaca para lamer el fondo; no lo sé. El caso es que sus pies no tuvieron la fuerza necesaria como para que el resto del cuerpo adquiriera la verticalidad suficiente para seguirme y se quedó sufriendo y retorciéndose en su propio paradigma de fe.

No quise hacer leña del árbol caído y, ni mucho menos, si no lo había derribado yo (pues lo había hecho él solito). No obstante, ese lugar me recordó que aún me quedaba algo que decirle a mi compañero y era explicarle mi antigua idea de Dios:

“Dios es orden, es infinito, es más que poderoso. Dios tiene un camino para todos, es nuestra última instancia. Es lo primero y lo último. Está en todas partes porque es todas partes (en efecto, "es"). Lo siente todo porque sus sentidos son todo. En Dios se forma lo más maravilloso y lo más deleznable. En Dios se fusionan lo particular y lo inexacto; la vida y la muerte; las consecuencias del pasado en el presente que revertirán en el futuro; es decir, todo aquello de lo que tengamos conciencia y lo que no.

Dios es todo lo vivo y todo lo inerte, nosotros formamos parte de Dios sin ser precisamente perfectos en cualquiera de los ámbitos que se nos ocurran. Dios es todo aquello que nos rodea (aunque no lo podamos ver) y nosotros mismos también, aunque no somos Dios, faltaría más, formamos parte de este entorno afín que rige su destino por azar y el de todo lo elemental. Es superior a nosotros porque está en un rango jerárquico mayor al nuestro, lo que hace que no nos podamos resistir a sus decisiones casuales (al igual que las nuestras).

Él no quiere ser lo que no es, no quiere ser disgusto entre poblaciones, no quiere ser adorado por fieles, quiere ser razón de ser entre la multitud.

Si tuviera que definirlo, Dios no sería un ente, Dios sería la sensación de que todos los ideales que el hombre tiene por naturaleza son absurdos a su lado, y el sueño de que cualquier noche formaremos parte consciente de Dios.”

Dedicado: a todos aquellos pequeños tergiversadores, ratas de cochiquera que se alimentan en la pocilga del dinero y maman de los senos de la sociedad estúpida y definida por ella misma, no por sus componentes. Para los falsos, los hipócritas, los mediadores del Diablo que nos quiere ofuscar los sentidos y hacernos ignorar la realidad máxima sobre la que debemos edificar nuestra vida y caminar. Brindado a todos aquellos que hablan sin saber y a aquellos cuyo final es su principio mismo y no se marean porque viven drogados de sociedad y nunca se sacian. Ofrecido para todos porque, aunque les pese: Dios fue, será y sigue siendo el Universo.

jueves, noviembre 03, 2005

Teoría por un amigo

Ya hace frío, aún no es invierno en mi mente, pero las ideas se me congelan al ver cómo las austeras temperaturas me hacen recordar que no todo el monte es orégano y que habrá una temporada muy dura a partir de ahora.

He intentado encender un hogar para calentarme las espaldas, pero los palos mojados por el rocío me lo han impedido.

La persona del juego inesperado aún sigue a mi lado, aunque creo que al final no va a ser un buen compañero de viaje, pues unas veces tergiversa mis pensamientos y otras veces quiera aplicar mi método de reflexión sin saber en qué se fundamenta. Pero a él le importa más su descanso que el entumecimiento de sus músculos: está durmiendo, es de noche.

Hace tiempo que aprendí que la mente es el arma más eficaz para combatir la sobreexcitación del mis sentidos, ya que cuanto menos los maldigas, menos te maldecirán a ti.

Pero todo tiene un límite y la mano fría sigue viva y teme morir ridiculizada por la quemadura de lo antónimo al fuego. Y llega el momento en el que te avisa de que algo no marcha todo lo bien que debiera y no puedes ignorar al cuerpo, pues es tu soporte físico de pensamiento, entonces no sería nada, por mucho que pensara, mis discursiones serían fantasía de épocas pasadas por otros vientos.

El panorama no pintaba bien, todo se venía abajo sobre mí. La luna estaba nublada y el aire era quieto y paralítico: ante condiciones extremas, no puedes controlar tu cuerpo y rompes a tiritar miedoso de que la ley de Murphy se haga latente en mí.

De todos modos, nunca me gustó ser catastrófico –pues no existen los extremos– y negativo –porque es la postura en que siempre ganas: si la situación sigue en relación a ti igual, no está peor, es un sentimiento alentador; si continúa peor dirás “ya lo pensé, al menos mi cabeza lo lleva asimilado desde hacia un tiempo”. ¿Y qué le queda al positivo? Nada, realizando pensamientos de cariz afirmativo nunca ganarás nada siempre te quedará la resignación indiferente de la estabilidad de acertar con la vista; y se sumará a ella la sensación del fracaso o la burla de la verdad cuando tu autoestima se caiga por los suelos– en ese momento caí hasta lo más bajo e inmundo que mi corazón podía atisbar: era el fin de mi autocontrol.

¡Pobre de mí¡ El cielo se me caía, pero aún en los momentos más difíciles siempre hay una estrella que te hace soportar lo insoportable: es la vida.

No lo esperaba, pero desde la penumbra salió un ente humano a saludarme y entre mis venas la sangre corrió algo más viva y me sentí más vivo a pesar del sobresalto de la incertidumbre que pesó sobre mí.

—Hola —me saludó e hizo ademán de darme la mano.

—¿Qué hay? —le respondí, pues no se me ocurría otra fórmula para contestarle, además acepté su intención y le correspondí con lo propio—. A ti te conozco —añadí.

—Es cierto y yo también a ti.

—Tú me inculcaste un detalle precioso sobre Dios. ¿Qué haces aquí?

—Es difícil creerlo, pero el azar nos ha vuelto a hermanar.

—No era esa mi pregunta.

—Bueno, estoy aquí porque vivo aquí, en este peldaño de la montaña, simplemente. Soy persona nocturna y no me había despertado hasta que oscureció.

—¿Dónde vives?

—Algo más arriba, uso una cuerda camuflada por las piedras y la propia piedra desprendidiza para ascender los dos cuerpos de altura que separan mi dormitorio de este “salón”. Los motivos son también causales, es el propio caminar lo que me ha traído hasta aquí.

—La casualidad solamente no te ha podido traer hasta aquí, tú o alguien ha hecho que estés donde estás. Existe otra razón y, me temo, es muy poderosa —no me creí su respuesta.

—No te lo tomes a mal, pero no hay nada que te quiera ocultar —se defendió con voz poco elaborada.

—Sé que no es cierto.—Bueno, te rescato de su situación introvertidamente fatal y así me lo pagas.—¿Acaso destruir tus fantasmas no es una buena forma de regalar?—Está bien —dijo resignado—. La culpa es de ella. —Y su voz se tornó temblorosa.

—¿Quién es “ella”? —dije lleno de incertidumbre—. Su, su, su cara. No la conozco —me quedé más desconcertado si cabe al mirar en sus ojos la cara de esa mujer morena de pelo liso y mirada penetrante. De tanto pensar en ella, sus ojos reflejaban sus ideas.

—Su apariencia, da igual, por su piel múltiplemente cambiante estoy aquí.

—¿Qué ocurrió?

—No lo sé exactamente. Te lo contaré antes de entrar a valorar: Es ella una persona de personalidad cambiante, ya lo he dicho. Puede pasar de estar hablando contigo y sentirte misericordioso por ello a pasar de ti olímpicamente si tú la ves por la calle.

—¿Por qué lo sabes tan bien? —pregunté— ¿Estuviste con ella?

—Sí, y fue una bonita experiencia, pero…—Pero la conociste tanto que te diste cuenta que no era tal y como la pensabas.

