jueves, octubre 20, 2005

Una conclusión estrafalaria

De vez en cuando es bueno saber que si dejas de centrarte en un tema, si te esquinas a la ribera del río, podrás verlo en una extensión más nueva cuando te hacer a él de nuevo. Pues el mundo, la vida, es continuo cambio y si te estás muy quieto, puede ser que algo te arroye y te tire al río en cuyo margen estás sentado.

Éstas fueron mis decisiones para plantearme situciones un tanto raras, e incluso ridículas que, aunque las pueda calificar justamente de esta manera, no están tan alejadas de la sociedad que presume de ser tan eficaz.

Y ahora quiero que seáis vosotros más que nunca y estéis con los pies sobre vuestra vivienda, pues por una vez dejaré mi mente imaginar en el sentido que ella quiera.

¡Cuidado! Porque puede ser causa de un inmenso dolor de cabeza.

Imaginad: vosotros, una noche cualquiera, os encontráis tirados en el sofá del lugar donde residís y viendo vuestro programa favorito de televisión, y claro, no te es posible dejar de ser feliz con el contenido que allí se muestra. Y la felicidad es un sentimiento que rodea a una persona abarcando un radio tan grande cuanto más feliz es ésta.

Y ocurre que el mismo techo no solo cubre a los que comparten gastos contigo para alimentar un mercado de estafadores, sino que hay otros tanto por arriba como por abajo que te causarán problemas por el mero hecho de ser como eres: alegre y dichoso.

Parece, la verdad, que yo nunca he experimentado una experiencia tan paranormal –según mi criterio–; parece que hay átomos que no soportan ese aura de felicidad que esparces –al igual que la luz– por cualquier medio por muy físico (y si es por el aire a través de ondas mecánicas, peor) o inmaterial que se considere.

Las represalias no se hicieron esperar, ya lo supe después, cuando el sol se alzó en su cenit. Por parte de mis compañeros (salvo el que me acompañó en mi regocijo). Se quejaban, no sé si por envidia o por verdadera molestia (eso es algo que sólo uno saben y ellos saben que son ellos mismos), de haber sido enfadados. "Uno no se enfada si otro no le provoca y éste primero pone de su parte todo lo posible para ser enfadado, debería estar fastidiado consigo mismo", pensé. Y, a la vista de sus poco meditadas declaraciones, advertí que a penas –sino nada– había cuajado en ellos esa lógica posibilidad.

Nunca me gustó defraudar a nadie y que nadie me defraudara a mí, pero no me gusta enseñar a quienes no quieren aprender, pues en realidad estoy perdiendo el tiempo, es como si hablara con una cabra: nunca te hará caso si tu no te pones a comer la misma hierba que ella y si para hablar con ella es necesario prescindir de comer, seguro que ella se marchará antes que pronuncies una palabra, ya que ahora no estás jugando el rol que te ha tocado por vivir en ese rebaño.

Ellos me estafaron, porque me consideraron una alimaña y mis oraciones eran mística brujería, pero ya acostumbrado a los palos otro más no conllevaría un porcentaje mayor al de la exponencial de cualquier número que no sea mayor que el uno. Decidí, entonces, no prescindir de mi felicidad, sino adecuarla un poco a su canon.

Cuando yo creía que todo había pasado a ser anécdota estúpida, me encontré con otro escoyo donde comenzaría más adelante la mayor divagación de esta entrada. Resultó haberse presentado un hombre de mediana edad que decía que yo le había causado un perjuicio, no sin antes recordarme la posibilidad de, al ser vecino, bajar a su vivienda para pedirle el favor que yo considerase necesario cuando yo lo considerase. Yo no sé mucho de la vida, pero juzgad: ¿no acaban de empezar las contradicciones? Y también hubo unas condiciones a destacar, aunque en ese preciso momento no las percibí: el discurso del vecino de abajo fue presenciado por todos mis compañeros excepto por uno (llamémoslo desde ahora "C" sin buscar más analogía que el albedrío de mi mente).

Con la ánima más calmada a la vez que triste, repetí mi operación cotidiana durante aproximadamente un 0,0267857 % de la semana y, reprimido, no disfruté todo lo que hubiera deseado en mis sueños. De todos modos, me sentí tranquilo porque, aunque estaba perjudicando a mi forma de entender la vida, no iba a hacer que mi celebro sintiera más agudos pinchazos generalizados.

¡Joder! Perdón por mi coloquial expresión pero ya no dejan tranquilo a nadie por no dejar tranquilo a nadie y mis más cercanos allegados, volvieron a atacarme con su política tripartidista y mayoritaria. Pero ya mi razón no consentía rebajarse a 0x10 elevado a 23 Molar. ¡No!Lo sentí muy mucho por ellos pero era algo que no controlaba.

Una semana después tuve noticias de mi amigo. Lo encontré por casualidad en el rellano donde se encontraba ubicada su vivienda con un carrito que llevan las abuelas en la ciudad pueblerina de la que procedo. Era patética esa estampa y no pude ver ni a sus hijos ni a su praeja sentimental. ¿Un hombre con el sueño tan ligero y que dice trabajar más de doce horas en un día puede realizar tantas actividades en un día de descanso laboral? Decídanlo, yo ya lo he hecho.

