miércoles, agosto 01, 2007

Aquello que debí contar antes de la primera narración en que se contaba lo acaecido en la banda con la corchea


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A Rafa Palote y Nazaret, culpables por distintos motivos, aunque necesarios.

Con objeto de la gran aceptación que tuvo el relato sobre la corchea que desarropa a cualquier mente del cobijo de su coherencia, me he visto obligado a advertir a todo aquel que disfrutó de aquella; ya que, tras su apariencia inofensiva, se esconde una intención más bien oscura de la cual nadie escapa. Quizá piense que esto es una soberana necedad, que más que escritor soy cuentista, pero existen muchas evidencias que revelan que nuestra figura tiene más presencia en nuestra vida de la que debería tener por azar, por lo que hay fuerzas que hacen esto posible al desbaratar el equilibrio.
Y para empezar el recorrido, no salgo del sistema operativo que estoy utilizando para virar a inteligibles mis ideas. Ahí está abro una capeta con llena de mp3's y cada archivo aparece representado por dos corcheas unidas por un palito. Intento cambiar la extensión, pero no puedo engañar a Ubuntu; parece que estos archivos tienen ya un destino predeterminado... ¡para siempre! Mas cuando desisto en mi pretensión de eliminar esas sonrisas volteadas, regias y de amplios carrillos; no logro completar la maniobra del doble clic, pues al situar el puntero sobre el icono aparece (¡otra vez no!) un gracioso bocadillo que no es tal porque en su interior a parece una corchea que me sonríe a modo de guadaña (y con el miedo que dan estos artilugios). Hay ejemplos en el resto de plataformas, pero por ser estas irrelevantes, no los voy a mencionar.
Citando casos que corren por otros cauces, no se me puede relajar la memoria (¡pobre de mí si mis principios no son mis paradigmas!) cuando tengo que discursear sobre el mejor movimiento de la obra más gloriosa que por su autor está firmada, que no es otra cosa sino el Musette del Quatuor pour quatre clarinettes de Pierre-Max Dubois. Y yo pregunto: ¿alguien acertaría a decir por qué su melodía principal está formada por tantas corcheas y por qué razón está acompañada de una armonía de corcheas y sus silencios si no fuera porque hay intereses ocultos en todo esto?
No creo en lo aleatorio si entre mis orejas retumba una evidencia en contra, pero quizá en las vuestras ni el más notable de los compositores ni el más loable entre los sistemas operativos os hayan conducido hacia comprender la verdad. Por esto he escogido otro hecho igual de clarificador sobre el cual ya he dado alguna pista. Ciertamente, son muchos los objetos que tienen forma de notas musicales: un balón es a una redonda, lo que un cazo a una negra (aunque no quiero ni pensar qué sería si tuviera un garfio de asa); y para los extravagantes la cuadrada se asemeja muy mucho a la ventana de mi habitación. Pero qué tendrá una corchea --palabra que proviene del francés crochet (ganchillo) en honor a su plica o rabillo-- que es látigo para domar, arco parar flechar (con diversas intenciones), hoz para el labrador, hamaca para dormitar, pluma de hornos exuberantes para dibujar estos libres versos...
No obstante, la corchea no está sola, le acompaña un séquito de figuras de aspecto similar cuyo rango jerárquico se representa (como si de un ejército se tratase) por el número de plicas que las componen; dos, tres o cuatro para formar semicorcheas, fusas y semifusas, respectivamente. Parece extraño, pero me da la impresión de que esta familia ha sido curtida y perfeccionada por selección natural y entre sus componentes hay una organización social muy fuerte ¿con qué propósitos? Esto sobrepasa mis posibilidades como ilustrador, pues tengo miedo de que alguna de estas notas esté ahora mismo conspirando contra mí por estar descifrando esta certeza.

