jueves, noviembre 03, 2005

Teoría por un amigo

Ya hace frío, aún no es invierno en mi mente, pero las ideas se me congelan al ver cómo las austeras temperaturas me hacen recordar que no todo el monte es orégano y que habrá una temporada muy dura a partir de ahora.

He intentado encender un hogar para calentarme las espaldas, pero los palos mojados por el rocío me lo han impedido.

La persona del juego inesperado aún sigue a mi lado, aunque creo que al final no va a ser un buen compañero de viaje, pues unas veces tergiversa mis pensamientos y otras veces quiera aplicar mi método de reflexión sin saber en qué se fundamenta. Pero a él le importa más su descanso que el entumecimiento de sus músculos: está durmiendo, es de noche.

Hace tiempo que aprendí que la mente es el arma más eficaz para combatir la sobreexcitación del mis sentidos, ya que cuanto menos los maldigas, menos te maldecirán a ti.

Pero todo tiene un límite y la mano fría sigue viva y teme morir ridiculizada por la quemadura de lo antónimo al fuego. Y llega el momento en el que te avisa de que algo no marcha todo lo bien que debiera y no puedes ignorar al cuerpo, pues es tu soporte físico de pensamiento, entonces no sería nada, por mucho que pensara, mis discursiones serían fantasía de épocas pasadas por otros vientos.

El panorama no pintaba bien, todo se venía abajo sobre mí. La luna estaba nublada y el aire era quieto y paralítico: ante condiciones extremas, no puedes controlar tu cuerpo y rompes a tiritar miedoso de que la ley de Murphy se haga latente en mí.

De todos modos, nunca me gustó ser catastrófico –pues no existen los extremos– y negativo –porque es la postura en que siempre ganas: si la situación sigue en relación a ti igual, no está peor, es un sentimiento alentador; si continúa peor dirás “ya lo pensé, al menos mi cabeza lo lleva asimilado desde hacia un tiempo”. ¿Y qué le queda al positivo? Nada, realizando pensamientos de cariz afirmativo nunca ganarás nada siempre te quedará la resignación indiferente de la estabilidad de acertar con la vista; y se sumará a ella la sensación del fracaso o la burla de la verdad cuando tu autoestima se caiga por los suelos– en ese momento caí hasta lo más bajo e inmundo que mi corazón podía atisbar: era el fin de mi autocontrol.

¡Pobre de mí¡ El cielo se me caía, pero aún en los momentos más difíciles siempre hay una estrella que te hace soportar lo insoportable: es la vida.

No lo esperaba, pero desde la penumbra salió un ente humano a saludarme y entre mis venas la sangre corrió algo más viva y me sentí más vivo a pesar del sobresalto de la incertidumbre que pesó sobre mí.

—Hola —me saludó e hizo ademán de darme la mano.

—¿Qué hay? —le respondí, pues no se me ocurría otra fórmula para contestarle, además acepté su intención y le correspondí con lo propio—. A ti te conozco —añadí.

—Es cierto y yo también a ti.

—Tú me inculcaste un detalle precioso sobre Dios. ¿Qué haces aquí?

—Es difícil creerlo, pero el azar nos ha vuelto a hermanar.

—No era esa mi pregunta.

—Bueno, estoy aquí porque vivo aquí, en este peldaño de la montaña, simplemente. Soy persona nocturna y no me había despertado hasta que oscureció.

—¿Dónde vives?

—Algo más arriba, uso una cuerda camuflada por las piedras y la propia piedra desprendidiza para ascender los dos cuerpos de altura que separan mi dormitorio de este “salón”. Los motivos son también causales, es el propio caminar lo que me ha traído hasta aquí.

—La casualidad solamente no te ha podido traer hasta aquí, tú o alguien ha hecho que estés donde estás. Existe otra razón y, me temo, es muy poderosa —no me creí su respuesta.

—No te lo tomes a mal, pero no hay nada que te quiera ocultar —se defendió con voz poco elaborada.

—Sé que no es cierto.—Bueno, te rescato de su situación introvertidamente fatal y así me lo pagas.—¿Acaso destruir tus fantasmas no es una buena forma de regalar?—Está bien —dijo resignado—. La culpa es de ella. —Y su voz se tornó temblorosa.

—¿Quién es “ella”? —dije lleno de incertidumbre—. Su, su, su cara. No la conozco —me quedé más desconcertado si cabe al mirar en sus ojos la cara de esa mujer morena de pelo liso y mirada penetrante. De tanto pensar en ella, sus ojos reflejaban sus ideas.

—Su apariencia, da igual, por su piel múltiplemente cambiante estoy aquí.

—¿Qué ocurrió?

—No lo sé exactamente. Te lo contaré antes de entrar a valorar: Es ella una persona de personalidad cambiante, ya lo he dicho. Puede pasar de estar hablando contigo y sentirte misericordioso por ello a pasar de ti olímpicamente si tú la ves por la calle.

—¿Por qué lo sabes tan bien? —pregunté— ¿Estuviste con ella?

—Sí, y fue una bonita experiencia, pero…—Pero la conociste tanto que te diste cuenta que no era tal y como la pensabas.

—No es totalmente así, es difícil de explicar —hizo una breve pausa para coger aliento—. Pasas de un lado a otro con asombrosa facilidad: es como una asíntota.

—Creo comprender qué me estás diciendo, pero no llego a alcanzar eso de la asíntota. Quizá sería mejor al ejemplo de un círculo, quieres decir que pasas de extremo a extremo casi sin margen para asimilar nada y creer en nada.