Y unas 36 horas después, el individuo al que llememos "C" trajo consigo una persona que traía consigo una máquina de hacer ruido. Dicho personaje compró para lo ocasión una botella que contenía una bebida alcohólica traida de tierras escocesas y la puso en la repisa central del mueble de tres baldas que está junto al televisor. La máquina de hacer ruido cumplió su función y nos motivó exacerbadamente para acompañarla.

La hora "h" –en la que el vecino extraño y lunático, amenazó, era su hora legalmenete estipulada para dormir– se cumplió y atemorizados por lo que pudiera surguir, nos encontremos con que no conseguimos tirar por el balcón a la máquina hasta la hora h:45. Aliviados y con el júbilo que me provocaba el programa todo quedó en calma. A la hora h+2:30 me fui a acostar ya con el reto cumplido de haber hecho como si –al fin y al cabo, los que con los sentidos se quejan, con los sentidos se conforman– rebajara mi cociente racional al nivel mundano.

Esa misma mañana me desperté y me dirigí al lugar donde hay que pagar para trabajar y si no eres honrado o uno de ellos nadie te ayudará como pueden ayudar los que tienen los ojos muy avivados. A la vuelta, me encontré al vecino de abajo cargado con una bolsa llena de pan de todos los tipos y tamaños: largos y finos, pequeños y abombados, blancos, integrales, tiernos, duros, etcétera. Bueno, y también una cosa verde cuya esencia no pude detectar , pues estaba velada por el plástico fino. Se me vino a la cabeza la escena del carrito de compras y de lo mucho que trabajaba el vecino aún estando trabajando teóricamente de paisano en su tiempo de oficio.

Era una persona peculiar y pintoresca sin lugar a dudas (ni tan siquiera metódicas) y esta vez no pudo serme indiferente un hecho que ocurriría unas horas después.

Resulta que esta vez no recibí represalias con respecto a mis compañeros y me sentí satisfecho por el fruto que recogía de mis esfuerzos.

Entonces sucedió que el señor "C" recibió un mensaje de alguien muy conocido por todos –excepto por él mismo, quién no presenció su parrafada discontinua–: "Soy el vecino de arriba y ayer estuvísteis haciendo mucho ruido y no pude dormirme hasta la hora h+2:00". Fue lo que "C", me dijo, escuchó de su interlocutor.

Directamente pensé que no había tomado bien el mensaje y sería el sentimentamente tacaño vecino de abajo. Pero lo peor es que "C" no quiso razonar la realidad y optó por la vía más fácil y rastrera de todas: culpar a quien había estado hasta la hora h+2:30 con la espalda dolorida para escuchar algo de su programa con el fin de no perjudicar a nadie.

No sólo lo pensé, sino que me fue grato conocer que él mismo admitía su actitud mediocre a afirmar que si el vecino no durmio hasta dicha hora era por mi culpa –yo que había estado escuchado el programa con la misma intensidad sonora desde la hora h+1:00–.

Lógica! ¿Estás verdaderamente ahí? No la encontré y en su lugar se encontraba la paráfrasis con forma de lengua de serpiente.

La tensión no pasó a mayores consecuencias, pero me dejó un poco mosqueado, es cierto y consecuente.

A los cinco días llegó la conclusión. "C" Se quejó de nuevo de que podía oír el más ínfimo sonido por la noche (no te quejes –dije yo– por tener desarrollado el sentido de la audición como pocos seres humanos lo tienen) y me reprochó de que había desplazado su bebida irlandesa al estante de arriba, advirtiéndome de las consecuencias que podía tener el desobedecerle.

¿Acaso tenía por vecinos de arriba y abajo y enmedio personas con una capacidad prodigiosa por encima de la media normal para detectar el más leve indicio de vibración mecánica? ¿Acaso los errores de ellos mismos no se basaban en cometer paráfrasis que se meten entre las piedras y solo los avispados pueden verlas y cazarlas? ¿Acaso no son el vecino de abajo y "C" los que tienen que levantarse a las 8 de la mañana para un trabajo duro con el que no se esfuerzan denmasiado? ¿Quizás dentro de la botella de bebida escocesa haya algo que no se beba y sirva para espiar ópticamente mi felicidad noctura para que pueda ser envidiada, ya que de otra manera no podría ser factible? ¿Es cierto que si estas personas con personalidad tan cambiante no fueran la misma que ya no sebe que personalidad adoptar para que su trama sea más real?

¿Es posible que "C" sea el vecino de arriba y el de abajo además de él mismo? Yo creo que sí, pues él fue "casualmente" el único compañero de los cuatro que no estuvo presente durante el discurso del vecino de abajo, ¿o tal vez sí? También fue "C" quien dijo que el vecino de arriba penalizaba mi compormiento a base de llamadas al portero automático: patético ¿no? Y... la botella... eso me inquieta más todavía. Ah, por no decir de que la luz de la casa del vecino o no es tal, o se enciende, pues si miras al balcón de abajo, siempre está oscuro, tampoco se oyen a los hipotéticos niños, excepto la mañana del día festivo, en la que yo me quedé dormido tras oír la sonora bronca del vecino sensible a los sonidos por poca que sea su intensidad.

Esta es solo una de las pobre historias que te está escribiendo la vida y de la cual no puedes escapar porque ella te quiere formar como persona por mucho que sea ignorada: es inexorable.

Por lo demás, juzgad por vosotros mismos. Yo me quedaré esperando haber si la vida me depara sorpresas.

 

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