No más quiero pensar cómo vuestras mentes repudian y detestan esta mi teoría --quizá por infantil y fantasiosa--, es cierto, pero ¿no podría ser posible que estuvieran también sugestionadas por un poder implacable e invisible? A pesar de todo esto tampoco lo justifica porque, del mismo modo que os ocurriría a ustedes, me debería de ocurrir a mí; porque aún tengo tanto seso como ustedes y nuestra naturaleza nos impide (por el momento) estar hechos de otra cosa que no sean células que forman tejidos que forman órganos. Es decir, si posibilidad de que yo sea una corchea está (por el momento) repudiada, ¡cómo diantres he podido llegar a caer en la cuenta de que todo este montaje es posible y está ocurriendo! Pues de la forma ¿más inesperada?, sí del sueño, pues es durante el sueño cuando los sentidos se ofuscan y solo nos queda la mente sin más ornamento que el de la experiencia.
Ocurrióme que durante la noche, todo discurría plácidamente hasta que de repente una silueta se deshizo de las personas que a la luz de la Luna debían en esa ocasión terminar con mi vida. Se apoyaba en un pie que era a la vez cabeza, como cabeza tenía un pie puntiagudo del que colgaba un grueso pelo largo y rígido atado --por algo similar al hilo invisible-- a su cintura ultrafina. Botaba y rebotaba como pelota de goma (o icono de la Kiba-dock) por los seis planos, decorados en damero que se deformaban a su paso y que me encerraban, describiendo así caprichosas trayectorias como si se hubiera escapado del mundo que se evoca en el Musette. Izquierda arriba, abajo centro, aplasta cadáveres, detrás abajo-arriba, se para, me mira, ahora, entonces, quizá, más tarde, me miente, disimula...; y mientras tanto, yo también me mareaba no por sus movimientos errantes, sino por sus risas maquiavélicas que reberveraban por doquier en ese estrecho cubículo. Para mayor desdicha en ocasiones pasaba desapercibida por entre los cuadros claros y oscuros del escenario para aparecer junto a mí de un color amarillo chillón que luego era morado para virar a un naranja acanelado que sin más se hacía del color de muchas llamas grises... Mas en cada vez que tocaba una de las paredes, se producían sonidos de diversa índole que todos juntos formaban algo parecido a un ruido: agudo como a violín descacharrado, grave a tuba empapada, destrozacristales almizclados...
Todo ello fue tan contundente que no pude resistirme a desfallecer momentáneamente. Al volver a mí la mirada, la corchea utilizaba mi estómago a modo de cama elástica: saltaba y hacía piruetas cayendo cada vez con más fuerza y perseverancia. Entonces, miré su contorsionable cuerpo y me miró y, como su cabeza --que ahora golpeaba un tórax-- no hacía ademán de cambiar de pauta, para librarme de tal castigo sólo se me ocurrió darle un puntapié en donde pudiera y así hice, con tal desdichada fortuna que fue a tropezar y rebotar contra mi nariz, aprovechando la ocasión para volver a recrearse con otra nueva filigrana; aunque esta vez se quedó quietecita, suspendida en el aire.
Mientras tanto, me levanté y dije intentando liberarme de la pesadez que me administraba y saber muy bien de dónde procedía: ---¿Qué eres? Porque a una corchea te asemejas, y no creo que en la música haya tanta malicia como tú tienes ---respiré hondo y por un breve impasse sus ojos desorbitados y los míos intercambiaron sendas miradas, pasado dicho tiempo comenzó a reír desquiciada y volvió a dañarme con su danza circundante---. Si no respondes tal vez tengas miedo a responder ---dije, aunque no respondió con otra cosa que no fueran saltos y alaridos---.
«Desearía tener una puerta para salir y dejar a este engendro a su aire», pensé dentro de mis pensamientos antes de perder la cordura por unos instantes. Más tarde grité con una sonrisilla en los labios: ---¡Parece que ya no saltas con tanta felicidad! ---y de súbito paró--- ¡Tengo razón, ¿no es así?!
---Puede ---dijo, y volvió a reír y botar.
(Cómo se nota que esto es un sueño, pues de otra forma la probabilidad de que siguiera botando tanto tiempo sin tropezar sería minúscula.)
Cada vez que se acercaba a mí, y me sentía libre del influjo narcotizante del dibujo, intentaba colocarle una zanca para provocar lo imposible, pero a tal osadía me respondía con unos cómicos saltitos rojos como mi cara. Habría, entonces, que seguir utilizando la dialéctica para descubrir qué era lo que verdaderamente escondía; como respuesta a este pensamiento coloqué las manos arqueadas alrededor de la boca y dije sin acertar a pensar qué ocurría: ---Ni tú conoces misma apariencia tuya, algo más hay allá ---dije---. Dime vienes de dónde ---alcé más la voz al constatar que esto no le afectaba visiblemente---. Ruborizando estás te ---fingí (aunque no sabría entenderme); volvióse azul mar por más tiempo del necesario para cambiar---. Detente, sabré escucharte ---esto parece que suena mejor.
Y se paró de súbito en esta ocasión sí que se detuvo un momento y mi sosiego mental medró progresiva y notablemente: ---Tienes mucha razón ---respiró hondo para que su cintura se hinchara levemente---, no es fácil ser una corchea cuando te utilizan para cosas tan atroces como para aquello que muchos llaman “refreguetón”. Nadie nos respeta hoy día. Antes era distinto: antes ocupaba el lugar que me correspondía. Representaba muchas obras clásicas, un poco de jazz, minimalismo, flamenco,... La música es para la intimidad y para ser compartida. Ahora solo retumbamos monótonas, fabricadas por eléctricos instrumentos de tortura sonora destinados a las masas. No me gusta colarme por entre oídos cerrados, una sale impregnada de cera, ¿sabes? No es nada agradable tener que vagar perdida y desconcertada por los movimientos azarosos de otras notas musicales rechinantes.