—No es totalmente así, es difícil de explicar —hizo una breve pausa para coger aliento—. Pasas de un lado a otro con asombrosa facilidad: es como una asíntota.

—Creo comprender qué me estás diciendo, pero no llego a alcanzar eso de la asíntota. Quizá sería mejor al ejemplo de un círculo, quieres decir que pasas de extremo a extremo casi sin margen para asimilar nada y creer en nada.

—No del todo, más bien sería como un óvalo en el que sus focos no se alinean en posición horizontal, sino que la hacen verticalmente y, además estos puntos están alejados bastante de sí comparándolos con el resto del óvalo.

—Ya, y lo mismo puedes estar subiendo que bajando en un margen de tiempo muy estrecho y eso te crea contradicciones inesperadas. He de decir que estoy perplejo por tus sentimientos, pues me es muy difícil creer algo que no me pasa a mí, y más cuanto más nos acercamos al terreno de las relaciones intraespecíficas estrechas.

—Ya lo sé, aunque no existe nada que pueda aliviarlo.

—Es extraño y extravagante para mí, ya que es algo que nunca había oído ni se me había pasado por la cabeza. Es más, te diré la verdad, yo no creo que eso pueda ser así: primero, no creo en que existan los extremos como realidad, como algo que se pueda materializar; y, segundo, para mí son como reglas de medir abstracciones, para tener una referencia útil a la hora de describir lo que nos pasa, más que un hecho. Imagínate una recta: sabes que llega hasta el infinito por un lado y hasta el menos infinito por el otro, nunca la alcanzas realmente esos extremos, aunque los conoces teóricamente, normalmente siempre nos movemos hacia un lado u otro del cero, pero es muy importante no tocarlo mucho, pues la indiferencia es uno de los males de la sociedad que más nos dañan. Puede ser que te acerques tanto a ellos como para pensar que estás en ellos, pero una mirada precisa te dirá que no, es imposible.

»¡Oh! El ejemplo de la asíntota es inmejorable: por mucho que nosotros veamos cómo desciende y se precipita cada vez más la gráfica de una exponencial, de derecha a izquierda, cada vez más cercana al eje X, nunca se nos pasaría por la cabeza que no llegaría a tocarlo, pero el caso es que se aproxima a él hasta al menos infinito sin que esa tendencia se desvaneciera: es un quiero y no puedo.

»Son cosas distintas: Tú tienes una posición en la recta que se tambalea velozmente en el centro y que no llega a los extremos por mucho que tú ves, se acerca nítidamente.

—Y eso es lo que me ocurre: quiero estar con ella porque me cae muy bien y su presencia me hace ascender a lo divino, pero no puedo llegar hasta ella y hacer que me valore tanto como ya la valoro, como para que mis esfuerzos sean fructíferos, es el cuento de nunca acabar, el cuento de la asíntota.

—Me has hecho comprender algo sobre mí que nunca hubiera aprehendido si no hubiera sido gracias a tu ayuda, por lo que me siento muy agradecido. No obstante, me siento dolido por recibir conceptos y no devolverlos, además de por romper mi promesa del principio. Aunque no temas, pues yo haré no sólo que tu ejemplo se perpetúe hasta el fin de los días en este texto, sino que quedará plasmado en todo lo que haga desde este momento y así ocurrirá con los que abracen mis letras. No te olvidaré, amigo mío.

—Gracias —y se emocionó.Ambos nos despedimos congratulados. A pesar de que se quedó sin pago como se lo prometí, yo gané muchísimo en mi camino hacia la vida y él un poco de esperanza en su vida rastrea en el abismo.Subió con gracilidad por su cuerda mimética y se encerró en su estrecha gruta, pero con una sonrisa de sinceridad en la boca.

En esta ocasión aprendí que a veces la situación se te puede abalanzar sobre ti y hacer que un factor incremente exponencialmente si la pesadez le afecta.

También supe que hay historias, y gente buena y atormentada que te hacen comprender que en la línea de sentimientos te puedes encontrar una amplia gama tan cerca de los extremos que nunca serías capaz de imaginar que existen.

Aún así, encontré un método para describir situaciones de forma esquemática y rigurosa. Como René Descartes, padre de la Modernidad, deberé utilizar las matemáticas como paradigma en muchas de mis argumentaciones, pues ellas han dado al hombre la capacidad de abstraer la realidad y viceversa. Y como la vida es la máxima realidad, puede ser representada o simbolizada por las matemáticas.

¿La vida es un camino? No necesariamente, ¿seríamos capaces de representarla como un segmento de recta? Hay para quien la vida es vivir y esta es una reflexión circular que sólo nos sirve para embriagarnos a base de desorientación conceptual. Mi vida es la vida en sí en su sentido amplio y, por lo cual, no debe de ser víctima de las manipulaciones de los pareceres. ¿Esto diciendo que la vida es una recta? No sería tan extraño, todavía no existe nadie quien pueda decidir cuándo y cómo empezó y acabará, es más, no sería capaz de encontrarse a sí mismo, pues no sabría decir qué es la vida, por lo que no estaría lo suficientemente seguro de que estuviera vivo: desterremos que la vida es mera función biológica.

Y si la vida se representase con una recta, todo lo que abarca y es real estaría ahí comprometido a ella en cuanto a existencia y significado. Habría números naturales, reales, luego fraccionarios, luego irracionales y entre estos permanecerían en el anonimato otros que no conocemos o que ignoramos su existencia, esto es lo que llamo contrario a la vida, contrario a la realidad.

Pero antes de nada, volví a recordar a aquella persona que había ganado un amigo, por muy lejos que se sintiera, yo estaría cerca para recordarle cuán oportuna es la vida y fascinante en su interpretación.

Y en aquella fría noche, yo sonreí a Dios, no por frío, sino por amor y le prometí que pronto le defenderé de aquellos que quieren destruirle con falsas intenciones., porque repito: Dios es el Universo.

jueves, octubre 20, 2005

Una conclusión estrafalaria

De vez en cuando es bueno saber que si dejas de centrarte en un tema, si te esquinas a la ribera del río, podrás verlo en una extensión más nueva cuando te hacer a él de nuevo. Pues el mundo, la vida, es continuo cambio y si te estás muy quieto, puede ser que algo te arroye y te tire al río en cuyo margen estás sentado.

Éstas fueron mis decisiones para plantearme situciones un tanto raras, e incluso ridículas que, aunque las pueda calificar justamente de esta manera, no están tan alejadas de la sociedad que presume de ser tan eficaz.

Y ahora quiero que seáis vosotros más que nunca y estéis con los pies sobre vuestra vivienda, pues por una vez dejaré mi mente imaginar en el sentido que ella quiera.

¡Cuidado! Porque puede ser causa de un inmenso dolor de cabeza.

Imaginad: vosotros, una noche cualquiera, os encontráis tirados en el sofá del lugar donde residís y viendo vuestro programa favorito de televisión, y claro, no te es posible dejar de ser feliz con el contenido que allí se muestra. Y la felicidad es un sentimiento que rodea a una persona abarcando un radio tan grande cuanto más feliz es ésta.

Y ocurre que el mismo techo no solo cubre a los que comparten gastos contigo para alimentar un mercado de estafadores, sino que hay otros tanto por arriba como por abajo que te causarán problemas por el mero hecho de ser como eres: alegre y dichoso.

Parece, la verdad, que yo nunca he experimentado una experiencia tan paranormal –según mi criterio–; parece que hay átomos que no soportan ese aura de felicidad que esparces –al igual que la luz– por cualquier medio por muy físico (y si es por el aire a través de ondas mecánicas, peor) o inmaterial que se considere.