—No del todo, más bien sería como un óvalo en el que sus focos no se alinean en posición horizontal, sino que la hacen verticalmente y, además estos puntos están alejados bastante de sí comparándolos con el resto del óvalo.

—Ya, y lo mismo puedes estar subiendo que bajando en un margen de tiempo muy estrecho y eso te crea contradicciones inesperadas. He de decir que estoy perplejo por tus sentimientos, pues me es muy difícil creer algo que no me pasa a mí, y más cuanto más nos acercamos al terreno de las relaciones intraespecíficas estrechas.

—Ya lo sé, aunque no existe nada que pueda aliviarlo.

—Es extraño y extravagante para mí, ya que es algo que nunca había oído ni se me había pasado por la cabeza. Es más, te diré la verdad, yo no creo que eso pueda ser así: primero, no creo en que existan los extremos como realidad, como algo que se pueda materializar; y, segundo, para mí son como reglas de medir abstracciones, para tener una referencia útil a la hora de describir lo que nos pasa, más que un hecho. Imagínate una recta: sabes que llega hasta el infinito por un lado y hasta el menos infinito por el otro, nunca la alcanzas realmente esos extremos, aunque los conoces teóricamente, normalmente siempre nos movemos hacia un lado u otro del cero, pero es muy importante no tocarlo mucho, pues la indiferencia es uno de los males de la sociedad que más nos dañan. Puede ser que te acerques tanto a ellos como para pensar que estás en ellos, pero una mirada precisa te dirá que no, es imposible.

»¡Oh! El ejemplo de la asíntota es inmejorable: por mucho que nosotros veamos cómo desciende y se precipita cada vez más la gráfica de una exponencial, de derecha a izquierda, cada vez más cercana al eje X, nunca se nos pasaría por la cabeza que no llegaría a tocarlo, pero el caso es que se aproxima a él hasta al menos infinito sin que esa tendencia se desvaneciera: es un quiero y no puedo.

»Son cosas distintas: Tú tienes una posición en la recta que se tambalea velozmente en el centro y que no llega a los extremos por mucho que tú ves, se acerca nítidamente.

—Y eso es lo que me ocurre: quiero estar con ella porque me cae muy bien y su presencia me hace ascender a lo divino, pero no puedo llegar hasta ella y hacer que me valore tanto como ya la valoro, como para que mis esfuerzos sean fructíferos, es el cuento de nunca acabar, el cuento de la asíntota.

—Me has hecho comprender algo sobre mí que nunca hubiera aprehendido si no hubiera sido gracias a tu ayuda, por lo que me siento muy agradecido. No obstante, me siento dolido por recibir conceptos y no devolverlos, además de por romper mi promesa del principio. Aunque no temas, pues yo haré no sólo que tu ejemplo se perpetúe hasta el fin de los días en este texto, sino que quedará plasmado en todo lo que haga desde este momento y así ocurrirá con los que abracen mis letras. No te olvidaré, amigo mío.

—Gracias —y se emocionó.Ambos nos despedimos congratulados. A pesar de que se quedó sin pago como se lo prometí, yo gané muchísimo en mi camino hacia la vida y él un poco de esperanza en su vida rastrea en el abismo.Subió con gracilidad por su cuerda mimética y se encerró en su estrecha gruta, pero con una sonrisa de sinceridad en la boca.

En esta ocasión aprendí que a veces la situación se te puede abalanzar sobre ti y hacer que un factor incremente exponencialmente si la pesadez le afecta.

También supe que hay historias, y gente buena y atormentada que te hacen comprender que en la línea de sentimientos te puedes encontrar una amplia gama tan cerca de los extremos que nunca serías capaz de imaginar que existen.

Aún así, encontré un método para describir situaciones de forma esquemática y rigurosa. Como René Descartes, padre de la Modernidad, deberé utilizar las matemáticas como paradigma en muchas de mis argumentaciones, pues ellas han dado al hombre la capacidad de abstraer la realidad y viceversa. Y como la vida es la máxima realidad, puede ser representada o simbolizada por las matemáticas.

¿La vida es un camino? No necesariamente, ¿seríamos capaces de representarla como un segmento de recta? Hay para quien la vida es vivir y esta es una reflexión circular que sólo nos sirve para embriagarnos a base de desorientación conceptual. Mi vida es la vida en sí en su sentido amplio y, por lo cual, no debe de ser víctima de las manipulaciones de los pareceres. ¿Esto diciendo que la vida es una recta? No sería tan extraño, todavía no existe nadie quien pueda decidir cuándo y cómo empezó y acabará, es más, no sería capaz de encontrarse a sí mismo, pues no sabría decir qué es la vida, por lo que no estaría lo suficientemente seguro de que estuviera vivo: desterremos que la vida es mera función biológica.

Y si la vida se representase con una recta, todo lo que abarca y es real estaría ahí comprometido a ella en cuanto a existencia y significado. Habría números naturales, reales, luego fraccionarios, luego irracionales y entre estos permanecerían en el anonimato otros que no conocemos o que ignoramos su existencia, esto es lo que llamo contrario a la vida, contrario a la realidad.

Pero antes de nada, volví a recordar a aquella persona que había ganado un amigo, por muy lejos que se sintiera, yo estaría cerca para recordarle cuán oportuna es la vida y fascinante en su interpretación.

Y en aquella fría noche, yo sonreí a Dios, no por frío, sino por amor y le prometí que pronto le defenderé de aquellos que quieren destruirle con falsas intenciones., porque repito: Dios es el Universo.

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