domingo, noviembre 04, 2007

Volver a empezar

Siento. Vivo. Contemplo. Me estremezco. Recuerdo. Suspiro. Decido. Prosigo.
Nunca digas «he perdido el tiempo» porque no posees el tiempo, el tiempo solo es el escenario donde se representa esta ópera. No le reproches nada al tiempo porque nunca se paró a pensar en ti.
Desde que abandoné la montaña he vivido mil penurias: nada ha cambiado, seguimos siendo unos zombis zumbados. Año y medio después de abandonarme a la suerte con que la sociedad me introduce en ardores fríos, decidí volver a la encina. La encina de Nietzsche, quien en otra época fue virtud entre los hombres y que ahora es una proclamada mente que se pasea por cada rincón del planeta jactándose de que nunca le tomaremos en serio.
Cada día que pasaba lo recordaba más, aunque durante mi escalada desestimé la ayuda de su pico, por eso estoy recostado a la sombra del robusto árbol, acurrucado en lo ulterior de los sentimientos.
Y fue entonces cuando Dante alargó su brazo y me saludó:“Yo que rastree cielos e infiernos en busca de mi amada, te hallo aquí, gozando del olor de la hierba que con las manos pellizcas.”
“¡Qué tal! ¿Cómo va todo?”, exclamé.
“Como siempre. Hace tiempo que me estoy gangrenando por dentro”, señaló abarcandose las tripas.
“Bueno, todos esperamos que regresen nuevos tiempos para oradores, solo es cuestión de esperar”, dije con cierto tono de excepticismo.
“Je, je”.
“No, en serio”, alcé mis párpados para apelar su atención.
“Tienes razón, por eso me dirijo a ti. Tú que a veces te vistes con túnicas y alzando los brazos y la voz insuflando un poco de congruencia”, colocó su mano en mi hombro.
“No hay púlpito lo suficientemente alto para que tus consejos sean escuchados por todo aquel que los necesita”, adulé con cierta cursilería.
“Esos halagos solo conducen hacia amargas interpretaciones”.
“¿Por qué no te sientas? Aquí tumbado uno llega casi a la paradoja entre el conocimiento y la consciencia”, parpedeé lentamente.
“Me encantaría, pero he venido ha mostrarte un camino.”
“¿De qué me hablas?”
“Sí. Hay un amigo que abandonaste, el mismo que ahora te está avisando.”
“¿Dubois?”
“No exactamente. Dubois no es amigo tuyo, sino una forma de vivir, ¿recuerdas?”
“Entonces... ahora no caigo”
“Piénsalo luego más tarde. ¿Vuelves a discurrir?”

 

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