Las represalias no se hicieron esperar, ya lo supe después, cuando el sol se alzó en su cenit. Por parte de mis compañeros (salvo el que me acompañó en mi regocijo). Se quejaban, no sé si por envidia o por verdadera molestia (eso es algo que sólo uno saben y ellos saben que son ellos mismos), de haber sido enfadados. "Uno no se enfada si otro no le provoca y éste primero pone de su parte todo lo posible para ser enfadado, debería estar fastidiado consigo mismo", pensé. Y, a la vista de sus poco meditadas declaraciones, advertí que a penas –sino nada– había cuajado en ellos esa lógica posibilidad.

Nunca me gustó defraudar a nadie y que nadie me defraudara a mí, pero no me gusta enseñar a quienes no quieren aprender, pues en realidad estoy perdiendo el tiempo, es como si hablara con una cabra: nunca te hará caso si tu no te pones a comer la misma hierba que ella y si para hablar con ella es necesario prescindir de comer, seguro que ella se marchará antes que pronuncies una palabra, ya que ahora no estás jugando el rol que te ha tocado por vivir en ese rebaño.

Ellos me estafaron, porque me consideraron una alimaña y mis oraciones eran mística brujería, pero ya acostumbrado a los palos otro más no conllevaría un porcentaje mayor al de la exponencial de cualquier número que no sea mayor que el uno. Decidí, entonces, no prescindir de mi felicidad, sino adecuarla un poco a su canon.

Cuando yo creía que todo había pasado a ser anécdota estúpida, me encontré con otro escoyo donde comenzaría más adelante la mayor divagación de esta entrada. Resultó haberse presentado un hombre de mediana edad que decía que yo le había causado un perjuicio, no sin antes recordarme la posibilidad de, al ser vecino, bajar a su vivienda para pedirle el favor que yo considerase necesario cuando yo lo considerase. Yo no sé mucho de la vida, pero juzgad: ¿no acaban de empezar las contradicciones? Y también hubo unas condiciones a destacar, aunque en ese preciso momento no las percibí: el discurso del vecino de abajo fue presenciado por todos mis compañeros excepto por uno (llamémoslo desde ahora "C" sin buscar más analogía que el albedrío de mi mente).

Con la ánima más calmada a la vez que triste, repetí mi operación cotidiana durante aproximadamente un 0,0267857 % de la semana y, reprimido, no disfruté todo lo que hubiera deseado en mis sueños. De todos modos, me sentí tranquilo porque, aunque estaba perjudicando a mi forma de entender la vida, no iba a hacer que mi celebro sintiera más agudos pinchazos generalizados.

¡Joder! Perdón por mi coloquial expresión pero ya no dejan tranquilo a nadie por no dejar tranquilo a nadie y mis más cercanos allegados, volvieron a atacarme con su política tripartidista y mayoritaria. Pero ya mi razón no consentía rebajarse a 0x10 elevado a 23 Molar. ¡No!Lo sentí muy mucho por ellos pero era algo que no controlaba.

Una semana después tuve noticias de mi amigo. Lo encontré por casualidad en el rellano donde se encontraba ubicada su vivienda con un carrito que llevan las abuelas en la ciudad pueblerina de la que procedo. Era patética esa estampa y no pude ver ni a sus hijos ni a su praeja sentimental. ¿Un hombre con el sueño tan ligero y que dice trabajar más de doce horas en un día puede realizar tantas actividades en un día de descanso laboral? Decídanlo, yo ya lo he hecho.

Y unas 36 horas después, el individuo al que llememos "C" trajo consigo una persona que traía consigo una máquina de hacer ruido. Dicho personaje compró para lo ocasión una botella que contenía una bebida alcohólica traida de tierras escocesas y la puso en la repisa central del mueble de tres baldas que está junto al televisor. La máquina de hacer ruido cumplió su función y nos motivó exacerbadamente para acompañarla.

La hora "h" –en la que el vecino extraño y lunático, amenazó, era su hora legalmenete estipulada para dormir– se cumplió y atemorizados por lo que pudiera surguir, nos encontremos con que no conseguimos tirar por el balcón a la máquina hasta la hora h:45. Aliviados y con el júbilo que me provocaba el programa todo quedó en calma. A la hora h+2:30 me fui a acostar ya con el reto cumplido de haber hecho como si –al fin y al cabo, los que con los sentidos se quejan, con los sentidos se conforman– rebajara mi cociente racional al nivel mundano.

Esa misma mañana me desperté y me dirigí al lugar donde hay que pagar para trabajar y si no eres honrado o uno de ellos nadie te ayudará como pueden ayudar los que tienen los ojos muy avivados. A la vuelta, me encontré al vecino de abajo cargado con una bolsa llena de pan de todos los tipos y tamaños: largos y finos, pequeños y abombados, blancos, integrales, tiernos, duros, etcétera. Bueno, y también una cosa verde cuya esencia no pude detectar , pues estaba velada por el plástico fino. Se me vino a la cabeza la escena del carrito de compras y de lo mucho que trabajaba el vecino aún estando trabajando teóricamente de paisano en su tiempo de oficio.

Era una persona peculiar y pintoresca sin lugar a dudas (ni tan siquiera metódicas) y esta vez no pudo serme indiferente un hecho que ocurriría unas horas después.

Resulta que esta vez no recibí represalias con respecto a mis compañeros y me sentí satisfecho por el fruto que recogía de mis esfuerzos.

Entonces sucedió que el señor "C" recibió un mensaje de alguien muy conocido por todos –excepto por él mismo, quién no presenció su parrafada discontinua–: "Soy el vecino de arriba y ayer estuvísteis haciendo mucho ruido y no pude dormirme hasta la hora h+2:00". Fue lo que "C", me dijo, escuchó de su interlocutor.

Directamente pensé que no había tomado bien el mensaje y sería el sentimentamente tacaño vecino de abajo. Pero lo peor es que "C" no quiso razonar la realidad y optó por la vía más fácil y rastrera de todas: culpar a quien había estado hasta la hora h+2:30 con la espalda dolorida para escuchar algo de su programa con el fin de no perjudicar a nadie.

No sólo lo pensé, sino que me fue grato conocer que él mismo admitía su actitud mediocre a afirmar que si el vecino no durmio hasta dicha hora era por mi culpa –yo que había estado escuchado el programa con la misma intensidad sonora desde la hora h+1:00–.

Lógica! ¿Estás verdaderamente ahí? No la encontré y en su lugar se encontraba la paráfrasis con forma de lengua de serpiente.

La tensión no pasó a mayores consecuencias, pero me dejó un poco mosqueado, es cierto y consecuente.

A los cinco días llegó la conclusión. "C" Se quejó de nuevo de que podía oír el más ínfimo sonido por la noche (no te quejes –dije yo– por tener desarrollado el sentido de la audición como pocos seres humanos lo tienen) y me reprochó de que había desplazado su bebida irlandesa al estante de arriba, advirtiéndome de las consecuencias que podía tener el desobedecerle.

¿Acaso tenía por vecinos de arriba y abajo y enmedio personas con una capacidad prodigiosa por encima de la media normal para detectar el más leve indicio de vibración mecánica? ¿Acaso los errores de ellos mismos no se basaban en cometer paráfrasis que se meten entre las piedras y solo los avispados pueden verlas y cazarlas? ¿Acaso no son el vecino de abajo y "C" los que tienen que levantarse a las 8 de la mañana para un trabajo duro con el que no se esfuerzan denmasiado? ¿Quizás dentro de la botella de bebida escocesa haya algo que no se beba y sirva para espiar ópticamente mi felicidad noctura para que pueda ser envidiada, ya que de otra manera no podría ser factible? ¿Es cierto que si estas personas con personalidad tan cambiante no fueran la misma que ya no sebe que personalidad adoptar para que su trama sea más real?