---No crees que estás siendo muy... irrespetuosa e inconsecuente.
---¡Calla niñato! ¡Acaso sabes tú más sobre la naturaleza de la música que uno de sus componentes! Los sones no sirven para desvirtuar al hombre; los sones salen de unas almas y van a parar a otras (como en el resto de manifestaciones artísticas). De esta forma el que las recibe se enriquece del que las emite.
---Pero qué es el alma, que si no es materia, para qué hablar de ella ---pregunté con un tonillo sabiondo.
---El alma no es una cosa, sino que es una capacidad; por lo queeee... ---y su sonido respingón coloreado de tonos precipitados se perdió para luego regresar, tras un golpear seco de mi brazo...
Unas piruetas después se encaró a mí y me burlé: ---Solo era para comprobar que los conceptos están hechos de materia.
---Bueno ---se pausó para retomar el equilibrio sobre su redondo pedestal--- no es así del todo: la gran mayoría de los conceptos que manejan los seres humanos tienen que soportarse bajo algo sólido y tocante para poder ser entendidos.
---¿Entonces?
---Entonces ---prosiguió molesta--- el alma se apoya principalmente en el cerebro y especialmente en su zona frontal. ¡Y, sí, existe; aunque se arrastren por ahí escolopendras en busca de una fuente sobre la que caer muertas! No se ve, por su puesto, pero acaso uno ve, por ejemplo, la capacidad de caer. No digo la caída, sino la capacidad que tiene uno de caerse, de lo cual solo podemos tener evidencias indirectas: uno tiene más capacidad de caerse si, en vez de sentado, está de pie --ya que su centro de gravedad está más alto y su superficie de equilibrio es menor.
---Mmmm... Esto es un poco... rebuscadillo, ¿no crees?
---Espera que termine ---volvió a colorearse azul mar---. El espíritu es la capacidad que todo ser vivo tiene para responder a determinados estímulos. Y el hombre, porque sus avatares evolutivos lo han llevado hasta aquí, muestra una capacidad de abstracción inusitada en el resto de la naturaleza, lo que le permite abordar la información que recibe de un modo abstracto, y así es cómo se produce el sentimiento.
---Por tanto, la música sería la manifestación sensible del sentimiento.
---Sí, por eso estoy tan confusa hoy día, no porque no se esté creando mucha y buena música, sino porque la que se escucha apela tan poco al conocimiento de uno mismo a través de los demás por su escaso significado que parece de hojalata. De esta manera, la probabilidad de que aparezca siendo partícipe de este acervo de despropósitos es muy alta, de hecho, prácticamente solo sueno de esta forma. Estoy, poco a poco, perdiendo la capacidad de transmitir, pues la música la hacen personas y personas persuadidas y condicionadas por el devenir de los tiempos hacen música muy hipócrita. Estamos perdiendo la esencia de lo crucial, nos estamos volviendo locas. Odi..., quiero decir, respeto, pero no comparto.
---Tienes mucha razón, estoy ya cansado de tanto caco y tanto farsante, ¿qué quieres decir que por eso te has vuelto loca?
---Bueno, sí, pero no la gente no es el desencadenante último. Ha mucho tiempo que todo es tergiversado de manera tremebunda, nada se escapa de los asfixiantes tentáculos de la economía. Este ecosistema ya no es un superorganismo que camina hacia adelante, ahora es una piedra que es arrojada por cinco ó seis mequetrefes a su suerte --- dijo. Paró de hablar como si aquello fuera el punto y final de un gran volumen. Comenzó a saltar con más violencia.
---Entonces, por eso me vuelvo no capaz soy pensamiento ordenar ---volví a ofuscarme---. Pares para quiero con mis ojos quiero.
Perdí la consciencia, hasta el día siguiente, pues aquella corchea vagabunda inundó mi mente de una espesa sensación de imbecilidad e inutilidad, pues un hombre sin cabeza, ni es hombre ni sobrevive; menos mal que solo duró unas horas. Me levanté, aún así un poco atolondrado y resacoso: confundir la sal con el azúcar fue lo menos gracioso que me acaeció, y querer saltar por la ventana para levantar el vuelo, lo más absurdo. No obstante, comprendí mucho sobre otros hechos que pasaron con anterioridad delante mía; que otro día comentaré.

Y tras toda esta insufrible discursión, a uno se le ha olvidado lo que al principio se digo y es incapaz de extraer ninguna conclusión. Pero como es de buen escritor hacer plácida la lectura les diré que conocemos por qué lo que muchos se empeñan en llamar música no es más que un incesante bochorno para el cerebro; que es causa última del empeño que tienen las corcheas desnaturalizadas cual prion para influir al hombre y quedar plasmadas en algo que distinto a la música. Esto es el barullo definitivo.

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Nota al lector: Esta historia no termina aquí, porque puede ser que en tu mente se cuelen más corcheas. Es solo cuestión de tiempo.
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Nota al lector número dos: Esto solo continuará con tu apoyo.

2 comentarios:

...Corelly dijo...

una pregunta...¿qué te da miedo?

Paquillo Dubois dijo...

Bueno, esa pregunta es muy ambigua, por lo que su contestación sería muy extensa, ¿qué te parece si te regalo un relato donde describa todos mis temores?

 

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