¿Es posible que "C" sea el vecino de arriba y el de abajo además de él mismo? Yo creo que sí, pues él fue "casualmente" el único compañero de los cuatro que no estuvo presente durante el discurso del vecino de abajo, ¿o tal vez sí? También fue "C" quien dijo que el vecino de arriba penalizaba mi compormiento a base de llamadas al portero automático: patético ¿no? Y... la botella... eso me inquieta más todavía. Ah, por no decir de que la luz de la casa del vecino o no es tal, o se enciende, pues si miras al balcón de abajo, siempre está oscuro, tampoco se oyen a los hipotéticos niños, excepto la mañana del día festivo, en la que yo me quedé dormido tras oír la sonora bronca del vecino sensible a los sonidos por poca que sea su intensidad.

Esta es solo una de las pobre historias que te está escribiendo la vida y de la cual no puedes escapar porque ella te quiere formar como persona por mucho que sea ignorada: es inexorable.

Por lo demás, juzgad por vosotros mismos. Yo me quedaré esperando haber si la vida me depara sorpresas.

jueves, septiembre 08, 2005

Un juego inesperado

Hablo para todo aquel que diferencia el escuchar del oír. Hablo para quien me entiende. Hablo hacia las personas, hablo hacia la vida, hablo hacia Dios.

Hasta aquí he llegado, a esta tierra de inmundicias donde Dios puso una semilla de la vida. Si la vida es la máxima realidad, hay quien, o bien es falso, o bien no es.

Y ¡ay de aquel que no aprehenda, no lo que mis palabras expresan, sino lo que mis palabras son, pues es aquel quien no es! Y quien no aprecie lo que escucha es falso e hipócrita.

No son insultos porque aquel que no entiende lo que le dices, no puede ser maldito, no puede encabritarse como cuando oye alguna palabra con valor social negativo, desprestigiante (¿Por qué ser "hijo de puta" es lo contrario a ser "de puta madre"? Este es otro tema).

Dicho esto, pasó lo que tenía que pasar alguna vez y dejó de llover, aún era de noche, pero el cielo pareció estar más claro y límpido y brillante, rebosante de luz cuando el Sol asomó por la lontananza y todo ello aclaró mis ideas.

"La vida es la máxima realidad, ¿quizá no podríamos desvelarla porque es tan real que no estamos preparados para algo tan magnífico y colosal? ¿Quizá estemos "embriagados" por la vida y ella nos hace dudar y disuadirnos de sí misma y de lo demás y de nosotros mismos?", eso es lo que pensé y reflexioné hasta mil veces, pero fue poco porque... "la vida no es un capricho, más bien es una necesidad o una amargura dependiendo de la ocasión, es decir, un sentimiento sin aún dejar de ser tan factible y tan concreta al máximo infinito".

Aquí dejé mis discursiones y me sentí de nuevo con fuerzas y apoyo para comenzar la nueva discursión, pero la roca (debido a la lluvia y el mal tiempo) era más frágil y débil. Así que decidí dejar mis anteriores utensilios de escalada e ingeniármelas para ascender.Vi una ramas de un árbol caído y muerto que no hacía mucho tiempo estaba sujeto a la pared más que vertical a la salida de mi cueva y con esto, un poco de maña con fuerza y unas hierbas muertas a modo de cuerdas (sin pensar que hay que para subir a la vida hay que hacerlo por encima de cadáveres) construí una escalera lo suficientemente larga como para llegar hasta un bordecillo situado a tres de mis cuerpos el cual me llevó a otro descanso en la subida.

Durante mi ascensión sentí que estaba más cerca de mi destino (aunque también más cerca del fracaso), más próximo a la luz y me sentí regocijado en mí. No supe qué expresar, pero fue dura.

Mientras, la claridad parecía estar en su cenit y no tener fin, mientras ascendí, un rugido titilante me asombró sobremanera. Era metálico, pero a la vez cerámico y vegetal, hueco, pero lleno de sonidos, vibrante, rodante, grácil como un cisne al volar y robusto como un gorila: era él.

Desde le principio sabía que este camino no iba a ser fácil ¡Oh, Zaratustra! ¿Por qué viniste a mí cuando te encontré?

Pocas cosas había en mi segunda parada. Pocas en verdad, pero la que realmente observé es nada, no había nada, o sea, que había algo aparentemente vivo.

Atisbé en aquel recóndito y estrecho descanso donde surgían tres personas y un juego entre ellas, era un juego superlativo, altivo, grande pero apoyado en el suelo.

Fácil era su procedimiento; sencillo, como beber agua clara; sencillo, pero complejo al mismo tiempo que sutil podía ser su manejo si uno se lo proponía, aunque estúpido si el que estuviera allí así fuera. Era, en conclusión, un espejo en el que se reflejaban todas las personalidades de la gente que estaba a sus mandos, e incluso a su alrededor.

Un simple giro de muñeca podía mover uno de sus ocho ejes y hacerte caer o subirte a lo más alto, según (y en esto consiste) cómo seas y si eres.

Tres personas acudí a visitar durante el partido y dos jugaban en uno de los laterales largos del rectángulo y sus caras consistían en una sarta de risas idiotas sin saber qué, cómo ni por qué. Muñecos de trapo según su relación entre ellos y el juego eran, peor. Su pathos absurdo despedía parodia de sí mismos tal como una mosca se regocija cuando vuela sin pensar en nada. Mientras tanto, en el otro lado mayor del profundo paralelogramo se encontraba jugando en solitario el que faltaba, usando cuatro de las ocho varillas metálicas y refulgentes. Si rostro desvelaba una seriedad y una inmersión en lo que estaba haciendo digna del más puro ajedrecista.

Bastó con uno de mis discretos pasos para advertir de mi presencia y me presenté. Poca fue la gracia de aquellos dos que iban formando un grupo, pero, muy al contrario, el que estaba jugando solo me pidió que jugara con él. "El marcador va uno a tres, tenemos que colar las tres bolas que faltan y ganaremos", me digo. "Pero si no sé jugar", respondí. "A esto se aprende jugando. Juega con los dos ejes de atrás, ya verás".

Osé hacer lo que me digo y yo fui quien tenía la bolita que había que golpear. Ante mí estaba el ejército del eje del contrincante que se encontraba frente a mí e intenté dar sin que el proyectil cayera en su control y así fue. Lo mejor es que el jugador solitario consiguió marcar aun burlando, incluso, a la madre de las ciencias, aunque su cara reflejaba la misma concentración.

La suerte es fundamental en este juego, pero la habilidad lo es más aún. Y el juego continuó en el comienzo de su campo y mi compañero sacó buen provecho del saque, pues interceptó la bola con maestría y la devolvió al fondo de la meta. "Es fácil si sabes y tienes fe en ello. Los de en frente no saben qué es ser y se darán cuenta de que lo que hacen es flor de un día en el paraíso", fue lo que me digo y mientras lo hizo, marcó la segunda para ganar el partido aun quedándome yo anonadado.

Inteligencia, así llamaría yo a ese gol y, ahora sí, sonrió mi compañero.

No sabría qué decir si me llamaras, no sabría qué decir si tuviera que decirlo, pero aparecieron como si por brujería se tratase diez personas de rostros pálidos y chulescos, clones de la multiplicidad impertérrita. Y sus voces eran coces que me pegaban en la cara para no volver a levantarme. Y una nueva partida comenzó. Mi compañero sacó desde el centro y se apoderó del esférico. "Eres un tramposo, fullero, míralo, no sabes jugar o qué".

Me enrabieté por su subnormalidad (o, perdón, esa palabra no existe), por su ademán de superioridad, por su cara de vender el oso antes de cazarlo. Sus paráfrasis comenzaban a deleitar (o así lo observé yo) al público expectante: craso error. Pero lo que más me impresionó era que mi compañero fuera inducido a aceptar sus burdas letras. "Dios así lo ha querido, la casualidad (buen tema), así pensé, pero no dije nada.

El partido transcurrió y yo me sentí más cómodo en la defensa y el marcador estaba empatado a tres. Yo sacaba y fallé el saque. "Perdón, quería asegurarla", dije. "Sí la has asegurado en tu portería", respondió el moreno de en frente mía con voz grave y dionisíaca sólo en apariencia. "Qué bien te paree el chiste, te refriegas en el fango de tu parca existencia. No serías aire aunque quisieras ser hierba. Un consejo: si sigues así nunca llagarás a ser alguien". "Eh, amigo, no sabía que eras tan tonto", así fue cómo respondió.

Nada era posible con aquella cosa tan monstruosa y petulante, narcisa, el aire era suyo, esponja que adsorbía todo lo que le echaban.

Y la más ruin de las desgracias, pues resultó que esta vez dios no quiso ser de mi partida y el balón se metió en mi portería. Y los cerdos se revolcaron en la charca para celebrar que eran los más necios y que eran conscientes de ello.

Fueron muchas las fanfarronadas que dijeron y sería yo más fanfarrón si me dedicara a reproducirlas, pero la que se llevó la palma fue la que digo el contrincante el pelo rubio engrifado hacia arriba a modo de puercoespín: "Mira lo malos que son.

"Este llenó de cólera, pero está se esfumó cuando todos lo ahí presentes se convirtieron en esponjas y luego en espuma y finalmente en nada, porque las almas vacías y muertas no existen, pues ese es su castigo; y lo que no existe, no es; y lo que no es, que me aspen si ha salido de algún lado. Es infinita la estupidez humana, como infinito es el Universo donde estoy y donde soy.

Bueno, todos no se fueron, ahí quedó mi compañero, pues él si que era noble y me sorprendió aquello que me digo: Has hecho tan grande al universo que hasta a Dios lo has hecho más pequeño. El universo es tan grande que hasta Dios se queda Así fue cómo comprendí que quien atenta contra la vida, al final es atentado por la vida y que quien no es nada, en verdad no es.

Así fue como conocí a mi amigo, que me acompañará y luego será mi adversario. Pero la vida aún sigue y el camino es cada vez más angosto y débil. Por esta razón es preciso seguir discurriendo, sabiendo que en verdad he hecho algo importante, pero si no lo envuelvo, nunca podrá ser un buen regalo.

Espero que la vida me siga deparando sorpresas mientras llego a ella. Mientras tanto, descanso con un amigo que me sirve de calor tertuliano en una gélida noche.

Un momento: si habéis llegado hasta aquí, seguro que sois nobles. Así que... ánimo y que vuestro camino también continúe.

domingo, agosto 28, 2005

¡Perdemos el significado!

Oscuridad, soledad, tizón, inanición, humedad, enfermedad.

No es fácil la empresa que me he propuesto y ni mucho menos desde que subí acá arriba. Aquí, en subida a mis ideas, donde no ha parado de llover aún, intento hacer que el tiempo (¡qué curioso e interesante!) trascurre lo más liviano posible. Y mientras lucho por supervivir en estas condiciones (que lejos de lo que pudieras imaginarte no son infrahumanas) se me pasan por la cabeza sensaciones muy ininteligibles.

No hablaré con aforismos, ni sobre la vida (aunque con ella en el teclado), ni nada superior o algo por el estilo. Hoy no os confundiré, hoy he bajado mentalmente al mundo al que pertenecí y pertenecéis, a lo más recóndito y mundano de la vida; y hasta allí descendí, hasta vuestro terreno.

Mi cabeza era un tambor rechinante, pero pude soportarlo con ahínco. Fue entonces cuando mis ojos observaron sus plásticas miradas, fue cuando el cielo se hizo gris estático y el aire irrespirable, tosco.

Mi cerezo se marchita al recordar el lugar de donde vine, aunque vuelve a rebrotar al cerrar el círculo.

Allí estaba, rodeado de parásitos y de maleza. Donde todo huele a podrido y el ácido sulfhídrico es más que medicina, en cambio, lo que me rodea aquí es revitalizante y fresco.

Al igual que sólo al salir de allí te enteras de lo le pertenece, sólo al salir de aquí previenes lo que te va a suceder.

Y cuando aún no llevaba un día se me lanzó al cuello una escalofriante tesis: la pérdida del significado de los conceptos.

—Por ser mi amiga, te regalaré el día de tu cumpleaños un bonito regalo —dijo una joven coqueta a otra de no tan buen ver, pero más noble.

—¡Estupendo! y yo prepararé una gran fiesta para invitar a todos mis amigos.

—Será divertido.

¡No! ¡Error! Mis tímpanos se rajaron de cabo a rabo sin remisión (menos mal, puesto que me alivié al no poder escuchar la conversación). Esta es la prueba de que en verdad nada es cierto allí:

1. La primera no es amiga de la segunda, sólo son conocidas que se saludan cuando se cruzan por una calle sin más repliqueo que el "hola" y "adiós". El fallo: la amistad (tema abierto, ¿no?) es muchísimo más que eso, la amistad es una relación mutuamente estrecha entre dos personas; dicha relación implica ayudarse en los momentos difíciles (que una sea el cayado de la otra, y viceversa) que, aunque no se piense ni se espere, siempre van a estar allí para lo que se necesiten sin más excusa que la una relación que se llama amistad.
2. Regalar algo para un cumpleaños demuestra la falta de dedicación a la otra persona durante los restantes días del año (siempre y cuando, como es el caso, no haya amistad; entonces el objeto es símbolo de amistad). Se pretende, en otras palabras, llenar un vacío hueco; y qué mejor oportunidad para ello que hacerlo un día tan socialmente significativo que en el de un cumpleaños. Otro craso error, ya que el valor del regalo se ve multiplicado por cuatro veces.
3. Pero de qué regalo está hablando si le ha costado a si destinataria una gran indiferencia. En vez de dar su corazón a ella, le regala un objeto y "adiós muy buenas". "Mi no comprender", parece que me he vuelto un bárbaro a pesar de la ascensión. Nunca un objeto por muy hermoso (aunque lo vistamos con la palabra "bonito") que sea puede tener un valor sentimental tan fuerte como el que tiene una buena amistad (¡vieja engañadora! Aléjate de mí y los míos. Fuera). Es rarísimo cómo un puñado de átomos puede sustituir a una red de reacciones análogas.
4. "Será divertido" ¿Es necesaria una fiesta (en la que, casi con toda seguridad, se servirán sustancias estupefacientes) para ”pasarlo bien”? ¿Acaso yo no me divierto escrutando aquello que me parece falso aun teniendo constantes ganas de vomitar? Y con qué parsimonia y beatitud y altivez se dice, aunque no se calibre aquello que se clasifica tan superiormente sin valorar los pros y contras, sin operar se consigue un resultado que, por definición, no es tal: es mentira. ¡No!, otro significado derretido y retorcido. No.
5. Tú, cumpleañera. Por qué preparas una gran fiesta. ¿Eres bienaventurada por tener tantos que no te cogerían de pie en una hectárea? Piensa, divaga sobre lo que es un amigo y luego haz el recuento. ¿Dos metros cuadrados son suficientes? Sí, y quedan holgados. Pero te perdono, es algo tan normal que hasta yo puedo ser un tarado y no me cabe la menor duda de que lo soy a tus ojos y tu martilleada cabeza.
6. Y en este mundo en el que la mayoría de jóvenes se creen ateos o cualquiera de sus múltiples variedades sin saber tan siquiera qué niegan (véase "Yo, Dios, nosotros y el Universo"), ¿no es fácil pensar que los conceptos son equivocados, son absurdas parodias de la realidad? Y aclaro esto, porque lo que casi nadie sabe es que el primer cumpleaños que se celebró fue el de un detestado Jesús de Nazaret o Hijo de Dios. Esto ¿no os dice nada? Usamos a Dios para lo que nos conviene (o, lo que es peor, lo que le conviene a la sociedad capitalista) y luego lo aplastamos y lo negamos en el margen del río.

¿Y qué? ¿Nadie va a poner remedio a eso? ¿Nadie me oye? ¿Acaso soy zombis de "La noche de los muertos vivientes"? ¿Respondéis a algún estímulo exterior al de vuestra ama y vieja engañadora?

Pongo el grito en el cielo y los lunáticos fueron los únicos que me escucharon. ¿Será porque a veces tienen una visión distorsionada de la realidad y no pueden ser psicoconrolados? A veces, y eso es lo que les da esa inmunidad de tener dos caras (como la luna) y también dos puntos de vista para poder decidir y definir.

Hasta aquí puedo sopesar, pues ya he leído todo cuanto está escrito en este mundo sobre la tesis. Ahora el trabajo es cosa de todos, el cuello de la vieja es muy obtuso y mis manos son muy pequeñas para abrazarlo y estrangularlo. La Tierra nos pide ayuda al igual que nosotros lo hicimos en si día, ¿por qué no ayudar? Será porque estáis sordos, pero yo estoy aquí para que, mediante por palabras, entendáis qué ocurre y qué se debe hacer para finiquitar el problema.

Así hablé, esperando que desde la montaña haya alguien agudo que trasmita mi mensaje y mi sabiduría, pues si no es así todos nos iremos a pique tarde o temprano.

Los conceptos son muestras mejores herramientas para comunicarnos y si no conocemos su significado o, lo que es peor, lo modificamos y lo disecamos al Sol, nunca seremos capaces de curarnos de nuestro cáncer.

Sólo tres palabras para el principio que, espero, encontréis su definición: observar, reflexionar y actuar.

sábado, agosto 27, 2005

Yo, Dios, nosotros y el Universo

La soledad no es tan mala como uno puede pensar "a priori", pues te enseña a ensimismarte y a recrearte en la intimidad, por esto quiero advertiros de una cosa que desde hacía un tiempo venía cocinando y que ya está guisada. Espero que saboreéis la rica ambrosia que os tengo preparada.La vida es un misterio, ya lo sé; pero hoy me gustaría discurrir sobre un tema algo más específico y también –por qué no podría serlo– algo más controvertido (y divertido), pues quién no se ha preguntado alguna vez si existe realmente algo superior a sí mismo, algo que nos puede definir por capricho.

Efectivamente, el pensamiento de algo a lo que estamos subordinados o supeditados no puede ser propio de la vida como un conjunto global, ya que no todos los seres vivos tienen como naturaleza el pensar; más bien sólo es exclusivo de un pequeño grupito de ellos, aunque algunos lo dediquen a propósitos más intuitivos que meditativos.

Por esta misma razón debemos reducir nuestro campo de mención al ser humano –ya que de otra forma estaríamos desviándonos del tema, pues resultaría un tanto chistosa la idea de que, por ejemplo, un paramecio (dándole todo el respeto que le merecemos por ser base de la vida) adorara a su dios "hecho a su imagen y semejanza" (¿se imaginan su cara?) y se saldría del desarrollo de sus características vitales: no–; pero esto no nos da una conclusión de ninguna clase, así que partiendo de esta base se ve necesario profundizar hasta llegar al origen de la divinidad.

Y eso es, desde que un homínido bajara del árbol para devenir en hombre han transcurrido en este camino evolutivo una serie de procesos que nos han llevado a creer, a tener fe, en algo mucho mayor y magnífico para ser visto. Así, rozaría lo absurdo esperar que nuestro homínido (guardando las distancias) comenzara a tener así porque sí rituales religiosos o similares a los nuestros; sería más factible pensar en lo siguiente: en que los descendientes de nuestro homínido mientras come las verdes hojas de la rama que ha arrancado del árbol del que se bajó se da cuenta de que la rama desnuda se convierte en un palo y que utilizarlo haría más eficaces sus tareas sobre la tierra; y no sería igual de sencillo pensar que otros congéneres suyos que bajaron después del árbol por mera curiosidad y que al ver el nuevo invento de su "líder" comenzaran a imitarlo y entre todos ellos hubiera uno que tuviera especial habilidad para manejarlo hasta el punto de que con él pudiera cazar insectos y luego animales más complejos y grandes y que sus hijos tuvieran esta habilidad; y es difícil creer que este segundo homínido utilizara los huesos (más duros y rígidos) de los mamíferos que ha llegado a cazar para sustituir al palo primigenio o que acoplara una piedra afilada al palo para matar animales mucho más grandes; y finalmente si fuera una ventaja ser bípedo para usar estos utensilios no creéis que, con el paso de los siglos, nuestro proyecto de hombre se levantaría sobre sus extremidades posteriores.

Y ahora qué. ¿Dónde está el protagonista? Ya viene, porque el hecho de ser bípedos les hace capaces a los descendientes del primer homínido de mirar al frente sin que ello les cause dolor de espalda o cuello y gracias también a su visión estereoscópica pudieran mirar a todo lo que les rodeara de manera más amplia y tridimensional. Seguidamente, al poder ver aquello que tienen frente a ellos habría alguno que vería una montaña y que, por curiosidad, se dispusiera a subir a su cima y no lo consiguiera, llegando a la conclusión de que existe algo más que es superior a él, que ya no es el rey de todo lo que le rodea, sino que su evolución a llegado al punto de madurez necesario para abordar la necesidad de sus limitaciones.

No obstante, nuestro homínido se sorprendería aún más cuando una noche se quedara despierto y mirara hacia arriba y cayera en la cuenta de que aún hay cosas que son más altas que la montaña y que ni siquiera puede alcanzar con la mirada. ¿No creéis que en este momento (si no antes) podría llegar a pensar que existe algo mucho mayor a él? Cuando su capacidad cerebral aumentara y comprobara la complejidad de organización de todo lo que lo rodeara, ¿sería incoherente pensar que llegaría a su cada vez más grande cabeza la idea de un ser más inteligente que todo lo ordena y lo dirige? Aquí llega Dios.

Todo esto puede resultar un poco rocambolesco, aunque es una idea (o así lo opino yo) más simple y razonable que algunas que rondan por ahí.

Por ejemplo, se me viene a la memoria una conversación que tuve con una persona que decía ser atea de corma convencida e irreversible. Tras finalizar la charla no tuve mas remedio que decirle a esa persona (sintiéndolo mucho) que no era atea, pues lo que le ocurría en verdad era que no creía en el dios cristiano porque con la ciencia en la mano las enseñanzas de su infancia catequista parecían una historia que no se podía tragar ni con embudo, era casi un chiste a su inteligencia.

Esta opinión me causó mucha sensación y, aunque en aquel momento no pude llegar más allá decidí intrincarme en el tema. Hablé (y hablando se entiende la gente) con otras personas, pero hubo una que me llamó cautelosamente la atención, un testimonio que no era ni más sino contrario al primero. En esta ocasión me topé con una persona muy creyente (y, lo aseguro, bastante) en lo mismo que no creía la primera hasta el punto de ser preciso y necesario para la explicación de su situación en el mundo y del propio mundo.

Tras algunas charlas metafísicas más decidí hacer uno de los experimentos sociales que han cambiado más mi concepción, pues me reuní de nuevo por separado con la dos personas cuyos pensamientos más me interesaron y esa misma noche los enfrenté para hablar sobre el tema tratado y yo me mantuve al margen, simplemente escuché la voz de estas para sacar certeras conclusiones. Y como hormigas sin antenas se pelaron sin que ninguno saliera de sus trece y no dijera nada más que una sucesión de idioteces sin el debido permiso y consentimiento del cerebro (directamente desde la médula).Y de aquí mi resumen: a pesar de sus radicales diferencias los dos tenían algo en común, una fe basada en dogmas sobre su opinión."La virtud está en el justo medio", y para encontrar el centro de la gradación que va desde lo religioso a lo científico pensé en buscar una solución también moderada.

"La idea de Dios es complicada, creo que cado uno tiene una idea diferente y hay que respetarla"; esta fue la opinión más modera que escuche, bueno más que moderada era absurda e impersonal, muerta. ¡Tengamos algo más de carácter en lo nuestro, por favor!No era una opinión escéptica ni nihilista la que quería, pero sí creo que es interesante: Dios es una necesidad que la evolución humana ha ido creando conforme el hombre veía más complejo el mundo; Dios es nuestra aceptación de que, aunque presumamos de tener poder suficiente para modificar aquello que llegamos a alcanzar, no somos más que microbios en la Tierra y quarks de entre todo lo que nos rodea; Dios es más que un personajillo de cuentos y leyendas; Dios es una entidad capaz de gobernarlo todo. Dentro de él estamos nosotros y está formado por lo mismo que nosotros: materia y vacío; Dios es la esperanza de que algún día todos (buenos, malos e indiferentes) llegaremos a formar parte de la noche y la belleza, Dios es el seguro de que todo sigue un ciclo: porque nos lo muestra en lo pequeño y en lo grande y colosal. En definitiva, Dios es el Universo.

viernes, agosto 26, 2005

El paso de Nietzsche

Era mediodía. El Sol en su cenit brillaba hoy ajusticiando, poniendo al mismo ras a todo lo que me rodeaba. Sin privilegios ni a nada y ni a nadie.

Y ahí estaba yo, comprobando por qué el hombre moderno de estas latitudes no puede permitirse el lujo de anestesiar la sensancion sofocante de calor, ¿sería un mecanismo de defensa de nuestros ancestros? Imposible.

Pero eso no importa el caso es que rodando, rodando, aprovechando la inercia lo mejor que, si puede, uno es capaz de realizar aquello que se proponga por muy ambiguo o difícil que sea, aún costando (y esto sí que es importante) más que sudor y lágrimas.

Parece ser que existe algo que te empuja cuando estás más parado, que te insufla aliento si te desinflas.

¡Oh éste eres tú, Zaratustra! Tú me has hecho recapacitar y revalorar cuanto tengo y soy. Tú eres el verdadero sabio entre los sabios, primero de los que esperan la gran aurora. Primogénito entre la vida.

Así hablaste, y el Sol se hizo rojo y su calor, fuego ardiente. Y así viniste a mí, como una estrella fugaz: rápida y contundentemente.

Llegaste a mí lado y tu aureola deslumbraba los astros y, cuando menos lo esperé, gracias a ti luna revelación que ni en el más útil y precioso de los deseos hubiera sido ni siquiera probabilidad.

Llegaste en pleno verano y te posaste con tu águila sobre mi encina, y eso me hizo sentirme especial, diferente.

"Sé que me estás buscando desde hacía mucho tiempo y aquí estoy", dijo mientras se acercaba a mí con paso glorioso, como caído del cielo azul."

¿Quién eres tú, quién tan exhibicionista le gusta ser?", repliqué cohibido, asustado por lo repentino de la aparición.

"Yo soy aquél a quien nadie comprende, yo soy aquel que nunca dice sí, yo soy quien viene a cambiar todo lo que, creías, era cierto. Vengo como un rayo de esperanza a tu morada y quiero compartir mi fulgor contigo", y así habló Zaratustra y así también fue cómo comenzó uno de los más asombrosamente vitales acontecimientos de mi existencia.

Juntos vadeemos montañas, subimos escarpados barrancos enzarzados, naveguemos contracorriente en esbeltos ríos, encontremos piedras y tropecemos en el camino, pero al final lleguemos a nuestro destino: la morada de Zaratustra, el lugar donde me fue obsequiado el más valioso camino hacia mi horizonte.

Y en mi camino hacia la vida recorrí otro tramo. Zaratustra me dio un pico par agarrarme a la sólida roca del precipicio y unas botas con púas para adosarme a ella como una ventosa y para tener algo fuerte en que sostenerme.

Y sus palabras fueron el ánimo que requería y me coloqué al pie de la pared y comencé a ascender por ella.

Cuanto más avanzaba, más empinada si cabe se hacía el trayecto. y todo el miedo se me acumulaba en los músculos y en las manos y el calor se hizo hielo. Y cuanto más y más atisbaba aquello que había ascendido, tanto más se me encogía y tanto más estaba de suelta la roca para poder sujetarme.

Y por fin logré llegar hasta un pequeño rebaje que a modo de cueva se mantenía en pie.

Subí, no sin fatiga, hasta la cavidad... "Bien lo has hecho, pero aún te queda mucho", dijo una dulce voz, "pero todavía no has alcanzado la escabrosa cima.", dijo Zaratustra.¡Zaratustra! ¡Es imposible, no es cierto! "Créelo, puesto que lo ves, aunque vas cargado de innecesario equipaje por la subida y he venido para que te despojes de él."

"De qué me estás hablando", me sorprendí. "Escucha bien lo que te digo: la piedra es menos piedra conforme vas ascendiendo a tu verdad, por lo que es más peligroso. Debes usar esta parada para reflexionar sobre qué cosas que te visten interiormente tienes y cuáles no son necesarias. Pero eso se lo dejo a tu criterio y a ti mismo."

"No."

"No es fácil, aunque sí que es el único método.

"Se esfumó. Aún no sé cómo, pero sí sé que lo hizo con razón, pues los días que pasé en el corazón de mi enemigo me hicieron recapacitar.

Mi enemigo es la vida. No el hecho de vivir, sino el hecho buscar una solución a su enigma. Quitándome todo el lastre: los conceptos son pesados como el plomo mismo y cerrados, pues no dejan ver nada en su interior; los valores todos se han perdido como un pájaro en el desierto, debo de rotarlos por unos nuevos que deben ser los contrarios a los marmoleados; y, por último; he de entender que todo lo que puedo ver y sentir es lo único que existe y es, lo demás es mera paráfrasis de la antigua imaginación.

Vitalidad necesito porque todo está en continuo cambio. La vida es la primera y primordial realidad y, como tal, únicamente puede ser explicada desde ella misma. No pido fundamentos biológicos para decirla ni para mirarla sin incongruencias, ni tampoco físico-químicos.

Algo es claro: la ciencia no es el camino. La vida es la verdad.

Este es el paso que di gracias a Zaratustra y pensado esto empezó a llover a fuera y me resguardé en lo más profundo de la cueva.

Todo se hizo oscuridad para mí y hasta que pare de llover, así será. Mientras tanto seguiré escalando pasito a pasito, evitando resbalarme.

Gracias Nietzsche porque gracias a ti la vida está más cerca de mí y veo el final más próximo, aunque todavía lejano siempre pensaré que me diste el empujón para construir mi pirámide.

sábado, julio 16, 2005

Sobre la vida

Mira por la ventana y dime qué ves. Siéntate en la acera y dime cómo estás. Bebe agua en la fuente y dime si no refresca, si no es un antídoto.

Difícil es la tarea que me he propuesto, aunque no menos necesaria, y soy consciente de ello, pero sólo podemos derrotar a nuestros miedos enfrentándonos directamente a ellos, y esto es lo que estoy intentando hacer.

No es que tenga miedo hacia la vida la cosa más profunda que tengo. Quizás sea la vida uno de esos conceptos muertos cuyo significado damos por sentado y por trivial, pues todos sabemos lo que es; bueno, tenemos una idea sobre ello tan asimilada que nos parece que no es digna de discusión o divagación. Sería insignificante, inútil, absurdo, limitarnos a contrastar nuestras versiones sobre esta palabrita.

Etimológicamente, vida procede del término latín "vita-ae" que viene a significar fuerza interna sustancial de los seres orgánicos. Esta definición no es lo que yo busco. Busco saber qué es la vida sin términos que más que a la ciencia, pertenezcan a la poesía. Busco saber qué es estar vivo, porque si no es así nunca comprenderé qué es estar muerto. Busco una razón para seguir adelante. Busco mi principio.

Aún he caminado poco por el mundo, pero las pocas veces que lo he hecho he querido ir como Sócrates: cuestionando por doquier a toda aquella gente que no sabe lo que dice (unas veces) o que no dice lo que sabe (en otras ocasiones).

Pues bien, encontrándome yo en el "botellódromo" de mi ciudad (que, por hacer comparaciones, hasta es elíptico) haciendo patente en mí una de esas modas un tanto negativas de estos tiempos sin identidad que corren hoy día, y que se ha convertido en uno de esos rituales arcaicos que los filósofos quieren desechar; yo me encontré con un amigo y en medio de nuestra conversación dijo:

—Me gusta vivir la vida.

—¿Sabes qué es la vida? —repliqué yo con abrumadora intención.

—Pues... es...-Y sino sabes qué es la vida, cómo vives.

Y su voz se perdió en el horizonte mojado no sé si por la magnitud de la pregunta, por la embriaguez que sufría o por ambas respuestas. Se fue.

¿Por qué rehuimos y rehusamos la vida si como seres vivos debemos de estar vivos (y no es redundante)?

La cosa puede complicarse aún más porque si empezamos a calificarla con términos científicos (que "a priori" era lo que yo intentaba) nos perdemos totalmente en la más espesa oscuridad.

—La vida es el consumo de materia y energía —me dijo un compañero de clase (el cual, en esta ocasión no huyó despavorido).

—¡Uh...! —exclamé— entonces desde el principio de la vida hemos estado vivos y nunca moriremos, al menos, hasta el final de la vida.

—¿Cómo? —preguntó exaltado.

—Tranquilo. Te lo explicaré: si el espermatozoide y el óvulo de los que provienes han consumido materia y energía, es decir, son vivos; y antes las células madre de las que procedían, y con anterioridad los óvulos y espermatozoides que las formaron... hasta llegar a nuestros antepasados homínidos y luego a los primeros mamíferos, hasta llegar a la primera célula eucariota, que era posterior a la procariota, a nuestro padre universal ¿no consumían todas ellas también materia y energía?

—Cierto es. Entonces, ¿qué es la vida?

—Esperaba esta pregunta, pero siento decepcionarte porque aún no he llegado a desvelar su significado. Aunque, por lo que he podido experimentar, vivir es un sueño que termina tal y como empezó ¿Tú recuerdas cómo naciste o desde cuando estás vivo?

—No.

—Freud lo llamó amnesia infantil, pero ¿tú te acuerdas de qué pasaba antes de que nacieras?

—Por Dios, no.

—Pues eso mismo sentirás cuando mueras, nada. Y tu memoria se perderá entre las sombras oscuras y lo que fuiste una noche resultará ser como un sueño.

—Sí, muy bien, pero no has respondido a la pregunta.

—¿No? Pues yo creo que ya lo he hecho. La vida no puede ser determinada de manera científica. La vida no consiste en nacer, alimentarse, relacionarse, reproducirse y morir; debe de haber algo más.

—Bien ya es muy tarde, ¿por qué no nos vamos a vivir?

—Ja, ja, ja. Parece que al final algo has entendido. Vámonos.Y desde aquel día comprendí que la razón por muy dinámica que sea no es capaz de definir la vida y que sólo nuestra imaginación puede hacerlo. Pero sería interesante contrastar nuestras opiniones y hablar deliberadamente sobre ello para ver si entre la infinita multiplicidad de la mente encontramos algún sentido para comenzar la vida.

Así pido comentarios sobre la vida, porque si hay algo que aprendí es que uno sólo se arrepiente de las cosas que no hace. Así que no os arrepintáis.

Mientras tanto, dormid a gusto.

Buenas noches.

domingo, julio 10, 2005

Aforismos

Con Txema
Las cosas son como las decimos ya que nadie piensa en el significado.
Un papel blanco: no está escrito si tú no lo crees. No hay letras si o hay alguien que las lea, no hay sentimientos si no hay nadie que sienta.
El hombre necesita a dios, como el comer que aumenta mientras nos desarrollamos.
La tendencia es a mejorar, aunque hay gente que involuciona.
Lo importante no es la cantidad de cerebro que se usa, sino cómo se use.
Los conceptos se modifican por acumulación de opiniones.
¿Siempre morimos? No hay células. Hemos estado muertos alguna vez.

Espontáneos
A casos irreales hipotéticos, hipotéticas soluciones irreales.
O estoy loco o los demás están locos por no estar locos.

Dianoias con Itano
Disfruta la vida porque puede ser que no la vivas o no la sientas.
Has hecho tan grande al universo que hasta a Dios lo has hecho más pequeño. El universo es tan grande que hasta Dios se queda pequeño.
No hay nada peor que un científico entusiasmado.
Mi cabeza va a 3000 km/h.
Cómo puede flipar tanto el cerebro.
Disfruta la vida porque puede ser que no la vivas o no la sientas.
Estás en pleno éxtasis emparanoiante.
A ver si cierro para tomarme algo.
Y pensar que las memorias de ordenadores se venden en las tiendas.
La paranoia solamente es apta para la mente preparada.

Dianoias conmigo
Hay que recordar las cosas buenas de la vida y aprender de las malas.
Para darnos cuenta de cómo somos, debemos de simular los extremos.
Tengo miedo a lo desconocido, desconozco el miedo.
Lunático
¿Estaremos verdaderamente sobre informados?
¡Qué gilipollas es un científico cuando es persona!
Tener una buena idea es como eyacular.
Clones de la irregularidad.
Pienso, luego me enciego.
Fíjate, dan su mejor cara y parecen infelices.
Mi sueño es vivir y creo que lo estoy cumpliendo.
Eso como verdad es una puta mentira.
El tiempo no se muere aunque tu quieras pararlo, así que vívelo.
Tener una buena idea es como eyacular.

viernes, julio 01, 2005

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No sé dónde llegaré con esta locura.
Existe algo que se está apodrando de nuestras mentes a partir de la música.








Un viaje escalando la montaña del conocimiento hasta la vida.
La vida vista desde otra perspectiva.









Objetivo: evaginar las falacias que nos rigen.
Paradojas.










Retazos de un puzzle sin pies ni cabeza.
Párrafos inconexos.










Saber es soñar que todo puede ir a peor.
Sobre algunos sueños.










Relato escrito para LITERATURA EN PRIEGO.
Mentir no es más que un instinto de protección








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